Una de cada cinco familias vive bajo la línea de pobreza. Casi uno de cada tres niños es pobre. En total, 1,23 millones de personas pobres, de las cuales 618.000 son menores, en una población de 6,5 millones. Es la nueva realidad de Israel.
Este es el escenario que reveló esta semana el Instituto Nacional de Seguridad Social en su informe anual.
La que fue alguna vez la sociedad más igualitaria del mundo en desarrollo, está ahora entre las menos equitativas. Una sociedad en que la red de asistencia social se hace pedazos mientras el país no sale de la peor recesión de su historia.
La oferta de trabajo se reduce, y más y más personas necesitan con desesperación la asistencia del Estado.
El reporte correspondiente a 2002, divulgado el jueves, revela que la cantidad de población pobre aumentó en 43.000 personas (26.000 de ellas niños y niñas) desde 2001. Y la proporción de menores pobres pasó de 26,9 puntos en 2001 a 28,1 en 2002.
Otro documento, publicado esta semana por el Banco de Israel, indica una tendencia de largo plazo: entre 1988 y 2001, la cantidad de familias pobres se triplicó.
Según los indicadores nacionales, establecidos el año pasado, una familia de cuatro personas es pobre cuando percibe ingresos menores a 1.000 dólares mensuales después de impuestos e incluyendo pagos de seguridad social recibidos.
Pero según dónde se establezca la línea de pobreza, el escenario puede cambiar radicalmente.
En Cisjordania y Gaza, 60 por ciento de la población palestina es pobre, es decir percibe ingresos de 60 dólares por mes o menos, según cifras divulgadas este año por el Banco Mundial.
En contraste, 12,2 por ciento de los ciudadanos estadounidenses eran pobres en 2002, según una línea de pobreza establecida en 1.500 dólares mensuales para una familia de cuatro miembros.
En Portugal, el país de mayor pobreza relativa de la Unión Europea, una de cada cinco personas es pobre, con 21 por ciento de la población sobreviviendo con un ingreso promedio anual de 3.559 dólares, según un estudio de la Comisión Europea divulgado en septiembre.
Pero Israel se ve a sí mismo cayendo desde niveles de vida relativamente altos. El ministro de Bienestar Social, Zevulun Orlev, consideró que los nuevos datos estadísticos son una luz roja, una amenaza para la sociedad israelí.
Sin contar los beneficios sociales, la cantidad de familias pobres al menos duplicaría las 600.000, advirtió el director del Instituto de Seguridad Social, Yohanan Stessman.
Sin la asistencia, la sociedad israelí estaría destrozada y habríamos alcanzado el punto de la guerra civil, advirtió.
Políticos opositores atacan al gobierno derechista de Ariel Sharon, señalando que son la pobreza y la desigualdad los peligros más serios del país, y no sus vecinos.
Las políticas gubernamentales socavan la cohesión social, disparó el líder Eli Yishai, del ultra-ortodoxo partido Shas.
Los hallazgos de este informe son impresionantes. En el último año, el gobierno de Sharon empujó a más niños a la pobreza, apuntó el líder laborista Yitzhak Herzog.
Y las perspectivas para 2003 son aún más negras: otras 70.000 personas se sumarán a las filas de los pobres, 40.000 de ellas niños y niñas.
Esto se debe en parte a la decisión gubernamental de reducir los beneficios sociales, como un recorte de 30 por ciento en ingresos suplementarios y otro de 20 a 25 por ciento en subsidios a la infancia.
El ministro de Economía, Benjamin Netanyahu, es la fuerza detrás de esta política económica, parcialmente sustentada en la idea de que la población debe retornar al mercado laboral, y para eso hay que recortar los beneficios sociales.
Otras medidas incluyen privatización de empresas estatales, reducción de impuestos, recorte del sector público y del poder de los sindicatos.
Netanyahu, quien fue primer ministro entre 1996 y 1999, arguye que la expansión del Estado creó una cultura del desempleo que ha llevado a la población a vivir del sustento gubernamental.
El crecimiento y una política de ir a trabajar son necesarios para sacar a Israel de este círculo de pobreza, dijo el ministro.
Pero, aunque el gobierno quiere que los ciudadanos busquen trabajo, muy pocos lo consiguen.
Pocos empleos se crearon en los últimos tres años en que el país se vio afectado por el levantamiento palestino contra la ocupación de sus territorios, mientras el mundo experimentaba una caída en el sector tecnológico, donde Israel se destacaba.
El desempleo supera 10 por ciento y será de más de 11 por ciento en 2004, según proyecciones oficiales.
El vacío dejado por el retiro del Estado es llenado en parte por un creciente número de ollas populares y organizaciones benéficas que suministran alimentos a los más pobres. Un sector que crece por la alta demanda.
El gobierno dice que los beneficios sociales son la razón por la cual la gente no va a trabajar. Pero primero se deben crear empleos. Llevamos siete años de freno económico, dijo a IPS el economista y profesor Arie Arnon, de la Universidad Ben-Gurion, en la meridional ciudad de Beersheva.
Más aun, 40 por ciento de los calificados como pobres en el informe del jueves tienen trabajo, pero sus ingresos son insuficientes.
Es hora de decir la verdad: no son pocos los que quieren salarios más bajos en Israel para competir con el tercer mundo, dijo el activista social Yuval Elbashan a la prensa.
Sólo así inversores racionales estarían dispuestos a venir a Israel pese a la inseguridad y la incertidumbre diplomática, añadió.
Arnon no cree que recortar los beneficios sea un imperativo económico.
La reforma impositiva redistribuye unos 445 millones de dólares al dos por ciento más rico de la sociedad, señala.
Siempre hay alternativas. Se puede buscar otras áreas para recortar. El presupuesto es un conjunto de prioridades, sostiene Arnon.
La política monetaria, basada en altas tasas de interés, también atenta contra la recuperación económica.
Y aunque Netanyahu quiere recortar las tasas, el gobierno olvida que el gran motor de la economía será el final del conflicto con los palestinos, señalan casi todos los observadores económicos.
El problema es que el futuro geopolítico es incierto. Hasta que no exista un horizonte diplomático, eso no cambiará, sostuvo Arnon.
Y la pobreza trae malestar social. En los últimos meses se produjeron decenas de marchas de madres hasta oficinas gubernamentales en Jerusalén contra los recortes de la asistencia. Pero ese movimiento perdió fuerza.
El opositor Partido Laborista, aún intentado recuperarse del colapso de las negociaciones de paz tres años atrás, no parece ser la respuesta.
Aunque el laborismo no cree en esta postura neoconservadora del gobierno, está todavía demasiado identificado con el conservadurismo económico como para ser una alternativa, opinó Arnon. (