La garra del diablo, una hierba medicinal cultivada en Africa austral y que equivale al imaginado elixir de la vida que todo lo cura por ser usado como tónico antipirético, contra la artritis y los dolores musculares, para reducir el colesterol y un sinfín de terapias más, está en la mira de la OMS.
En la misma situación se encuentra la corteza del árbol Prunus africana, que crece en forma silvestre en los bosques de altura del continente africano y de la isla de Madagascar, empleada contra los problemas de próstata en países europeos, como España.
Esas dos especies vegetales se suman a un muestrario extenso de hierbas medicinales que en las dos últimas décadas han ganado reconocimiento universal, lo cual ha llevado a que ambas corran riesgo de extinción.
El mercado actual en el mundo de esas variedades obtiene ventas anuales de entre 50.000 millones y 60.000 millones de dólares, estimó Hans Hogerzeil, director interino de Drogas y Medicinas Esenciales de la OMS (Organización Mundial de la Salud).
Algunos seguros de salud han comenzado a reconocer a sus asociados esos gastos en hierbas medicinales, que representante una parte de la medicina tradicional, explicó el funcionario.
Pero el auge de los medicamentos herbarios obligó a la OMS a ocuparse de las regulaciones que garanticen la inocuidad y la eficacia de esos productos, precisó Xiaroui Zhang, coordinadora de medicinas tradicionales en la OMS.
La organización sanitaria ha recibido numerosos informes de pacientes que han sufrido efectos perjudiciales para la salud ocasionados por el uso de esos remedios herbarios, confirmó Xiaroui.
En respuesta, se divulgaron esta semana las Directrices de la OMS sobre buenas prácticas agrícolas y de recolección de plantas medicinales, un conjunto de orientaciones destinado a facilitar la tarea de regulación de los gobiernos.
La OMS se propone asegurar que existan medicinas esenciales disponibles, que sean de buena calidad y que sean empleadas de manera racional por médicos y pacientes, dijo Hogerzeil.
Y por extensión, los mismos principios se aplican a las medicinas tradicionales, y en particular, como en este caso, a los medicamentos herbarios, aclaró.
Con la mayor difusión de las plantas medicinales se conocen y se divulgan también los efectos colaterales negativos que producen en algunos casos.
Por ejemplo, puede ocurrir con una droga equivocada, o con la hoja errada pues con frecuencia hay plantas con hojas muy parecidas, pero con efectos totalmente diferentes que en ciertos casos son tóxicos.
En Estados Unidos se registraron en 1997 casos de arritmias cardiacas causados por la substitución accidental del plátano, empleado como aditivo alimentario, por la Digitalis lanata, que se usa por lo general para tratar afecciones al corazón.
Las partidas del supuesto plátano, que en realidad se trataba de la Digitalis lanata, se diseminaron entre más de 150 fabricantes, distribuidores y minoristas durante dos años.
Otro caso fue lo sucedido en Hong Kong, donde se produjeron 14 intoxicaciones con Podophyllum a causa del empleo de esa raíz en reemplazo de Gentiana y Clematis, dos tubérculos conocidos por sus propiedades antivirales. En este caso, la semejanza de las raíces ocasinó el error.
Sin embargo, el trabajo de la OMS excede los fines terapéuticos y se ocupa también de los problemas ambientales, en particular por las amenazas de extinción que pesan sobre algunas variedades preciadas.
Por ejemplo, los tipos de Ginseng silvestre, una planta medicinal muy popular empleada para tratar afecciones digestivas causadas por problemas nerviosos, se encuentran en esa situación de riesgo a causa de la demanda en aumento y de la superexplotación.
Es lo que ocurre con la Prunus africana, sometida a prácticas abusivas pues se le saca corteza en exceso e inclusive se termina derribando el árbol, mencionó la OMS.
Sin embargo, el Centro Internacional de Investigación en Agroforestación y otros organismos se esfuerzan en Africa por preservar al Prunus africano mediante ayudas a los leñadores para que se conviertan en cultivadores de la variedad.
En cuanto a la garra del diablo, de cuyo cultivo viven entre 10.000 y 15.000 agricultores de Namibia, su precio en el mercado cayó en 24 años hasta un 85 por ciento y le quitó toda rentabilidad a la explotación.
Desde hace seis años se ejecuta en Namibia un proyecto de explotación y cultivo sustentable de la garra del diablo que ha permitido obtener una producción certificada y asegurar a la población una fuente constante a precios garantizados.