BRASIL: Israel alimenta tráfico de órganos humanos

Al menos 30 ciudadanos de Brasil vendieron sus riñones a una red de traficantes de órganos que hacía transplantes en Sudáfrica y tenía en Israel su principal fuente de financiación.

Esta es una de las conclusiones de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del nororiental estado brasileño de Pernambuco, que inició sus trabajos en diciembre y ayudó a revelar casos concretos del esquema criminal junto con la justicia y la policía federal.

Dos ciudadanos israelíes, Gedalya Tauber y Eliezer Ramon, y seis brasileños están detenidos en Recife, capital de Pernambuco, acusados de ser integrantes activos del grupo que reclutaba a ”vendedores” de riñones, informó a IPS el legislador Raimundo Pimentel, presidente de la CPI.

Los aspirantes a vender sus órganos eran llevados a la ciudad sudafricana de Durban, donde las operaciones de transplante se efectuaban en el hospital Saint Augustine. Los receptores eran principalmente israelíes que reciben de sus seguros de salud entre 70.000 y 80.000 dólares para cirujías en el exterior, en caso de necesidad.

Los brasileños, reclutados en barrios pobres de Recife, empezaron por recibir 10.000 dólares por cada riñon, pero la gran oferta hizo bajar el precio a 3.000 dólares, según Pimentel, médico cirujano y diputado de la Asamblea Legislativa de Pernambuco.

Las informaciones obtenidas por la CPI indican que esa red también comprendía a ”donantes” rusos y rumanos y benefició a enfermos renales de Estados Unidos e Irán, además de israelíes.

En Brasil el comercio de órganos es un delito punido con hasta ocho años de prisión, por una ley aprobada en 1997. En caso de muerte de quien vende su órgano, la pena puede elevarse a 20 años. Incluso quien oferta puede ser encarcelado por tres a ocho años.

La donación de órganos es voluntaria y los aspirantes a recibirlos se inscriben en una lista de espera, cumpliendo criterios de urgencia y compatibilidad, lo cual evita que exista un mercado en el que sólo los más ricos serían beneficiados.

Tauber, un policía jubilado israelí, confesó ante los diputados haber iniciado la búsqueda de ”donantes” en Recife casi dos años atrás, atendiendo el pedido de un compatriota que promueve transplantes fuera de Israel.

Un capitán retirado de la Policía Militar de Pernambuco, Ivan Bonifacio da Silva, uno de los brasileños detenidos, fue su primer socio en la red. Ambos se conocieron en un curso para policías en Estados Unidos y también crearon una empresa en Holanda, supuestamente para el comercio de armas y entrenamiento de empresas privadas de seguridad.

Tauber declaró que no imaginaba estar cometiendo un delito, ya que se trataba de una operación legal relacionada con el gobierno de su país y, además, constituía un doble beneficio: salvaba la vida de enfermos crónicos y ofrecía un ingreso para gente ”muy pobre, que muere de hambre”.

La embajada de Israel emitió una nota el martes negando la participación de su gobierno en el comercio ilegal de órganos. Pero admitió que sus ciudadanos, en casos de emergencia, pueden hacer transplantes fuera del país, ”de manera legal, cumpliendo las normas internacionales”, y con apoyo financiero de su seguro médico.

La postura israelí es por lo menos ”antiética”, calificó Pimentel, pues el tráfico sólo se hace posible en forma masiva si cuenta con una fuente importante de recursos, en este caso el sistema de salud de Israel.

La experta estadounidense Nancy Scheper-Hughes, que dirige el proyecto Organs Watch de la Universidad de Berkeley, en California, prestó un testimonio a la CPI de Pernambuco, señalando que la red internacional de tráfico de órganos empezó hace 12 años, impulsada por el cirujano Zacki Shapira, ex director de un hospital en Tel-Aviv.

Más de 300 transplantes de riñones fueron hechos por Shapira, a veces acompañando pacientes a otros países, como Turquía. Los receptores son muy ricos o cuentan con buenos seguros médicos y los ”donantes” son personas muy pobres de Europa oriental, Filipinas y otros países en desarrollo, aseveró Scheper-Hughes, cuya especialidad es la antropología médica.

Según relató Pimentel a IPS, la investigadora dijo haber observado en Israel un extendido convencimiento de que ese comercio ”salva vidas y ayuda a los pobres”.

La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional, que se refiere a la prevención, represión y sanción de la trata de seres humanos, incluye en su definición de la explotación humana la extirpación de órganos.

También la Organización Mundial de la Salud condenó la práctica de venta de partes del cuerpo humano, prohibió la publicidad de órganos a cambio de un precio y estableció el principio de igualdad respecto de las donaciones.

La venta de órganos es ilegal en buena parte del mundo. ”Pero las sanciones en un país pueden estimular el tráfico en un país vecino. Los pacientes ricos están dispuestos a viajar largas distancias para obtener un transplante”, afirma un artículo de Scheper-Hughes titulado ”El nuevo canibalismo”.

”El pago por órganos y tejidos para donación y transplante debe estar prohibido. El incentivo económico compromete el carácter voluntario de la decisión y la base altruista de la donación de órganos y tejidos”, afirma una resolución de la Asociación Médica Mundial, de noviembre de 2000.

”Los órganos que se sospeche hayan sido obtenidos a través de una transacción comercial no se deben aceptar para un trasplante”, añade el documento.

Además de desmantelar la mafia en Pernambuco, las investigaciones de la CPI, la policía y la justicia revelaron las condiciones necesarias al tráfico masivo de órganos. Los recursos de Israel ”fueron el factor determinante” para operar la red, sostuvo Pimentel.

Sin embargo, en su opinión, no tienen sentido los rumores que aterrorizan a muchas comunidades desde hace algunos años, sobre un tráfico generalizado y sobre niñas o niños secuestrados que aparecen pocos días después sin un riñón u otro órgano.

El tráfico de órganos exige muchos recursos financieros y técnicos, por los problemas de compatibilidad entre donante y receptor, y las cirujías no se hacen en cualquier hospital, argumentó.

Según informaciones que maneja la CPI, algunas cirujías practicadas en Durban costaron 200.000 dólares. Un paciente que gasta tanto no aceptaría un transplante sin excelentes condiciones y un éxito prácticamente seguro, concluyó el cirujano y diputado.

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