Kannama, de 70 años, es una de las pocas mujeres del meridional estado indio de Tamil Nadu que aún mantiene vivo el arte de fabricar kottans, unas pequeñas y coloridas canastas de hojas de palmera.
La fabricación de las canastas es una tradición de siglos que ha pasado de madre a hija entre los habitantes de la árida región de Chettinad, en el sur indio.
Muchas mujeres solían sentarse juntas y hacerlas para los casamientos y otras celebraciones. Ahora, nadie las fabrica, porque las de plástico son mucho más fáciles de hacer y se venden mejor, dijo Kannama.
La extensa región de Chettinad es cuna de una gran gama de artesanías típicas indias pero, como en el resto del país, el avance de la industrialización está acabando en pocos años lo que tomó siglos en consolidarse.
Las canastas son una entre muchas artesanías típicas que están a punto de desaparecer, dijo Visalakshi Ramaswamy, fundadora y directora de la Fundación Cultural M.Rm.Rm., organización sin fines de lucro que trabaja para preservar oficios tradicionales.
Estas canastas coloridas fueron parte de nuestra vida diaria. Veíamos cómo las hacían y las usaban todo el tiempo. Ahora sólo un puñado de mujeres las siguen fabricando, indicó.
La Fundación intenta localizar en todo el país a las pocas fabricantes de estas canastas para apoyarlas económicamente y hacer que puedan enseñar el arte a otras más jóvenes. Pero esto no es para nada fácil, admitió Ramaswamy.
En la aldea de Keelaypatti hay un pequeño grupo de mujeres que fabrican kottans, pero ninguna puede dedicarse a enseñar a sus descendientes. Una de ellas envió a su hija a la universidad, y otra está siempre de viaje por todo el país, participando en exposiciones de artesanías.
Manimekalai, de 37 años y madre de tres niños, es una de las pocas mujeres jóvenes dedicadas a aprender esta artesanía. Se dedica a fabricar canastas en una oficina y a veces luego de hacer las tareas hogareñas, en su propia casa.
Al principio era difícil. Es un trabajo que exige mucha dedicación, y es difícil de aprender. Pero el tiempo pasó y se abrieron nuevas oportunidades, contó Manimekalai, quien con la venta de las canastas logró nuevos ingresos para su hogar.
Sin embargo, no siempre es fácil para todas. Muchas familias tradicionalistas rechazan la idea que las mujeres tengan un trabajo asalariado, que además, en este caso, es sumamente intenso.
Mantener viva una artesanía no es solo darle dinero y empleo a los artesanos. En este caso, se necesita también que las mujeres estén al tanto de sus derechos, señaló Ramaswamy.
Las fabricantes sostienen que dependen mucho de la publicidad, y por eso exigen más apoyo de la fundación de Ramaswamy.
Pero la gama de artesanías es tan amplia en India que los fondos de la Fundación quedan cortos, y en definitiva es el mercado el que decide si sobrevivirán o no.
Los artesanos no gozan de créditos, beneficios o incentivos del gobierno, como sí los industriales o los productores agrícolas.
Otro problema para los artesanos es que sus productos tienen grandes dificultades para insertarse en los mercados urbanos, cada vez más exigentes.
Para que las artesanías tradicionales sobrevivan se requieren estrategias de publicidad y mercadotecnia originales y creativas, dijo la comerciante Geetha Ilamurugan, propietaria de una tienda de artesanías en la meridional ciudad de Chennai.
Ilamurugan propone que las artesanías sean mezcladas con productos industriales, pero los más exigentes lo ven como una suerte de suicidio. (