A comienzos de los años 90, el empresario uruguayo Luis Rodríguez le pedía a su secretaria que lo llamara mientras estaba reunido con sus clientes. Tenía un teléfono celular, y quería presumir de él.
La posesión de un celular grande y pesado como un ladrillo era signo de riqueza, y también un imán para ladrones, según este comerciante que se dedica hace un cuarto de siglo a la venta de accesorios telefónicos.
Ese escenario cambió rápidamente en América Latina, al mismo tiempo que el capital privado irrumpía en las telecomunicaciones. Millones de personas de ingresos modestos accedieron en los últimos años a su primer teléfono, que fue un celular.
En 1990 había apenas 100.000 líneas de telefonía móvil en la región, según la Unión Internacional de las Telecomunicaciones (UIT). La agencia de la ONU calculó que en 1999 eran 38 millones.
Hoy, según expertos del sector privado consultados por IPS, 120 millones de celulares resuenan bajo el cielo latinoamericano.
Los mismos expertos calculan que las líneas telefónicas móviles ya superan a las fijas en toda la región. Según la UIT, esa situación se ha registrado en Bolivia, Chile, El Salvador, Guatemala, Haití, México, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Venezuela.
El patrón es similar en la mayoría de los países de Europa —como Alemania, España, Francia, Gran Bretaña, Italia, Grecia, Portugal, Suecia, Suiza y los de la antigua Yugoslavia—, pero no en Canadá y Estados Unidos, donde las líneas fijas superan a las celulares.
OLA PRIVATIZADORA
En un extremo de América Latina se ubica Cuba, donde el Estado se ocupa del servicio, con 5,1 líneas fijas por cada 100 habitantes y 0,07 móviles.
En el otro, Paraguay, con un mercado repartido entre el consorcio encabezado por Millicom International Cellular de Luxemburgo y el que integran Telecom France y Telecom Italia Mobile. Las líneas celulares (20,40 cada 100 habitantes) cuadruplican a las fijas (5,12).
La fabricante finlandesa Nokia estima que en América Latina habrá 170 millones de líneas de teléfono celular en 2008.
Brasil tenía apenas cinco millones cuando se privatizaron las telecomunicaciones en 1998, y sólo entre enero y agosto incorporó al mercado otras 5,2 millones. Este año, las líneas celulares superaron los 40 millones, un millón más que las fijas.
"La combinación de propiedad privada y creciente competencia situó a los mercados de los móviles en Latinoamérica entre los de más rápido crecimiento", indicó la UIT en un informe publicado en 2000.
La crisis económica iniciada a fines de los años 90 y agudizada en esta década llevó a varias empresas del sector, como las estadounidenses ATT, Verizon y SBC, a vender activos para reducir sus operaciones en la región.
Las que permanecieron, como la española Telefónica, la estadounidense BellSouth y la mexicana América Móvil, dan señales de haber visto la luz al final del túnel, pues ya anuncian nuevas inversiones.
ADIOS A LOS CABLES
La telefonía celular se abarató notablemente mediante las "tarjetas prepagas”, único camino para que muchos latinoamericanos pobres accedan a un teléfono.
El usuario compra de antemano una cantidad fija de minutos para hacer llamadas, pero sin límites para recibirlas. Se requiere apenas comprar un mínimo mensual de minutos por mes o cada dos meses, asequible para los más pobres.
De ese modo, en muchas familias de clase media de Brasil, por ejemplo, las empleadas domésticas adquirieron celulares antes que sus patrones.
A un servicio más barato se sumó el surgimiento de un mercado informal de teléfonos móviles usados y robados, incluso en puestos callejeros.
Rodríguez, el comerciante montevideano, vende aparatos nuevos por 110 dólares y usados por 60. Pero en un mercado callejero de la capital uruguaya, se ofreció a IPS un teléfono celular por nueve dólares, con batería recargable, pero sin garantía, claro.
En América, "el móvil es un sustituto para los teléfonos de línea fija, más que su complemento", indica el informe que publicó la UIT hace tres años.
En algunos países, como Brasil y Uruguay, adoptar la telefonía móvil para la instalación de líneas fijas permitió superar la histórica brecha entre la demanda y la oferta del servicio, en especial en zonas rurales.
La consigna de las empresas telefónicas parece ser "no más cables", dijo a IPS el ingeniero, doctor en ciencias políticas y experto en tecnologías de la información brasileño Carlos Afonso. "Las compañías de telefonía fija tratan de no usar cables en las calles", agregó.
En 4,2 millones de hogares brasileños -8,8 por ciento del total- solo se cuenta con teléfono de línea celular, servicio cubierto por consorcios encabezados por compañías como Telefónica de España, Portugal Telecom y Telecom Italia Mobile.
Pero el celular no constituyó un cambio significativo en el acceso al teléfono en los países menos avanzados. En Haití, la nación más pobre de América, hay 0,97 líneas telefónicas fijas por cada 100 habitantes y 1,11 móviles.
OFICINA DE BOLSILLO
Un teléfono celular dice ahora muy poco sobre la condición social o económica de quien lo porta. Para un amplio sector de la población, es un artículo de primera necesidad.
"Electricistas, fontaneros, albañiles, pintores y trabajadores informales hacen del celular su oficina móvil y pueden ser llamados en cualquier momento, donde estén, para pequeños servicios", dijo el brasileño Alfonso.
“En México, tienen celular hasta los barrenderos y vendedores ambulantes, pues para muchos se trata de un instrumento de trabajo. Pero en algunos lugares sigue siendo un lujo”, dijo a IPS el psicólogo social mexicano Eusebio Rubio.
“Fue un símbolo de ascenso social hasta fines de los 90, pero desde entonces se generalizó tanto que ya no lo es. Hoy es tan común, que la imagen ya no tiene mucho que ver con tener o no, sino con el tipo y marca de celular que se posee”, agregó Rubio.
Por otra parte, los que obsequian un aparato ocupan o pretenden ocupar una posición de poder sobre el regalado: patrones, padres aprensivos y hasta novias o novios celosos.
Tal vez por eso, así como antes pudo ser signo de arrogancia, hoy lo es presumir de no tenerlo. O mantener la campanilla a raya.
"Yo lo apago el viernes y no lo prendo hasta el lunes", dijo Rodríguez.
"Dejé el celular porque me tenían harto con tanta llamada", recordó Galo Puente, dueño de un negocio de fotografía en México. "Sentía que me controlaba la familia, la gente del trabajo. Pero este aparato se volvió imprescindible y tuve que activarlo otra vez. Es una esclavitud que nos toca aceptar".
SIEMPRE EN CONTACTO
Es que las nuevas posibilidades de comunicación originaron imprevisibles cambios de conducta social.
El aparato es utilizado por algunos padres como virtual cordón umbilical.
En Chile —cuyo mercado se disputan las españolas Endesa y Telefónica, la estadounidense BellSouth y Telecom Italia Mobile—-, un líder de grupos scout comentó a IPS que en los campamentos es frecuente la "requisa" de celulares entregados a niños y niñas por sus padres.
Un padre dijo a IPS en Río de Janeiro que el celular sirvió para ayudar a una hija con "dificultades de orientación urbana". "Muchas veces se perdió y tuvimos que darle indicaciones para que pudiera llegar a destino. El teléfono y el ángel de la guarda la salvaron de situaciones peligrosas", justificó.
En la periferia de Buenos Aires, residentes de ricos condominios asediados por el temor suelen llamar desde sus automóviles a los vigilantes cuando están llegando para que les franqueen la entrada, pues si se detienen se arriesgan a un asalto o secuestro.
Los delincuentes también aprovechan esta tecnología.
El celular prepagado, ideal para la acción clandestina, es indispensable para el narcotráfico en Brasil. Tanto que las autoridades establecieron un registro obligatorio de usuarios.
En Argentina, entre otros países, los secuestradores suelen utilizar el aparato de sus víctimas para pedir el rescate.
Pero a veces el móvil les juega en contra. Jessica Guzmán, de 20 años, fue encerrada por sus secuestradores en el portaequipaje de un automóvil en la central provincia de Córdoba. Luego de 13 horas de cautiverio, fue liberada, sana y salva, sin pagar ningún rescate.
Llevaba escondido en sus ropas un celular con el que avisó a la policía.
* Con aportes de Marcela Valente (Argentina), Mario Osava (Brasil), Diego Cevallos (México) y Gustavo González (Chile). (FIN/2003)