MIGRACIONES-AMERICA LATINA: El color de la remesa

América Latina registra el mayor crecimiento mundial como región receptora de remesas de dinero de emigrantes, que pasaron a constituir la segunda fuente de financiamiento externo después de la inversión extranjera directa, destacó este viernes Cepal.

Desde inicio de la década del 80, los fondos que los emigrantes envían a sus hogares crecieron a un promedio anual de 12,4 por ciento, señala el estudio divulgado por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), una agencia de la Organización de Naciones Unidas con sede en Santiago de Chile.

Se calcula que unos 20 millones de latinoamericanos y caribeños trabajan fuera de su país de nacimiento, lo cual da caracteres masivos al envío de remesas, que en términos individuales apenas superan los 200 dólares cada mes, indica el informe elaborado por el economista chileno Andrés Solimano.

En 2002 ingresaron alrededor de 25.000 millones de dólares a la región remitidos por los emigrantes a sus familias, cifra que equivale a 3,3 por ciento del total de las remesas que ingresan al mundo en desarrollo.

Solimano precisó a IPS que el estudio se basó exclusivamente en remesas enviadas por canales formales, de las cuales hay registro oficial en los países. "No hay forma de medir el componente informal, que podría ser un 15 o 20 por ciento más", dijo.

Estadísticas de 2001 ubican a México como el segundo receptor mundial de remesas de emigrantes, con 9.900 millones de dólares en ese año, a poca distancia de India que encabezó la lista con 10.000 millones de dólares. Filipinas ocupó el tercer lugar con 6.400 millones.

Una lista de los 20 mayores beneficiarios con el envío de remesas en el mundo incluye a los latinoamericanos República Dominicana, con 2.000 millones de dólares, El Salvador con 1.900 millones, Colombia con 1.800 millones, Brasil con 1.500 millones y Ecuador con 1.400 millones de dólares en 2001.

Según datos obtenidos directamente con las autoridades de Cuba, en 2002 llegaron a ese país remesas por unos 1.100 millones de dólares, cifra superada sólo por los ingresos que genera el turismo, más o menos equivalente a las divisas producidas por el níquel y muy superior a las ventas de azúcar, señaló Solimano.

Los principales países de donde proceden los recursos son Estados Unidos, con 28.400 millones de dólares en 2001, Arabia Saudita con 15.100 millones y Alemania con 8.200 millones de dólares. La lista de los 20 principales emisores incluye como único país latinoamericano a Venezuela, con 700 millones de dólares.

Las migraciones laborales latinoamericanas y caribeñas crecieron a un ritmo sin precedentes en la década del 90. Solimano indica que la mitad de los 20 millones de nacidos en la región que hoy residen fuera de ella abandonaron sus países de origen en aquellos años.

Los mayores receptores de esos movimientos de población fueron Estados Unidos y, en menor medida, Europa. "Las remesas son la contrapartida financiera de esta emigración", comentó el especialista.

El fenómeno tiene numerosos aspectos positivos para los países receptores, que en términos económicos se traducen en apoyo al desarrollo, fortalecimiento de las balanzas de pago, ahorro, inversión, crecimiento, mayor consumo básico, disminución de la pobreza y distribución del ingreso.

El informe de Solimano recomienda, sin embargo, evitar el "síndrome de dependencia de los ingresos de los emigrantes" y advierte contra el riesgo de que los altos volúmenes de divisas que llegan por esa vía induzcan a la apreciación de las monedas locales que impacte negativamente sobre las exportaciones.

El experto destaca, asimismo, el aporte de asociaciones en Estados Unidos de emigrantes de México, El Salvador, Guatemala, Honduras y República Dominicana que brindan donaciones a sus comunidades de origen para financiar proyectos comunitarios y de desarrollo local.

"Algunos gobiernos locales fomentan este tipo de remesas", sostiene el informe. "En el (central) estado mexicano de Zacatecas, por cada dólar donado por las asociaciones (de emigrantes) para la mejora de infraestructura, el gobierno pone dos dólares y en algunos casos tres, de su bolsillo".

"El ahorro público se moviliza así junto con las remesas para financiar proyectos de las comunidades", destaca Solimano, quien consigna en su estudio que mediante ese sistema se han financiado en Zacatecas en los últimos ocho años más de 400 proyectos de tratamientos de aguas y mejoras en centros de estudios, caminos y parques.

En tanto, en Ecuador, un estudio demostró el aporte de las remesas al financiamiento del consumo básico, ya que casi 60 por ciento de éstas se gastan en alimentos, medicinas y arriendo de viviendas.

El informe de Solimano contiene una serie de recomendaciones para mejorar el impacto de los envíos monetarios de los emigrantes sobre el desarrollo interno y potenciar esta contribución reduciendo los costos de las transferencias, que son elevados.

El mercado internacional de envío de remesas es "concentrado y poco competitivo", apunta el experto chileno. Estudios del año pasado indican que los intermediarios de las transferencias de dinero cobran honorarios muy mayores al costo marginal de éstas.

La remesa típica por emigrante en América Latina es de 200 a 300 dólares al mes. Los envíos formales, que quedan consignados en las balanzas de pago, se realizan mediante entidades financieras, oficinas postales y agencias de viaje, con una participación marginal de los bancos comerciales.

Los envíos informales se efectúan generalmente por correos de entrega rápida, envíos postales ordinarios o a través de viajeros.

Los costos de mandar dinero desde Estados Unidos a América Latina fluctúan entre ocho y nueve por ciento de la suma remesada, lo cual es el doble del envío a India o Filipinas. Un estudio empírico demostró que en los países andinos (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) ese costo oscila entre cinco y 12 por ciento.

El informe de Cepal apunta que en los costos de transferencia de dineros es también más alto para América Latina el componente cambiario, como se entiende en este caso la subvaluación del tipo de cambio que usan los intermediarios para convertir las divisas a moneda local.

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