Murallas electrificadas o no, barreras informáticas y operaciones militares y policiales no lograrán frenar las oleadas migratorias desde los países empobrecidos hacia los ricos, industrializados o menos pobres.
Las corrientes migratorias más destacadas por los medios de comunicación del mundo industrializado son las que van hacia él, de América Latina a Estados Unidos, y de Africa, el mundo árabe, América Latina y los países del Este europeo a la Unión Europea.
Pero también hay corrientes internas del mundo en desarrollo, hacia Argentina (a pesar de su crisis), Egipto, Jordania, Marruecos o Sudáfrica, desde países vecinos y en búsqueda de una vida mejor.
A este respecto tiene las ideas muy claras Francisco Serrano Castro, juez de Sevilla, capital de Andalucía, la región española a cuya orilla sobre el mar Mediterráneo arriban sin cesar oleadas de inmigrantes irregulares provenientes del mundo árabe y de Africa subsahariana, sin documentos ni visados.
Las frágiles embarcaciones que llegan a esas costas "tienen como única ruta y objetivo la huida del hambre, la pobreza extrema, la miseria y la desesperación, dijo a IPS.
Muchas veces el destino final de esas embarcaciones es la muerte de sus ocupantes, su apresamiento por la policía o, cuando logran vencer esos obstáculos, el deambular en búsqueda de trabajos mal remunerados por carecer de documentos.
Las costas del mar Mediterráneo, incluyendo Ceuta y Melilla, ciudades españolas enclavadas en Africa, y las islas Canarias, frente a la costa noroccidental de África, son las zonas por donde pasa la mayor parte de los emigrantes irregulares hacia España por vía marítima.
Los gobiernos europeos extreman las medidas para impedir ese tránsito, y Gran Bretaña y España dispusieron este mes que aviones de combate patrullen sobre el estrecho de Gibraltar y zonas aledañas.
Esas patrullas se suman a las realizadas por barcos de guerra, y a la construcción por España de muros dotados con radares y aparatos de vigilancia electrónica en las fronteras de Ceuta y Melilla con Marruecos.
El endurecimiento de las leyes, la represión y el "amurallamiento de las fronteras no han logrado reducir el flujo de inmigrantes, pero sí aumentar las muertes de éstos al naufragar las embarcaciones en las que se trasladan, a cuyo uso acuden cada vez más.
En los 10 primeros meses de este año, en las costas españolas se recogieron 88 cadáveres de inmigrantes, se rescataron 383 náufragos, fueron interceptados 17.061 y detenidos tras ingresar 78.000. Los muertos son el doble que en el mismo periodo del año pasado.
Manuel Pimentel, ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales del actual gobierno, presidido por José María Aznar, hizo notar que toda la sociedad española se deshace en atenciones hacia las personas que llegan con dinero, pero rechaza a las que no son ricas, por lo cual afirmó que "los españoles, más que racistas, somos clasistas.
Algo parecido sostiene el sacerdote, historiador, poeta y defensor del pueblo de la meridional región de Andalucía, José Chamizo, en cuya opinión no se rechaza al inmigrante, sino al que no tiene dinero.
"Las costas españolas están llenas de narcotraficantes de otros países, y yo no sé si alguien les pide los papeles en algún momento, añadió.
Chamizo y Serrano Castro coinciden en que lo que mueve a las personas a lanzarse a la aventura de trasladarse a Europa es el hambre, y que el impulso fundamental es pensar: "Aquí no se puede vivir, tengo que buscar otro país.
Ante ello no caben las medidas disuasorias ni represivas, como lo demuestra que en ese tráfico marítimo irregular participen incluso mujeres parturientas o con niños recién nacidos.
La clave o una de las claves está, según Serrano Castro, en "fomentar el desarrollo del Tercer Mundo (…), un desarrollo sostenible que a largo plazo sería también beneficioso para el Primer Mundo.
Si se lograse promover con éxito la mejora de las condiciones de vida de los potenciales inmigrantes irregulares, éstos preferirían quedarse en sus países, agregó.
La Coordinadora de Organizaciones no Gubernamentales de Cooperación al Desarrollo sostiene que esa promoción debería llevar en lo inmediato a cumplir con el objetivo fijado por la Organización de las Naciones Unidas de que todos los países industrializados destinen para asistencia al desarrollo 0,7 por ciento de su ingreso nacional bruto.
Esa aportación, añade, se debería hacer sin condicionamientos comerciales y sin obligación de usar los fondos recibidos para contratos con empresas del país donante.
También afirma que es necesario iniciar, con objetivos a medio plazo debidamente programados, un proceso de apertura real de los mercados del mundo industrializado a los productos de los países en desarrollo, así como el combate al monopolio de patentes industriales.
Otro cambio reclamado por las ONG es el del sistema financiero internacional, para equilibrar derechos y obligaciones entre el Sur en desarrollo y el Norte industrializado.
En la actualidad, la deuda externa de Estados Unidos es unos 2,2 billones de dólares, y las de todos los países en desarrollo suman unos 2,5 billones, señaló Ann Pettifor, directora de Jubilee Research, organización líder de la campaña internacional para la cancelación del endeudamiento del Tercer Mundo.
Así, subrayó, un país con 300 millones de habitantes debe casi tanto como el mundo en desarrollo, donde habitan unos 5.000 millones de personas.
La diferencia está en que Estados Unidos paga un interés promedio de tres por ciento anual, y las naciones del Sur alrededor de 18 por ciento por año, explicó.
Por todo esto se puede sostener que la única manera de frenar las oleadas migratorias hacia el Norte es promover el desarrollo del Sur. Y para ello hay que cumplir con el 0,7 por ciento, abrir paulatina pero seguramente los mercados del Norte y democratizar el sistema financiero internacional.