Es poco probable que la compañía Parmalat sobreviva en Brasil, tras convertirse en la segunda mayor procesadora de leche en el país, un imperio recién construido en los años 90.
Ese desenlace parece inevitable, pese al esfuerzo de muchos por salvar la conocida marca, una estructura de ocho unidades industriales, siete centros de distribución y los empleos directos de más de 6.000 trabajadores, según el presidente de la Asociación Brasileña de Productores de Leche, Jorge Rubez.
Es que el problema central ”no fue de mala administración o falta de credibilidad de la marca, sino de fraude pesado, de robo”, con escándalo en Italia, y ello hace naufragar la imagen del grupo, explicó Rubez a IPS. Hay incluso indicios de que sus empresas en Brasil también fueron involucradas en ilegalidades.
Tal situación, junto con la falta de pago o el riesgo de insolvencia, aleja a los proveedores de leche, y sin la materia prima no hay cómo mantener una industria de lácteos, observó.
Además, la intervención de Parmalat Brasil, decretada por el Poder Judicial el 11 de este mes, y la gravedad de los hechos en Italia, con muchos dueños y administradores presos, crearon un problema jurídico nacional e internacional, que impide una solución con la rapidez necesaria para la salvación de la marca, evaluó Rubez.
En el caso improbable de que apareciera alguien dispuesto a adquirir empresas cuya deuda es muchas veces superior a su patrimonio, ¿a quién se las compraría?, preguntó el dirigente empresarial, para destacar la incertidumbre sobre quienes responden hoy por el grupo.
En las últimas dos semanas se disiparon las esperanzas de que las filiales brasileñas, un negocio de 600 millones de dólares anuales, podrían escapar al contagio de la crisis de la sede de Parmalat en Italia.
Eso ocurrió al descubrirse que las deudas del grupo en Brasil ascienden a 2.400 millones de dólares y que el Banco Central comprobó irregularidades en el envío de grandes sumas al exterior de 1996 a 1999.
Ante la crisis y las sospechas de fraude, un tribunal de Sao Paulo intervino la Parmalat brasileña, separó de ella a sus directivos y nombró como interventor a Keyler Carvalho Rocha. Diputados estudian la creación de una Comisión Parlamentaria de Investigación sobre el asunto.
Los principales perjudicados son los más de 6.000 asalariados del grupo y los pequeños agricultores que vendían su leche a Parmalat, en una cantidad desconocida pero que ”debe superar los 30.000”, dijo a IPS el vicepresidente de la Confederación Nacional de los Trabajadores en la Agricultura (Contag), Alberto Ercilio Broch.
El escándalo, ”uno de los mayores del siglo en ámbito nacional e internacional”, creó también una grave situación para otros pequeños ganaderos, ya que la oferta en el mercado de quienes eran proveedores de Parmalat causó una fuerte caída de precios, señaló Broch.
La Contag participa en la búsqueda de soluciones, demanda que los pequeños proveedores y los asalariados sean los primeros en cobrar deudas de Parmalat, y rechaza la idea de vender la empresa a otro grupo transnacional.
La adquisición por la suiza Nestlé, que ya es la mayor procesadora de leche en Brasil, determinaría una peligrosa monopolización del sector, comentó Broch.
El sindicato de trabajadores agrícolas aprovecha la crisis para promover un debate sobre la política lechera en Brasil, y defiende el fortalecimiento de cooperativas e industrias locales contra el proceso de concentración ocurrido desde la década pasada, cuando Parmalat ”incorporó numerosas cooperativas y pequeñas industrias, y desestabilizó el mercado”.
Según Broch, también hay que aumentar los precios pagados a los productores, ya que en Brasil se registran los más bajos entre los países de gran producción de leche.
La alternativa defendida por la Contag, de solución de la crisis por iniciativas locales, y en algunos casos mediante el traspaso de las plantas industriales a cooperativas de productores de leche, coincide con la idea de dividir la Parmalat brasileña, admitida por el ministro de Agricultura, Roberto Rodrigues, y de hecho es lo que viene ocurriendo.
La industria de lácteos Batavia, con marca propia en el meridional estado de Paraná, pero de cuyas acciones Parmalat posee 51 por ciento, pasó a ser administrada por dos cooperativas lecheras, socias minoritarias, y ese cambio se apoyó en una decisión judicial.
Es probable que una unidad de Parmalat en Carazinho, en el extremo sur de Brasil, quede bajo control de los productores lecheros que la abastecen, si no es adquirida por un competidor.
En Itaperuna, municipio del estado de Río de Janeiro, otra decisión judicial otorgó la gestión de la planta local de Parmalat a una comisión de cinco miembros, que representan a sindicatos, cooperativas y autoridades locales.
La situación ”tiende a normalizarse en 40 o 60 días”, con el pago a los agricultores a quienes se debe dos meses de suministro, dijo a IPS el presidente del Concejo de Itaperuna, José Geraldo Pardal, él mismo uno de los acreedores, como pequeño productor de 150 a 200 litros de leche por día.
La comisión gestora ya logró pagar a los 400 asalariados, y también los suministros de la primera quincena de febrero, informó el concejal.
La planta local de Parmalat, sin embargo, procesa en la actualidad sólo 40 por ciento del volumen normal antes de la crisis, que llegaba a 500.000 litros diarios, apuntó.
En ese caso, la marca Parmalat sigue vigente, pero la disminución de los productos del grupo en los supermercados, al igual que las soluciones locales para la crisis, tienden a borrar la marca italiana, que hasta el año pasado tenía 15 por ciento del mercado brasileño de leche de larga duración y se destacaba en otros productos lácteos, como yogur y crema de leche.