Uno de cada cinco jefes de hogar de las ciudades de Colombia perdió su empleo en los últimos cinco años y en casi un millón de esas familias alguno de sus miembros dejó de consumir una de las tres comidas diarias, al menos una vez a la semana.
La brecha entre ricos y pobres en este países de 40 millones de habitantes, 70 por ciento de los cuales viven en área urbanas, aumentó en este último lustro como resultado del modelo de apertura de la economía, que en algunos casos logró ampliar la cobertura de servicios públicos aunque a costa de que muchas personas dejaran de comer para poder pagar las consecuentes facturas.
Sin embargo, 50 por ciento de los 24.090 jefes de hogar entrevistados para la Encuesta de Calidad de Vida respondieron que ésta es “buena” o “muy buena”, un resultado que los expertos explican por el aumento de la cobertura de servicios de energía, acueducto, alcantarillado y de la educación en las grandes ciudades.
Esta consulta realizada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane), que incluyó 600 preguntas a jefes de hogar sobre diversos tópicos, también reveló que la pobreza se agudizó aún más en la central zona andina y la norteña región costera al mar Caribe.
Los últimos datos oficiales indican que la desocupación afecta en Colombia a 13,5 por ciento de los 20 millones económicamente activos.
Analistas consultados por IPS coinciden en que el deterioro de la calidad de vida afecta con mayor rigor a las capas bajas y medias de sociedad, al tiempo que aumenta la concentración del ingreso en los sectores altos.
Esa realidad se constata en testimonios como el de Helga Ramírez, una arquitecta divorciada y madre de dos hijos a quienes debió sacar de un colegio privado para uno público e irse a vivir a casa de sus padres, porque las deudas la agobiaban.
“Perdí el empleo y me atrasé en las cuotas del apartamento al punto que tuve que entregarlo al banco para amortizar la deuda. Ahora no tengo marido, ni casa y el nuevo trabajo es temporal”, narró Ramírez a IPS.
Por su parte, Alejandro, el propietario de una pequeña empresa de confecciones que no quiso revelar su apellido, sostuvo que su “matrimonio se acabó por culpa del contrabando de textiles de China”.
“Todo el mundo sabe que con la ropa asiática se lava mucho dinero del narcotráfico. Los que producimos con costos legales y nacionales estamos quebrados. Yo entré en bancarrota, perdí el buen humor y mi mujer se fue con los niños”, contó a IPS.
Para el economista Eduardo Sarmiento, “toda esa crisis se debe al modelo neoliberal y al fracaso de los medios utilizados para garantizar los derechos fundamentales que arrasaron con el empleo, disminuyeron los ingresos y aumentaron la pobreza y la marginalidad”.
Por ejemplo en Bogotá, que concentra 15 por ciento de la población del país, la pobreza aumentó de 32 a 50 por ciento, y un millón de personas viven en condiciones de miseria, es decir que su ingreso no alcanza a 2.800 pesos colombianos (un dólar) por día, señaló a IPS Sarmiento, decano de la facultad de Economía de la Escuela Colombiana de Ingeniería.
Sarmiento, quien negoció por el Partido Liberal el acuerdo programático con el Polo Democrático Independiente que logró imponer en las últimas elecciones a su candidato Luis Eduardo Garzón como alcalde mayor de Bogotá, se manifestó optimista respecto a que ese nuevo gobierno municipal que asumirá el 1 de enero de 2004 pueda abatir “los índices de pobreza y reactive el empleo en la ciudad”.
A su vez, el economista Alvaro Montenegro, columnista del diario local El Tiempo y catedrático de la Universidad Javeriana, ubica las raíces de la actual situación en el cambio de signo de la economía colombiana a partir de la década del 90.
Hasta los años 80 la economía colombiana registró un crecimiento promedio anual del 4,7 por ciento y ahora apenas se acerca a cuatro por ciento. Además, “el índice Gini (que mide la desigualdad), indicaba que ésta venía disminuyendo desde 1970 hasta 1990”, apuntó.
Desde entonces, “la economía crece menos y la desigualdad aumenta”, lo cual se puede constatar en los estudios del estatal Departamento Nacional de Planeación, indicó el experto a IPS.
Cifras del Dane indican que el producto interno bruto retrocedió 4,2 por ciento entre 1996 y 1999 y que la desocupación pasó de 7,6 por ciento de los activos a 16,7 por ciento de 1995 a 2000.
Según Montenegro, en Colombia se paso de “la libertad de mercado al poder del mercado, pues se ha permitido el abuso de la posición dominante y del monopolio”, lo que se manifiesta en diversos sectores, particularmente en el financiero.
El catedrático destacó que “el modelo” se ha aplicado con el aval de quienes votan por candidatos que agencian esas políticas, como en el caso del actual gobierno, del que dijo “no tiene ninguna pretensión de ser social”.
Con ello se prolongará “la mala distribución” de la que Colombia y Brasil son dos de los ejemplos más notables en América Latina, puntualizó.
Mientras, Jaime Tenjo, director del departamento de Economía de la Universidad Javeriana, comentó que los resultados de la Encuesta de calidad de Vida deben mirarse desde dos ópticas: pobreza y necesidades básicas.
Así, esta consulta indica que las necesidades básicas insatisfechas han disminuido por la mayor cobertura de servicios de energía, acueducto, alcantarillado y educación en las grande urbes, a la par de que mermó el ingreso debido al aumento del desempleo.
En 2000 se verificó que 30 de cada 100 bogotanos decía que era pobre, mientras que hoy 46 de cada 100 se declaran en esa condición.
En cambio, el indicador de necesidades básicas insatisfechas pasó de afectar en 2000 a 13 por ciento de la población capitalina a 7,1 por ciento en la actualidad.
Esa contradicción es la que condujo a que la encuesta diera como resultado que 50 por ciento de los jefes de hogar entrevistados respondieran que consideran que sus condiciones de vida actual son “buenas” o “muy buenas”.
Hace cinco años, cuando el Dane realizó por primera vez este tipo de encuesta, el porcentaje de personas satisfechas fue de 38,7 puntos.
“Atravesamos la peor crisis económica y la peor tasa de desempleo”, lo que ha afectado el ingreso de manera muy drástica”, dijo Tenjo a IPS.
Ante la crisis, “los colombianos de clase media reaccionaron como si fuera una situación transitoria”, disminuyeron el gasto en el mercado cotidiano para preservar la casa, que es un activo muy importante por la seguridad y el estatus que pauta, comentó.
Los expertos también señalan que la apertura de la economía favoreció el empleo de mano de obra calificada, lo cual incidió en el aumento de la desigualdad.
Tenjo sostuvo que “aquí estamos más preocupados por la paz o la violencia” y en entre esos dos polos oscila la atención de la gente que —con o sin razón— le atribuye a esos fenómenos la responsabilidad de todo lo que ocurre.
El analista también cuestiona la tolerancia que en las décadas del 70 y del 80 se tuvo con el narcotráfico “mientras no era subversivo” y la posterior intolerancia cuando el negocio pasó a manos de los grupos armados. “Las dos visiones son equivocadas”, afirmó.
Por lo pronto hay síntomas de leve recuperación y “aún no sabemos si estamos ante un fenómeno de pobreza de largo plazo”, dijo.
La misma incertidumbre asalta a Marley Vázquez, bachiller, madre soltera y trabajadora “de lo que salga y donde sea”.
“Me quedé sin cinco (pesos para) tomarme fotos para anexar a las hojas de vida y no me llaman de ninguna parte. Esto va para largo y quién sabe si se componga”, comentó Vázquez a IPS mientras formaba fila para inscribir a su hija en un jardín infantil público del centro de Bogotá.
Proyecciones oficiales y de gremios privados indican que la economía crecerá este año alrededor de tres por ciento, poco más del doble que en 2001 y 0,5 por ciento por encima de 2002, pero aún lejos del cinco por ciento que los expertos estiman necesario para salir de la actual crisis.