Tras la captura del depuesto dictador iraquí Saddam Hussein, el gobierno de George W. Bush parece intentar que el electorado estadounidense olvide uno de los pretextos para hacerle la guerra a Iraq: las armas de destrucción masiva que no aparecen.
El presidente Bush y otros funcionarios tratan de dar a entender que el derrocamiento y captura de Saddam Hussein son suficiente justificación para la guerra.
Por otra parte, la búsqueda de los arsenales iraquíes, que se ha fagocitado hasta ahora 1.000 millones de dólares, se disuelve en el silencio.
Bush pareció alegar a comienzos de esta semana, en una entrevista transmitida por televisión a todo el país, que no importa mucho si Iraq disponía de tales armas o trataba de conseguirlas.
”¿Cuál es la diferencia?”, preguntó el presidente, quien luego dijo haber actuado convencido de que Saddam Hussein representaba ”una creciente amenaza” tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, una amenaza a la que ”había que afrontar”.
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”De modo que nos deshicimos de él, y no hay duda de que el mundo es un lugar más seguro y más libre porque Saddam se fue”, añadió.
Mientras, el diario The Washington Post informó que el director del Grupo de Inspección de Iraq (ISG), David Kay, comunicó a la Casa Blanca y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) su decisión de renunciar el mes próximo.
Eso parece confirmar que las agencias de inteligencia estadounidenses ya concluyeron que la búsqueda de armas de destrucción masiva en Iraq, a cargo de 1.400 funcionarios del ISG supervisados por la CIA, será infructuosa.
La renuncia de Kay, no confirmada ni desmentida, se filtró mientras los grandes medios de comunicación aún celebran la captura de Saddam Hussein, y puede indicar que el gobierno quiere avanzar hacia el cese de la búsqueda de armas durante el parlamentario del invierno boreal.
Algunos legisladores han insistido en que el Poder Ejecutivo debe presentar evidencias sobre la presunta amenaza de las armas de destrucción masiva iraquíes, y ahora podrían hacer preguntas muy incómodas sobre lo que sabía Bush acerca de ese asunto, y desde cuándo lo sabía.
”No he visto nunca tal cinismo”, dijo a IPS un veterano funcionario legislativo, para quien Bush y sus colaboradores ”esperan que el Congreso y la opinión pública se olviden de que hubo una guerra en nombre de una amenaza que nunca existió, y de que ellos exageraron en forma insólita”.
Kay encabezó la misión de inspectores internacionales de desarme de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Iraq después de la guerra del Golfo (1991) y comenzó a pedir el derrocamiento de Saddam Hussein a mediados de los años 90.
Por eso, su renuncia equivaldría a una admisión contundente de que no podrá encontrar lo que le encargaron buscar.
”El alejamiento de Kay, que apoyó los alegatos sobre armas de destrucción masiva antes de la invasión , indica que no tiene expectativas de hallar los arsenales”, comentó Charles Pena, director de estudios de defensa del Instituto Cato, un grupo de expertos de orientación liberal.
Pena consideró que la renuncia renueva las dudas y cuestionamientos a la campaña con que se justificó la guerra antes de su comienzo, y que ya comenzó a ser investigada por comisiones de inteligencia del Congreso, en receso hasta mediados de enero.
Hace unos 16 meses, cuando el Poder Ejecutivo comenzó a abogar en forma decidida por una guerra contra Iraq, alegó que Bagdad era una amenaza porque no había desmantelado y destruido grandes cantidades de armas de destrucción masiva ni los misiles capaces de transportarlas.
Además, el gobierno de Bush aseguró que Saddam Hussein tenía vínculos operativos con Al Qaeda y otras organizaciones terroristas que habían declarado la guerra a Estados Unidos.
La Casa Blanca considera a Al Qaeda (La Base) responsable de los atentados de septiembre de 2001, que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y en Washington.
Las afirmaciones de Washington sobre los arsenales iraquíes han sido ampliamente aceptados, y muchos funcionarios actuales han recordado en los últimos meses, de manera defensiva, que el antecesor de Bush, Bill Clinton, ya las había formulado.
Pero las versiones sobre vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda chocaron con el escepticismo de expertos en antiterrorismo y de virtualmente todos los aliados externos de Washington.
”Sabemos dónde están” las armas de destrucción masiva iraquíes, afirmó el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, el 30 de marzo, 10 días después de iniciada la guerra. ”Están en el área alrededor de Tikrit y en Bagdad y en el este, el oeste, el sur y el norte”, agregó.
Cheney y la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, fueron particularmente insistentes en afirmar que Saddam Hussein había avanzado bastante en la construcción de una bomba nuclear, como el mismo Bush sugirió en su discurso del Estado de la Unión en enero.
El presidente acusó entonces a Iraq de haber comprado varias toneladas de uranio a un país africano, luego identificado como Níger.
En julio, el ex embajador Joseph Wilson, quien había viajado a Níger en 2002 por encargo de la CIA para confirmar esa versión, acusó al gobierno de promoverla sabiendo que era falsa. Al mismo tiempo, Kay era nombrado al frente de la operación de búsqueda de armas.
Kay admitió en octubre, en su informe preliminar, que no sólo no había encontrado los arsenales, sino que el programa de armas químicas iraquí había desaparecido en 1991.
De todos modos, indicó que su grupo había encontrado laboratorios que pudieron haber sido usado para el desarrollo de armas de destrucción masiva.
Funcionarios del gobierno parecen distanciarse del trabajo de Kay, y, de hecho, cientos de los integrantes de su grupo fueron reasignados a tareas de contrainsurgencia, a medida que aumentaba la resistencia a la ocupación militar estadounidense.
”Kay llegó al final de la cuerda. Si pensara que le queda trabajo pendiente, seguiría en el puesto para hacerlo”, dijo a IPS el ex inspector de desarme de la ONU en Iraq Scott Ritter.
”La CIA y la Casa Blanca concluyeron que no hay armas de destrucción masiva y que la presencia de Kay es, en sí misma, una distracción”, afirmó Ritter, uno de los pocos expertos que antes de la guerra cuestionaron las afirmaciones del gobierno de Bush.
Por su parte, el experto del programa nuclear iraquí Imad Khadduri, quien emigró a Canadá antes de la guerra de 1991, cree que la renuncia de Kay ”sugiere que él ha estado mintiendo a sabiendas”.
”Kay estaba obsesionado desde 1994 con la idea de atropellar a Saddam, sin importar con qué”, dijo Khadduri a IPS.
El gobierno de Bush usa la captura de Saddam Hussein ”para desviar la atención de las armas de destrucción masiva”, pero aún está por verse ”si el Congreso y el pueblo estadounidense lo apoyarán”, concluyó.