El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, eligió a un supuesto colaborador del Partido Republicano en viejas operaciones encubiertas como conductor de la comisión que investiga los datos de inteligencia usados para fundamentar la invasión de Iraq.
El juez de apelaciones Laurence Silberman, quien copresidirá la comisión con el senador demócrata Charles Robb, habría jugado en 1980 u 1981 un papel clave para establecer contactos con el gobierno islámico de Irán durante la llamada ”crisis de los rehenes”.
En noviembre de ese año, varios estudiantes iraníes simpatizantes de la entonces flamante Revolución Islámica ocuparon la embajada estadounidense en Teherán y tomaron como rehenes a sus funcionarios.
La ocupación duró meses y puso en jaque la imagen del entonces presidente Jimmy Carter (1977-1981), que peleaba por la reelección.
Según versiones insistentes, Silberman, miembro del equipo de campaña del entonces candidato republicano Ronald Reagan, organizó en 1980 contactos secretos con iraníes para que la toma de rehenes continuara hasta pasadas las elecciones de ese año, para perjudicar a Carter.
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Reagan presidió luego Estados Unidos durante dos periodos, entre 1981 y 1989.
Luego de obtener su puesto en el Tribunal de Apelaciones, Silberman asesoró en secreto a políticos de derecha que lanzaron una campaña contra el ex presidente Bill Clinton (1992-2001) durante la polémica por su relación con la becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky.
La comisión creada la semana pasada estará integrada además por otros cinco hombres designados por Bush. Otros dos no han sido escogidos aún.
Los cinco miembros ya designados son el senador republicano John McCain, el ex asesor presidencial demócrata Lloyd Cutler, el presidente de la Universidad de Yale, Richard Levin, el ex vicedirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) William Studeman, y el ex juez de apelaciones Pat Wald.
El presidente Bush rechazó los pedidos de algunos congresistas demócratas para que se abriera un debate sobre la integración del cuerpo.
Además, aclaró que sólo se investigará si la inteligencia estadounidense se equivocó al afirmar que el régimen de Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva, el argumento usado por Washington para invadir ese país árabe.
La comisión tendrá que presentar su informe final el 31 de marzo de 2005, es decir, luego de las elecciones presidenciales, previstas para noviembre de este año.
”La semana pasada, nuestro ex jefe inspector de armas David Kay señaló que algunos de los datos de inteligencia usados por Estados Unidos y otros países antes de la guerra no habían sido confirmados. Estamos decididos a investigar por qué”, señaló Bush días atrás.
La mayoría de los congresistas demócratas objetan que la comisión tiene un mandato limitado.
”El presidente Bush no permite que se preste atención al creciente número de preguntas que se hacen millones de estadounidenses sobre las afirmaciones de su gobierno antes de la guerra en Iraq”, dijo el senador demócrata Tom Daschel.
Los demócratas señalan que la presión ejercida por varias personalidades del gobierno, en especial por el vicepresidente Dick Cheney, contribuyó a que los servicios de inteligencia cometieran errores y se exagerara la supuesta amenaza iraquí.
Los congresistas opositores también quieren que la comisión investigue las afirmaciones hechas por el gobierno de Bush antes de la guerra sobre los supuestos vínculos de Saddam Hussein con la red terrorista Al Qaeda, del líder saudita Osama bin Laden.
Sin embargo, ciertos demócratas valoran que Bush haya designado a algunos hombres de distinta postura ideológica y con cierta reputación de independencia.
”Es una comisión mucho más equilibrada y mucho más profesional de la que me esperaba”, señaló el ex analista de la CIA Mel Goodman, quien en más de una ocasión acusó a Bush de exagerar la información de inteligencia sobre Iraq.
”Parece que los pragmáticos en la Casa Blanca dijeron: 'Es importante incluir buenos nombres para que no nos ataquen'”, dijo Goodman.
La presencia de McCain, rival de Bush en las internas republicanas de 2000, es vista también por algunos como una garantía de independencia de la comisión.
Studeman es bien respetado entre los analistas, y Cutler, ex asesor de los presidentes Carter y Clinton, goza de una buena reputación de independencia. Además, Wald es reconocido por haber formado parte del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia.
La designación de Silberman y Wald es curiosa, dada la pública enemistad entre ambos.
En su libro ”Blinded by the Right” (”Cegado por la derecha”), el periodista David Brock aseguró que Silberman le había proporcionado ”información falsa” sobre Wald porque ”lo odiaba con pasión”.
Brock señaló además que Silberman fue uno de los principales impulsores de las campañas contra Clinton en los años 90, en las que se esgrimieron muchas acusaciones sin fundamento alguno.
”El estaba detrás de escena como asesor de los editores del periódico conservador The Wall Street Journal, y deleitaba a sus lectores con ácidas críticas a la prensa liberal”, escribió Brock.
Pero su participación en los contactos secretos con Irán en 1980 es sin duda lo más polémico de su pasado.
Silberman habría organizado una misteriosa reunión en Washington el 2 de octubre de ese año, un mes antes de las elecciones, con el asesor de política exterior de Reagan, Robert McFarlane, y al menos un traficante de armas iraní.
Ese encuentro fue la culminación de una serie de conversaciones secretas entre los jefes de campaña de Reagan y representantes del líder religioso de la Revolución Islámica, ayatolá Ruollá Jomeini.
En las reuniones se habría acordado mantener la toma de rehenes en la embajada hasta después de los comicios. A cambio, Irán recibiría armas estadounidenses a través de un intermediario israelí.
Reagan y Silberman siempre negaron esta versión.