La reforma agraria de Zimbabwe cumple cuatro años. Sus primeros frutos parecen ser la tala indiscriminada de madera y la extracción ilegal de oro, a las que se ven empujados muchos colonos sin semillas ni fertilizantes.
Muchos de los campesinos asentados en tierras expropiadas a agricultores blancos no tienen dinero para comprar semillas, fertilizantes y maquinaria para cultivar. Esto, combinado con la escasez de lluvias en varias zonas del país, empuja a algunos a explotar otros recursos, como el corte de madera.
Según una consulta realizada por IPS, campesinos han comenzado a vender madera que se sigue utilizando como combustible en los suburbios densamente poblados de las ciudades y en las aldeas. Las pilas de leña son ya un elemento común al lado de las carreteras en las zonas agrícolas expropiadas.
Una parte de la madera viene de parcelas que estamos limpiando para cultivar, dice uno de los colonos, Kenneth Munoda, mientras vende leña en la carretera Great Dyke Pass que une la capital, Harare, con la occidental ciudad Chinhoyi.
Pero Munoda admite que otros campesinos que recibieron tierras se han convertido en leñadores de tiempo completo.
Hasta de Harare vienen a comprar madera en grandes camiones. A veces, tememos que las granjas que recibimos terminen tan estériles como las reservas (tierras comunales) de las que vinimos, agrega.
Desde que el gobierno de Robert Mugabe puso en marcha la redistribución de tierras, a comienzos de 2000, se expropiaron 4.000 propiedades.
Según el gobierno, ésta fue impulsada por los veteranos de la guerra de independencia librada contra el imperio británico, que comenzaron a invadir espontáneamente las ricas granjas de la minoría blanca, en febrero de 2000.
Pero los críticos aseguran que esas ocupaciones fueron orquestadas por Mugabe para distraer la atención de otros problemas políticos y económicos durante la crucial campaña electoral para los comicios legislativos de junio de 2000.
En esas elecciones, el gobernante Frente Patriótico-Unión Nacional Africana de Zimbabwe (ZANU-PF por sus siglas en inglés), en el poder desde la obtención de la independencia en 1980, enfrentó por primera vez un desafío opositor de peso.
La caza de animales como alimento es otro factor que contribuye a la deforestación, pues a menudo se quema una porción de bosque para acorralar y atrapar animales salvajes.
No sólo los bosques sucumben a la pobreza y las debilidades de la reforma agraria. Muchos colonos -al igual que otros pobres- se han volcado a la explotación ilegal de oro en minas abandonadas, que lavan en ríos y arroyos.
Para extraer el oro de la roca se utiliza cianuro y mercurio que, sumados a la falta de equipos y técnicas adecuados, acaban contaminando aguas superficiales y filtrándose al suelo y las napas freáticas.
Además, la falta de saneamiento en los campamentos de los lavadores de oro también ha dado pie a brotes de cólera y de fiebre tifoidea.
Los lavadores de oro se han establecido, por ejemplo, en las riberas del río Mutebekwi, que pasa a través de las tierras agrícolas al sudeste de la pequeña aldea minera de Shurugwi, en la central provincia de Midlands.
Al sur de Shurugwi, en el distrito Zvishavane, las orillas del río Saver están cubiertas de campamentos informales. La zona de Shamva, en la septentrional provincia de Mashonaland Central, también es imán para muchos mineros.
El gobierno asegura haber iniciado una campaña para detener la explotación y venta ilegal de oro. Pero algunos críticos dudan de la voluntad política para ponerla en práctica, pues los más afectados serían los habitantes pobres de las zonas rurales, corazón del respaldo electoral del ZANU-PF.
Los cuatro años de reforma estuvieron marcados por una grave crisis política y económica en este país de 14,7 millones de habitantes.
El gobierno es acusado de perpetrar graves violaciones de derechos humanos para sostenerse en el poder, mientras sucesivas sequías y la inflación, que se cuenta en tres dígitos, han empobrecido a grandes sectores de la población. La ayuda alimentaria internacional se ha vuelto indispensable para millones de personas.
El Programa Mundial de Alimentos afirma que en los próximos meses entregará alimentos a 4,5 millones de personas.(