Los presidentes Néstor Kirchner, de Argentina, y George W. Bush, de Estados Unidos, eligieron México, al igual que otros homólogos suyos, para dirimir en vivo y en directo los roces surgidos por Cuba y otros sobresaltos de Washington respecto de América Latina.
La reunión, a realizarse en ocasión de la Cumbre Extraordinaria de las Américas de este lunes y el martes en la nororiental ciudad mexicana de Monterrey, fue pedida por Bush para examinar la reanudación de ejercicios militares conjuntos, suspendidos por Buenos Aires, y la situación de la región, en particular de Bolivia, según fuentes diplomáticas argentinas.
Pero la insistencia periodística local respecto de que el encuentro se había armado a pedido de Washington enojó a Kirchner, quien dijo que a Argentina "no la cita nadie y menos para retarla, porque es un país independiente y con dignidad". Además, prometió ganarle "por nocaut" a Bush en la entrevista, una humorada que después debieron aclarar sus funcionarios.
Es que el encuentro de la semana próxima viene precedido de enfrentamientos verbales sucesivos provocados por las declaraciones del subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos de Estados Unidos, Roger Noriega, de que Washington estaba "decepcionado y preocupado por la relación del gobierno argentino con Cuba.
Noriega, un funcionario estadounidense pero de origen cubano, fundamentó el martes su comentario en el hecho de que el canciller argentino, Rafael Bielsa, se había negado a reunirse con disidentes en su vista en octubre a la isla caribeña de régimen socialista. A ello se sumó el anuncio del propio Kirchner de que viajara en febrero a La Habana.
El gobierno argentino se consideró "agraviado" por los comentarios y por eso Kirchner se ocupó personalmente de aclarar públicamente que su reunión con Bush no respondía a ningún llamado de atención de Washington.
Sin embargo, este cruce de comentarios entre Buenos Aires y Washington no resulta extraño desde el momento en que Kirchner ha adoptado un estilo duro en relación a la potencia de América del Norte.
Una estrategia que, a juicio de expertos, responde tanto a la intención del mandatario de diferenciarse de sus predecesores como de fortalecer el consenso interno con consignas que expresan los sentimientos antiestadounidenses de amplios sectores de la población argentina.
"La política exterior de Kirchner es en gran medida una política para consumo doméstico, una parte sustancial de sus gestos está dirigida a presentar una imagen diferente de los gobiernos anteriores y a consolidar el consenso interno", explicó a IPS Marcos Novaro, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
"Hay más gestos que decisiones concretas, no hay hechos significativos pero sí de gran repercusión en los medios" de comunicación, sostuvo.
Por su parte, Enrique Arceo, economista del Instituto de Estudios y Formación de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), cree que Kirchner se diferencia de sus antecesores Carlos Menem (1989-1999) y Fernando de la Rúa (1999-2001), cuyas políticas exteriores "estuvieron basadas en un alineamiento automático con posiciones norteamericanas (estadounidenses)".
"Esto ha cambiado con Kirchner, pero todavía es prematuro juzgar sobre las implicancias de este cambio en términos estratégicos", apuntó.
Según Arceo, la respuesta firme de Argentina a Estados Unidos "tiene un amplio consenso social y refleja el rechazo mayoritario a la arrogancia de ese país y a una política servil como la practicada por Buenos Aires desde comienzos de los año 90" hasta la caída del gobierno de De la Rúa en diciembre de 2001 en medio del colapso económico y la consecuente revuelta social.
Fue recién en el gobierno interino de Eduardo Duhalde, el antecesor de Kirchner que asumió en enero de 2002 nombrado por el Congreso para completar el mandato de De la Rúa, que Argentina se abstuvo de votar la moción de condena contra Cuba que cada año impulsa Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos de las Organización de las Naciones Unidas.
"La condena a Cuba jamás tuvo apoyo en la sociedad argentina y fue una de las actitudes que marcó la crisis de la Alianza liderada por De la Rúa", que había llegado al gobierno con gran expectativa de parte de sectores que habían apostado a ella como recambio político del menemismo y de su expresada política de "relaciones carnales" con Estados Unidos, destacó.
Fuentes diplomáticas indicaron ahora que Argentina se abstendrá en la próxima votación sobre Cuba en la comisión humanitaria de la Organización de las Naciones Unidas.
Pero no todo son diferencias entre Buenos Aires y Washington. "El gobierno de Kirchner ha explicitado su coincidencia básica con el modelo de crecimiento propugnado por Estados Unidos, centrado en las exportaciones en el marco de un mercado mundial unificado y desregulado", precisó Arceo.
A su vez, Novaro sostuvo que "hay muchos gestos de desafío hacia Estados Unidos, pero, al mismo tiempo, hay un acercamiento, ya que el gobierno (argentino) considera prioritaria su relación con Washington, aun por encima de la relación con la Unión Europea (UE) e, incluso, con Brasil".
En ese sentido, en medios diplomáticos consideraron que la búsqueda de protagonismo y la necesidad de destacarse entre los demás líderes de la región han llevado al presidente a tener "un comportamiento excesivo", que incluso han provocado roces con mandatarios vecinos, en particular con su par de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y con mayor frecuencia con el uruguayo, Jorge Batlle.
De acuerdo con el economista de la CTA, no se trata sólo de una política de gestos, los que, por otra parte, "tienen costos, pues suponen un compromiso que no es fácil luego ignorar.
"El problema es el desarrollo de la capacidad de movilización de los sectores populares para exigir su cumplimiento en caso que se pretenda reducirlos a un mero juego de pirotecnia y para exigir políticas susceptibles de revertir en profundidad las consecuencias del modelo neoliberal", precisó Arceo.
El viernes pasado, mientras en Buenos Aires se bajaba el tono de las declaraciones rspecto de Washington, el Fondo Monetario Internacional (FMI) informó que había aprobado "sin modificaciones la primera revisión del acuerdo que suscribió el año pasado con Argentina.
Portavoces gubernamentales vincularon la actitud del FMI con un respaldo por parte de Estados Unidos y un reconocimiento del esfuerzo invertido en alcanzar las metas comprometidas con los organismos multilaterales de crédito.
En otro orden, Novaro y Arceo coincidieron en que el Mercosur (Mercado Común del Sur, que Argentina integra con Brasil, Paraguay y Uruguay) se ha consolidado como una política de estado, como un objetivo estratégico prioritario, aún cuando el proceso de integración no ha avanzado en los últimos años. "Es el aspecto de la política exterior con mayor consenso", precisó.
No ocurre lo mismo con el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que se intenta crear a instancias de Estados Undios, que es abiertamente rechazado por la población argentina, aún cuando su gobierno participa en las negociaciones al respecto.
La posición del gobierno de Kirchner, tal como la expresó Bielsa, es que, si Argentina quiere un acuerdo que contemple sus intereses, "tiene que estar en el juego, involucrarse de manera sensata y hacer valer sus condiciones".
Al respecto, Tomás Raffo, economista de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), consideró inaceptable "cualquier acuerdo que implique que Argentina tenga que conceder mayor apertura comercial y dar seguridad total de las inversiones extranjeras".
"Hoy se plantea el aumento de las exportaciones como una solución para todo, aun cuando se incrementen el desempleo, la concentración económica y la pobreza", apuntó Raffo.
"No hay diferencias, sumarse al ALCA en esas condiciones es como si nada hubiera cambiado. Es como profundizar lo que se hizo en los años 90", señaló.
En la opinión de Arceo, "aún aceptando el modelo de integración propuesto por Estados Unidos, la pretensión de ese país de mantener sus subsidios a los productores agrícolas y su política antidumping (comercio desleal) implican una inaceptable asimetría en el reparto de los costos de la apertura económica".
"En argentina, donde 70 por ciento de sus 37 millones de habitantes se oponen al ALCA, resultará extremadamente difícil argumentar que se han obtenido ventajas suficientes para compensar que se nos obliga a reprimarizar aún más nuestra economía y, por otra parte, se nos cierra el mercado necesario para colocar una producción primaria creciente", agregó.
En noviembre concluyeron las Primeras Jornadas de la Consulta Popular sobre el ALCA, la Deuda y la Militarización, en las que casi tres millones de personas votaron contra el acuerdo continental en creación.