Criadores de vacas, obreros lácteos, consumidores, comerciantes y gobiernos de América Latina ven arder la crisis de la empresa transnacional Parmalat, que quebró en su país de origen, Italia, y han puesto a remojar sus barbas (en leche, naturalmente).
"Nada pasará con la producción y abastecimiento de lácteos en Brasil. Si perdura la crisis y Parmalat tiene que interrumpir o reducir sus operaciones, otras industrias ocuparán su lugar", aseguró a IPS Jorge Ruibez, presidente de la Asociación Brasileña de Productores de Leche.
Parmalat Brasil tiene nueve fábricas, compra 1.000 millones de litros de leche al año a unos 10.000 criadores, emplea a 6.000 trabajadores y sus ventas suman 600 millones de dólares anuales. Es la segunda firma del ramo en el mercado brasileño detrás de otra trasnacional, la suiza Nestlé.
El problema de la compañía italiana "no afecta para nada, hasta el momento, su sistema de producción en Argentina", aseguró a IPS un portavoz en Buenos Aires, donde Parmalat factura 65 millones de dólares anuales, con 150 productos, pero es apenas la octava empresa láctea, al procesar 250 millones de litros anuales, cinco o seis veces menos que las dos líderes.
Los proveedores argentinos no tendrían problema para colocar su producto "porque 40 por ciento de la industria está ociosa", según fuentes del Ministerio de Economía, aunque Carlos Nassif, del gremio Confederaciones Rurales, expresó preocupación a IPS pues los productores "deberán adaptarse a las exigencias de nuevas empresas".
En Venezuela, los afectados pasaron rápidamente a la ofensiva: Agustín Campos, presidente de la Confederación de Ganaderos y Agricultores, dijo a IPS que como no todas las plantas de Parmalat trabajan a plena capacidad "podemos intervenir y participar para reactivarlas", con ayuda del Estado.
La dirigente sindical Marcela Máspero, de la Unión de Trabajadores, también manejó la idea de "una cogestión obrero-empresarial si el Estado interviene", y Rodrigo Agudo, de la Cámara de Industrias Lácteas, pidió atención integral al sector, que incluya mejoras del financiamiento y el sistema de precios.
El ministro de Producción y Comercio, Wilmar Castro, estudia los balances de la empresa, que "está en total producción", según dijo. "Si es necesario que el Estado intervenga, lo haremos", aseguró. Parmalat Venezuela, con siete fábricas de decenas de productos y 2.500 operarios, factura 250 millones de dólares anuales.
En Chile, la empresa ha sido de dimensiones más modestas. Opera dos plantas y cuatro centros de distribución de un centenar de productos, tras procesar 80 millones de litros al año, apenas siete por ciento de la producción chilena.
En Uruguay, donde la lechería es un sector con importante peso en el producto interno bruto y las exportaciones, Parmalat, con una planta, es la segunda empresa láctea detrás de la tradicional cooperativa Conaprole. Abastece a un quinto del mercado interno, y más de la mitad de su actividad se orienta hacia la exportación, con ventas totales de 36 millones de dólares el último año.
La compañía uruguaya "podría funcionar sin ningún problema, siempre que los acreedores internacionales respeten los plazos", pese a que todo su paquete accionario está en manos de la casa matriz, dijo a IPS su gerente comercial, Mariano Gutman.
La entrevista se realizó mientras Gutman esperaba noticias del peregrinaje de otros ejecutivos locales, que como muchos de la región partieron a discutir con los nuevos jefes en la septentrional ciudad italiana de Parma, sede de la compañía.
En los años 90, Parmalat lanzó una ofensiva de conquista sobre América Latina, e instaló en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, República Dominicana, Uruguay y Venezuela parte de las 139 plantas que desparramó por el mundo, empleando 36.000 personas, de ellas 16.000 en la región.
La mitad de las ganancias de la empresa se ha generado en las operaciones en el continente americano, cuyas filiales produjeron en 2002, por ejemplo, dividendos de unos 380 millones de dólares.
Parmalat se hizo muy popular en América Latina con centenares de productos de consumo masivo, desde leche hasta galletas y desde yogures a jugos. Entre sus estrategias de mercadeo se destacó el patrocinio a clubes de fútbol, para emular su desempeño con el Parma italiano: Palmeiras en Brasil, Boca Juniors en Argentina, Peñarol en Uruguay o Italchacao en Venezuela.
Por eso la región entera sigue con atención el escándalo que estalló a mediados de diciembre, cuando la transnacional, que facturaba en el mundo 9.500 millones de dólares anuales, fue incapaz de cubrir el vencimiento de un bono de 186 millones de dólares.
Quienes le han servido discuten el reparto de culpas. "Es inadmisible que se afirme que por las inversiones de Parmalat en América Latina se produjo la quiebra de la empresa. Como siempre, nos quieren echar el agua sucia", dijo a IPS Francisco Maltes, sindicalista del central departamento colombiano de Cundinamarca, donde opera la planta de la firma.
Parmalat fue declarada en bancarrota en Italia, y su fundador, Calisto Tanzi, está en prisión con otra decena de ex altos directivos. El agujero en las finanzas de la compañía, ocultado durante 15 años mediante fraudes contables, se calcula en unos 12.700 millones de dólares. Bancos y auditores que trabajaron con la empresa están en el ojo del huracán.
Es probable que las piezas regionales de Parmalat no fueran del todo ajenas al tinglado de la estafa, aunque, como explicó a IPS un ejecutivo de la Cámara Venezolano-Americana que prefirió el anonimato, "el funcionamiento de casi todas las filiales ha sido autónomo, excepto por los aportes iniciales de capital (desde la matriz) y la remisión de dividendos a los accionistas" en Italia.
Es lo que han mostrado, por ejemplo, Rafael Arcuri, presidente de Parmalat Ecuador, y Fabián Albuja, de la estatal Superintendencia de Compañías de ese país, luego de que una visita de Tanzi a Quito creó sospechas de que la filial ecuatoriana se había usado para birlar 800 millones de dólares de las finanzas de la trasnacional.
"El patrimonio de Parmalat Ecuador es de 21 millones de dólares y su capital accionario de 800.000. El ingreso de 800 millones se habría hecho sentir", dijo Arcuri, y Albuja corroboró que "no hay inversión adicional alguna" en la empresa.
En cambio, investigadores en América del Norte y Europa colocan la lupa sobre Bonlat, una filial de Parmalat en el paraíso fiscal caribeño de Islas Caimán, a donde Tanzio habría desviado irregularmente al menos 600 millones de dólares.
El presidente de Bonlat es el mismo de Parmalat Venezuela, el joven Giovanni Bonici, quien ha vivido días de clandestinidad y se entregó este viernes a la justicia italiana.
"No he escapado, no soy un Bin Laden, mis conocimientos de Bonlat son muy, muy limitados, y la mayoría los tengo desde hace unas semanas, porque siempre estuve concentrado en el manejo de los negocios en Venezuela", había dicho Bonici a periodistas.
Fausto Tonna, el detenido ex director financiero central de Parmalat, dijo a los fiscales italianos que le interrogaron que una de las razones para el fraude contable durante años fue "la necesidad de cubrir puntos débiles en las empresas sudamericanas".
"Son legítimas las dudas del público sobre el trabajo de estas firmas trasnacionales", indicó a IPS el ejecutivo de la Cámara Venezolano-Americana. "No sólo sobre la empresa que orquestó el fraude, sino también sobre los bancos que ayudaron a la colocación de sus títulos", como los transnacionales Bank of America, J.P. Morgan o Citigroup.
"Mención aparte pueden merecer las firmas auditoras, sabuesos de primera línea que ya son objeto de demandas" por no haber visto o no haber señalado el fraude, como Deloitte & Touche, Tohmatsu y Grant Thornton, agregó el experto.
Un fondo mutual de carpinteros del ártico estado estadounidense de Alaska, que invirtió en acciones de Parmalat y ve derretirse su valor, ya presentó una demanda de 1.000 millones de dólares contra entidades contables y financieras, ante tribunales de Nueva York.
Parece que la historia se repite. En diciembre de 2001 quebró el gigante estadounidense de energía Enron, con deudas por 30.000 millones de dólares, y mientras 29 de sus altos ejecutivos se hicieron con 1.000 millones de dólares al vender acciones antes del colapso, sus 20.000 empleados quedaron sin empleo y en la ruina, pues eran tenedores de acciones cuyo valor se desplomó de 90 dólares a sólo 42 centavos.
El gigante de telefonía estadounidense WorldCom, con deudas de 30.000 millones de dólares e irregularidades contables por 3.800 millones, se fue a pique en junio de 2002, para desgracia de 17.000 de sus empleados, que quedaron sin trabajo.
La caricaturista Rayma Suprani ilustró el asunto en las páginas del diario caraqueño El Universal, con el dibujo de una joven pareja embelesada ante su bebé en la cuna, sobre la que pende un juguete móvil con varias vaquitas. El padre dice: "Si logramos amamantarlo con corrupción, puede llegar a ser presidente de alguna trasnacional…".
* Con aportes de Viviana Alonso (Argentina), María Isabel García (Colombia), Gustavo González (Chile), Kintto Lucas (Ecuador), Darío Montero (Uruguay) y Mario Osava (Brasil).