CHINA: La fiebre de las megaciudades

La ambición de Beijing de convertirse en una capital internacional y ultramoderna puede desatar una fiebre de construcción desordenada de megaciudades en toda China, advirtieron ambientalistas y planificadores urbanos.

Hasta un tercio de los centros urbanos chinos aspiran al título de metrópolis internacionales siguiendo el ejemplo de la capital, que planea transformarse en ”una ciudad cosmopolita moderna con características únicas”, lo que significa equipararse a Nueva York, París, Londres y Tokio.

Ese objetivo se alcanzaría para 2020, cuando la capital estaría lista para comenzar a equilibrar el crecimiento económico con el desarrollo humano, declaró el alcalde de Beijing, Wang Qishan, a la sesión anual del parlamento, a mediados de febrero.

Además de Shangai y Guangzou, los rivales de la capital en los prósperos cinturones costeros del este y el sur del país, cerca de 182 ciudades chinas o un tercio del total aspiran al título de metrópolis internacionales, declaró Yao Bing, funcionario de la Comisión Central de Inspección de Disciplina del gobernante Partido Comunista, al diario de lengua inglesa China Daily.

Entre las candidatas se cuentan Haikou, la capital de la meridional provincia isleña de Hainan, que pretende convertirse en ”una ciudad internacional con características tropicales”, así como Shenyang en el norte, ansiosa por cambiar su imagen de base industrial comunista por la de centro financiero del noreste de Asia, entre muchas otras.

Un nuevo libro titulado ”2012” presenta una audaz visión futurista de una ”Ciudad Global” en la turística Hainan, destino de capitales internacionales e inmigrantes de unos 200 países de todo el mundo.

”Luego de 20 años de reformas económicas, China tiene mucha experiencia en comercio internacional y un gran potencial para crear la Ciudad Global del futuro”, arguyó el autor, He Han.

”Hainan, por su parte, es el sitio perfecto por su capacidad económica, sus vastos recursos, su ubicación favorable y su atractivo clima tropical”, agregó.

En preparación para las Olimpíadas de 2008, Beijing ya emprendió uno de los más ambiciosos proyectos de reingeniería jamás realizado por una ciudad. Expertos independientes estimaron el costo en unos 100.000 millones de dólares.

A una velocidad pasmosa, se eleva una ciudad monumental de grandes avenidas, calles circulares, grandiosos edificios de ministerios y bancos, estadios gigantescos, rascacielos y centros de compra en gran escala. Mientras, los restos de la antigua Beijing son gradualmente demolidos.

Incluso algunos de los principales arquitectos del proyecto admiten que la planificación de la renovación no ha sido la mejor.

”Es un gran desorden”, afirmó el arquitecto Cui Kai, vicepresidente del Departamento de Planificación de Beijing.

Además, detrás del proyecto de modernización se esconden la intención de ”cortar con la historia” y ”una gran codicia”, agregó.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que declaró patrimonio mundial de la humanidad al casco urbano de la capital china, alzó su voz de protesta por la falta de consideración hacia ese sitio por parte de planificadores urbanos que trabajan en acuerdo tácito con las autoridades locales.

De los 6.000 ”hutong” originales (estrechos callejones que cruzan los barrios céntricos), apenas se conservarán 25, y de unos mil templos, quedarán unas pocas decenas, aislados en medio de una red de autopistas de ocho vías y a la sombra de gigantescas torres de acero y vidrio.

Muchos ambientalistas señalan que, al destruir todo rastro de la antigua ciudad, Beijing no podrá equipararse a metrópolis como París y Londres, que incorporaron el pasado al presente.

Pero mirar hacia atrás es lo último que los líderes comunistas chinos desean hacer. Tecnócratas gubernamentales comprometidos con la ciencia moderna y la alta tecnología quieren demostrar que el futuro pertenece a China.

El crecimiento de las ambiciones locales en respuesta a la iniciativa de modernización de Beijing refleja un cambio en la tradicional oposición del gobierno comunista a las megaciudades.

En los primeros años de la reforma económica iniciada por el difunto líder Deng Xiaoping a principios de los años 80, el gobierno promovía ciudades pequeñas, por temor a que las metrópolis fueran desestabilizadas por un gran número de migrantes del campo.

A comienzos de los años 90, el gobierno creó ”ciudades tapón”, con poblaciones inferiores a 500.000 habitantes, destinadas a impedir que los grandes centros urbanos crecieran hasta proporciones inmanejables. Se crearon más de 200 de esas ciudades entre 1990 y 1997.

Luego, alarmado por fotos satelitales que revelaban la pérdida de más de 500.000 hectáreas de tierra cultivable por año debido a la construcción de viviendas, rutas y fábricas, el gobierno dejó de estimular la construcción de pequeñas ciudades.

En los últimos años, la tendencia a la urbanización aumentó, alentada por proyecciones de que el incremento de la población de las grandes ciudades promovería el consumo y a la vez preservaría la tierra y otros recursos.

”Anticipamos que para 2020 se habrán mudado a localidades y ciudades entre 300 y 400 millones de residentes rurales”, declaró Chen Xiwen, un alto funcionario de la administración rural, a periodistas extranjeros.

Mientras, funcionarios gubernamentales están bajo presión para ajustarse al ritmo mundial de urbanización. Pese a albergar a 20 por ciento de la humanidad (unos 1.300 millones de habitantes), China tiene sólo dos metrópolis con más de 10 millones de habitantes: Shangai y Beijing.

Chongqing, con una población registrada superior a 30 millones, es una megaciudad artificial creada por la unión de Chongqing propiamente dicha y la cuenca de las Tres Gargantas del río Yangtze, pero su población urbanizada no pasa de cinco millones.

Aunque oficialmente se estima que 36 por ciento de los chinos son residentes urbanos, muchos de ellos son como los de Chongqing, campesinos que viven en las afueras de ciudades.

”Debemos admitir que la urbanización se justifica”, dijo Zhang Naijian, investigador de la Academia China de Ciencias de la Administración, en declaraciones al diario China Daily.

”Pero si todas las ciudades quieren transformarse en megaciudades, será un desastre para el país y su gente”, advirtió. (

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