INFANCIA-SWAZILANDIA: Huérfanos del sida al mando del hogar

Los huérfanos ya no tienen quién los cuide y quedan al frente de sus hogares en Swazilandia, donde 40 por ciento de la población adulta está infectada con el virus del sida.

”Si no fuera por mi hermana, estaría completamente solo”, dijo Themba, de nueve años, que vive con su hermana Mónica, de 13, en la aldea rural de Luve, 40 kilómetros al norte de la ciudad central de Manzini.

”Vivimos gracias a los paquetes de ayuda de la Cruz Roja, que traen frijoles, harina de maíz, velas, jabón y pasta de dientes”, contó.

Themba y su hermana viven en un complejo de tres chozas de barro y tejas. El agua la obtienen de un arroyo que queda a un kilómetro de distancia.

”La enfermera de la clínica nos dijo que debemos hervir el agua antes de beberla, pero estamos demasiado cansados para hacer eso”, manifestó el niño.

Hasta hace algunos años, regía en Swazilandia la tradición de velar por todos los miembros de la familia, aunque fueran parientes lejanos. Si un niño o niña quedaba huérfano, algún familiar se hacía cargo.

La mayoría de las familias son polígamas en este reino de Africa austral. Un niño puede ser criado por la primera esposa del padre, y no por su madre biológica.

Pero la descontrolada epidemia de sida trastornó esta tradición. ”La familia extendida se ha roto. No hay lugar para los huérfanos”, lamentó Martin Weber, médico de la Cruz Roja Internacional. ”El sida creó estos huérfanos”, agregó.

Cuarenta por ciento de los adultos están infectados con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida) como resultado de las deficiencias del sistema de salud pública y de la negativa de la mayoría de la población a reconocer la gravedad de la enfermedad.

Es tabú que una persona admita públicamente estar infectada con el VIH, y como tantas lo están -hasta la mitad de los varones y mujeres de 20 a 30 años-, la epidemia se propaga sin control.

”Como resultado, los padres mueren de sida y dejan atrás a sus hijos, mientras crece en forma alarmante la mortalidad de menores de cinco años debido a la transmisión del VIH de madre a hijo”, explicó Weber.

La Comisión Nacional de Respuesta de Emergencia al VIH/Sida predijo que, para 2010, habrá 120.000 huérfanos en menos de 900.000 habitantes.

Muchos niños quedan a cargo de sus abuelos, pero ni unos ni otros pueden hacer el trabajo agrícola necesario para obtener sus alimentos.

”Primero muere el padre de sida, y luego la madre. Hay más niños jefes de hogar en las áreas rurales… Los niños mayores dejan la escuela para trabajar el campo, pero no pueden hacerlo tan bien como un adulto”, explicó Albertina Nyatsi, de la Organización de Apoyo a las Víctimas del Sida de Swazilandia.

En estas circunstancias, es esencial satisfacer las necesidades alimenticias de personas vulnerables como los huérfanos, destacó Angela Van Rynbach, representante nacional del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas.

Gracias a la ayuda humanitaria, no se ha reportado la muerte por inanición de ningún niño en los últimos cinco años, pese a la constante reducción de las cosechas.

Esto se debe a que los campesinos conocen la situación de sus vecinos, y aunque no estén en condiciones de ofrecer ayuda directa a los necesitados llaman la atención de las agencias humanitarias, en especial hacia los hogares encabezados por niños, niñas o adolescentes.

Bongani Mduli tiene 17 años y está a cargo de sus dos hermanos menores, Sempiwe, de 16 años, y Justin, de 12. Su padre murió de sida en 2001, y su madre le siguió en 2002.

Los tres adolescentes viven en una pequeña choza en un asentamiento informal de Manzini, una ciudad comercial del centro del país.

No tienen electricidad, saneamiento ni agua corriente. En las noches frías, usan una garrafa de gas como estufa, y obtienen agua barrosa de un arroyo que queda a medio kilómetro. Se alimentan gracias a la ayuda del PMA.

Pese a convertirse en jefe de hogar antes de tiempo, Bongani tiene esperanza porque él y sus hermanos retomaron sus estudios. ”Debí dejar la escuela cuando se acabó el dinero, pero por suerte una organización pagó nuestras cuotas escolares. No tenemos zapatos, pero podemos ir descalzos”, contó.

Los hermanos menores aprecian los esfuerzos de Bongani. ”No sé cómo podremos retribuirle algún día. Todos los días se asegura de conseguirnos algo que comer, aunque sea un poco”, dijo Sempiwe.

Weber subrayó que, aparte de la alimentación, es necesario atender las necesidades educativas de los huérfanos.

”Los niños señalan una escuela y dicen: 'Yo iba allí, pero ahora no tengo dinero'… Si no se hace algo al respecto, los huérfanos se irán a las ciudades y se volverán delincuentes”, advirtió.

Pero muchas organizaciones sociales sí se preocupan de atender la situación integral de los huérfanos, más allá de su alimentación. Sus programas incluyen atención médica, educación y enseñanza de oficios. (

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