Las relaciones entre el gobierno de Cuba y la Iglesia Católica parecen moverse por carriles diferentes, pues se perciben normales cuando se trata del Vaticano y matizadas de conflictos en el caso del clero local.
Nunca ha habido hacia Cuba, desde Juan XXIII hasta Juan Pablo II, una crítica al estilo de las que sí hubo del socialismo soviético e inclusive de la Nicaragua sandinista, comentó a IPS Jorge Ramírez Calzadilla, jefe del gubernamental Centro de Estudios Sociorreligiosos.
Otros investigadores acotan que el enemigo de Cuba no está en Roma sino en Washington y que, a su vez, el discurso del Papa cuestiona, de manera coincidente con posturas de La Habana, una serie de aspectos de política global defendidos por Estados Unidos.
Pero la Iglesia Católica cubana suele evaluar sin tapujos y con severidad la situación del país, ya sea en documentos de su jerarquía eclesiástica o a través de unas 50 publicaciones repartidas por todo el país.
Para el sociólogo cubano Aurelio Alonso, esos diagnósticos no faltan a la verdad, sólo que ignoran el mundo de las relaciones que impone condicionamientos y da contexto a la realidad nacional.
Yo diría que la comprensión de la realidad que tienen los obispos de la isla no se corresponde con el discurso global del Vaticano, como lo hace con otras proyecciones sociales, dijo Alonso, quien acota que en temas como el aborto, la sexualidad o el celibato no se notan diferencias.
Si bien algunos analistas creen que Juan Pablo II no rechaza las fuertes evaluaciones que hace la Iglesia cubana sobre el país, Ramírez Calzadilla interpreta que la postura papal hacia Cuba pasa por la no agudización de tensiones.
El estudioso observa que los planteamientos críticos de la Iglesia Católica varían según las circunstancias.
En momentos en que la situación del país es menos tensa el discurso de los obispos contiene más reconocimiento de valores, pero cuando los conflictos aumentan el lenguaje se convierte en crítico, subrayó.
En 1993, uno de los años más duros de la crisis que sobrevino a la desaparición de la Unión Soviética y la consecuente desarticulación del bloque socialista europeo, los obispos cubanos emitieron su polémica pastoral llamada El Amor todo lo espera.
Hay descontento, incertidumbre, desesperanza en la población (….) El empeoramiento es rápido y progresivo y la única solución que parece ofrecerse es la de resistir, alertaron los obispos en esa ocasión.
Los prelados, al recordar en septiembre el décimo aniversario de la difusión de ese documento, reiteraron a su modo el polémico diagnóstico de la situación de Cuba.
La opción que se presenta con más fuerza ante los problemas actuales es la de escapar, sea hacia el extranjero, sea hacia las evasiones que enajenan la responsabilidad, como el alcohol, las drogas y hasta el suicidio, advirtieron ahora.
Ramírez Calzadilla apuntó que la Instrucción-Teologal del obispado también sale a la luz en un contexto caracterizado por dificultades económicas, el aumento de la hostilidad de Estados Unidos y conflictos con la Unión Europea (UE).
Cuba aún vive las tensiones internacionales provocadas por LAS duras penas de cárcel impuestas en marzo a 75 opositores, así como la aplicación en abril de la pena de muerte a tres secuestradores de una embarcación con la cual intentaban emigrar a Estados Unidos.
En la lógica del gobierno de Fidel Castro, los disidentes son instrumento de la política estadounidense hacia Cuba, mientras que los fusilamientos fueron para frenar una ola de secuestros de aviones y naves de los primeros meses del año encaminada a justificar una agresión directa de Washington.
Sectores del exilio cubano adversos al gobierno criticaron el silencio que, según ellos, mantuvo sobre esos hechos el Vaticano, que reaccionó con una carta a Castro divulgada casi 15 días después de haber sido enviada al destinatario, el 13 de abril.
Tampoco agradó el lenguaje cuidadoso y medido con el cual el secretario de Estado (canciller) del Vaticano, Angelo Sodano, comunicó al mandatario cubano la aflicción del Papa por los encarcelamientos y los fusilamientos.
En cambio, la Conferencia Episcopal cubana reaccionó el mismo día en que se informó de las ejecuciones (el 11 de abril), alertando que la violencia no se elimina con la violencia.
Nadie tiene derecho a poner en peligro la vida de otras personas, como hicieron los asaltantes, pero del mismo modo nadie debe decidir que la muerte sea inferida a otras personas como remedio a sus acciones delictivas, dijo la curia en un breve comunicado.
Sin embargo, estudiosos del tema religioso descartan diferencias entre el Vaticano y la curia cubana.
Para respaldar la posición de la Iglesia Católica cubana, Sodano usó prácticamente sus mismos términos al referirse a esos hechos, comentó a IPS Enrique López Oliva, secretario en Cuba de la Comisión para el Estudio de Historia de la Iglesia en Latinoamérica.
Sea en Roma o en La Habana, la iglesia prefiere la discreción al hablar de algo tan delicado como los derechos humanos. No busca titulares en la prensa, sino resultados, afirmó.
A comienzos de año, el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, mencionado entre los posibles sucesores de Juan Pablo II, emitió severos juicios de la realidad actual en su pastoral. No hay Patria sin virtud, dijo.
Ortega, de 66 años, se dolió de que en el pueblo cubano existe un temor difuso y generalizado al porvenir, de la mentalidad abortista de buena parte de la población y de la alta tasa de divorcios y uniones consensuales.
La falta de confianza de muchos en una posibilidad de mayor holgura económica sin sobresaltos y angustias los lleva a emigrar del país por cualquier vía, señaló el arzobispo.
Las autoridades cubanas se abstuvieron de comentar los juicios de Ortega y del episcopado que se quejó de una lucha sutil contra la Iglesia y de intolerancia oficial.
Me da la impresión de que el gobierno no quiere elevar el nivel de conflicto, consideró Ramírez Calzadilla.
Empero, analistas anotaron como síntoma de distanciamiento la ausencia de Caridad Diego, Jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del Partido Comunista, a la misa oficiada por Ortega en ocasión del 25 aniversario de pontificado de Juan Pablo II.
Sobre todo porque contrastó con su presencia y la del canciller cubano, Felipe Pérez Roque, la noche del jueves 23 de octubre en la Nunciatura Apostólica, donde además del festejo papal se despidió al Nuncio, el arzobispo mexicano Luis Robles.
Medios diplomáticos tomaron nota de que a la recepción de la representación del Vaticano no asistieron opositores, que sí son invitados a las fiestas nacionales de países de la Unión Europea, pese al disgusto del gobierno cubano.
Según el canciller, las autoridades recibirían con todo respeto si llegado ese momento la sucesión papal recayera en Ortega.
Para expertos cubanos, Ortega tiene a su favor en la carrera hacia el trono de San Pedro el hecho de ser un cardenal de un país donde domina el comunismo, con una Iglesia que navega en aguas adversas.
Sin embargo, coinciden en señalar como casi seguro que la sucesión del papa polaco Karol Wojtyla, cuya salud se ve cada día más deteriorada, recaerá sobre un cardenal italiano.
En América Latina viven alrededor de 50 por ciento de los 1.000 millones de católicos del mundo, pero la cantidad de sus cardenales apenas son la mitad de los europeos.
Wojtyla, el primer jefe de la Iglesia no italiano en 455 años, desde Adriano VI, visitó Cuba en enero de 1998 y se encontró con un hospitalario Castro que escuchó con toda calma aún sus más críticos planteamientos.
Por todas sus palabras, aún aquellas con las cuales pueda estar en desacuerdo, en nombre de todo el pueblo de Cuba, Santidad, le doy las gracias, fueron las últimas palabras que Juan Pablo II escuchó de su anfitrión antes de emprender el regreso al Vaticano.