URUGUAY: Acorazado nazi emerge del barro

Tras descansar 65 años en el lecho barroso del Río de la Plata, un ajetreado museo será el destino del inquietante y aún peligroso acorazado alemán Admiral Graf Spee, hundido a poco de comenzar la segunda guerra mundial (1939-1945) tras ser herido por naves aliadas.

El barco nazi, único en su clase y convertido en una leyenda de la guerra naval en los tiempos modernos, no saldrá a la superficie solo: trae consigo un sinnúmero de recuerdos que algunos de los pocos sobrevivientes radicados en Argentina y en Uruguay prefieren dejar atrás.

"En mi interior hay una voz que dice: 'Déjenlo tranquilo, no lo toquen. Déjenlo en paz. Ha peleado, ha luchado. Es como sacar a un muerto de su descanso'", dijo a IPS Federico Bachmann, uno de sus ex tripulantes que desde 1940 está radicado en la occidental ciudad argentina de San Juan.

Pero además de la resistencia de algunos de la docena de marinos que aún viven, el proyecto puede afrontar muchas dificultades por el gran peso de la nave y por los explosivos que todavía contiene.

El Graf Spee, de 12.500 toneladas y uno de los primeros del mundo en usar motores a combustible diesel, había sembrado el terror en las rutas comerciales del sur tras hundir a nueve barcos de carga aliados en 1939, poco después del inicio del conflicto bélico.

Contra él fueron enviados ese mismo año los veloces cruceros británicos Exeter y Ayax, y al neocelandés Achilles, que lo encontraron en una zona del sur del océano Atlántico e iniciaron un encarnizada persecución.

El acorazado nazi se enfrentó a sus perseguidores frente al balneario uruguayo de Punta del Este, en lo que pasó a llamarse la Batalla del Río de la Plata. El Graf Spee logró dañar al Exeter, obligándolo a retirarse del combate hacia el sur, pero los otros dos barcos aliados continuaron con la cacería.

El capitán alemán Hans Langsdorff optó por ingresar a la bahía de Montevideo para refugiarse, pero las autoridades de Uruguay, país neutral en ese momento de la guerra, le dieron 72 horas para que abandonara el puerto.

Langsdorff, al verse rodeado y agotados todos sus esfuerzos de obtener ayuda, dio la orden de retirar el barco a siete kilómetros de la costa, evacuarlo y destruirlo.

La nave ardió durante tres días ante la mirada de miles de personas que se trasladaron a los muelles montevideanos para presenciar el dramático episodio. El barco sucumbió y su casco se partió en dos.

Los 1.188 hombres que viajaban en la nave, entre marinos y personal civil, fueron llevados a la capital uruguaya sin derecho a regresar a Alemania. Muchos viajaron a Argentina, entre ellos el capitán, quien se suicidó de un tiro en la cabeza días después en Buenos Aires, abrazado a la bandera de su país y vestido con su uniforme.

La idea de los responsables del proyecto de rescate del Graf Spee es extraerlo en por lo menos cuatro etapas, dijo a IPS el director de operaciones, el buzo uruguayo Héctor Bado.

"Cuarenta por ciento de la embarcación no es visible, porque está enterrada en la arena, así que tenemos que hacer estudios detallados de la zona y ver los daños que ha sufrido", afirmó.

Este lunes se extraerá el telémetro, un instrumento de 27 toneladas en forma de cruz que está ubicado en la torre del acorazado y que servía para afinar la puntería de sus 20 cañones.

El telémetro fue atado a cables de acero y será alzado por medio de una grúa de 60 metros y un poderoso remolcador.

Bado señaló que la operación de este lunes costará unos 100.000 dólares, y que el rescate de todo el barco se realizará en un período de tres años y la inversión requerida para la totalidad de las operaciones llegará a "muchos millones de dólares".

El proyecto es financiado por agentes privados, "que prefieren no dar su nombre", y fue considerado de interés cultural y turístico por el gobierno uruguayo.

El uruguayo Alfredo Etchegaray, propietario de los derechos del Graf Spee, dijo a IPS que las piezas que se rescaten serán restauradas en Uruguay con el apoyo técnico de expertos alemanes, y el barco será exhibido en un museo de Montevideo o en un lugar especialmente destinado sobre la costa. El barco era un orgullo de la ingeniería nazi y uno de los pocos "acorazados de bolsillo", así llamados por pesar tres veces menos que los convencionales.

"Recuperar todas las piezas del barco servirá para que muchos interesados en la historia visiten Uruguay. Los barcos hundidos tienen un gran valor, pero que se va deteriorando. Por eso, cuanto antes se recuperen las piezas mejor", señaló.

La idea del rescate surgió en 1997, cuando el canal internacional de información científica Discovery realizó un documental sobre una operación para sacar uno de los cañones de la nave hundida en las aguas del Río de la Plata.

"Entonces nos dimos cuenta de que había posibilidades de sacar mucho más que un cañón. A partir de allí se comenzaron a tramitar los permisos correspondientes, que se obtuvieron en 2003, y entonces nos lanzamos de lleno", contó Bado.

Sin embargo, la mayoría de los sobrevivientes del hundimiento se oponen a la iniciativa.

"El primer sentimiento que tengo es que deben de dejar el barco en paz. Nuestro capitán se mató y hundió el barco para salvarnos. Ahora no tienen que venir a molestar. Tengo a otro compañero sobreviviente en San Juan que también piensa lo mismo que yo", afirmó Bachmann, de 84 años, ex electricista del acorazado.

Por su parte, el único ex marino del Graf Spee que aún vive en Uruguay, Friederich Adolphe, de 85 años, también pidió que "se deje tranquilo" al barco.

"Yo entiendo que es un tema muy especial para ellos, porque es el lugar donde muchos de sus compañeros perdieron la vida y lo consideran como una suerte de monumento sumergido", dijo Bado.

"Pero el hecho es que todos los que murieron están enterrados en Montevideo, y el barco en tierra será un monumento sobre lo que sucedió. Yo no veo mucho sentido que haya un monumento bajo el agua que se esté desintegrando", añadió.

Por su parte, Etchegaray señaló que respeta el sentimiento de algunos de los ex marinos alemanes que todavía viven, pero subrayó la importancia internacional del proyecto.

El empresario informó que para presenciar los operativos fue invitado el cineasta estadounidense James Cameron, director de la exitosa película "Titanic" (1997), sobre el transatlántico que se hundió en el Atlántico norte en 1912, y aficionado al estudio de barcos hundidos. Cameron todavía no confirmó su presencia.

Para los estudios de la zona se contó con la colaboración de una empresa estadounidense que trabajó en la búsqueda de los restos del transbordador Columbia, que sufrió un accidente fatal en febrero de 2003 cuando regresaba de una misión espacial.

A Montevideo llegaron también expertos de Gran Bretaña y Alemania para trabajar en forma honoraria con el proyecto. Uno de ellos, el alemán Thomas Smidt, colaboró con Cameron en los estudios sobre el Titanic.

Sin embargo, una fuente vinculada al proyecto admitió a IPS que la operación será "muy difícil", "peligrosa" y hasta "un poco utópica", debido al peso de la nave y la existencia de explosivos.

"Meterse es una lotería, pues hay explosivos activos con mecanismos independientes. Con las cargas explosivas no hay problema porque la pólvora no sirve, pero lo peligroso es que hay torpedos con unos 300 kilogramos de TNT, sellados, que pueden dispararse", alertó.

Por su parte, Bado señaló que el proyecto "es la realización de un sueño que tenía desde los 15 años", pero advirtió que todavía sigue siendo un "semisueño".

"Aún no sabemos cuánto nos va a costar. Va a ser un esfuerzo cada vez mayor, porque el peso de las partes va a ser cada vez más grande", indicó.

Mientras, el periodista e investigador argentino Diego Lascano, autor de varios libros sobre el acorazado, comentó a IPS que con este rescate "se pone fin a la leyenda, al mito, y comienza una nueva etapa en la que se podrá ver y tocar el barco".

Lascano, quien para sus libros entrevistó durante 10 años a 30 sobrevivientes en Alemania, Argentina y Uruguay, explicó que muchos de ellos rechazan el proyecto porque "la experiencia del Graf Spee los marcó".

"Eran muy jóvenes cuando se alistaron. La Batalla del Río de la Plata fue su bautismo de fuego, y luego nunca más supieron nada más de la guerra. Todavía tienen un amor paternal hacia su capitán por haberles salvado la vida y para ellos el barco es todo un símbolo. Prefieren que todo quede como está", dijo Lascano.

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