La ambiciosa idea original del ALCA, un mercado único para 34 países del hemisferio occidental, articulada nueve años atrás en esta ciudad estadounidense, se desvanece en el borrador de la declaración final de la VIII Conferencia Ministerial de las Américas.
El plan que preveía un mercado común para las Américas acordado en enero de 2005 y en vigor a fines de ese año, se está disolviendo en una versión más liviana que podría dar a los países negociadores libertad para elegir las obligaciones que asumen, según el borrador que deberán firmar este jueves y el viernes en Miami ministros de los 34 países, todos excepto Cuba.
El texto al que tuvo acceso IPS se inclina claramente por la posición brasileña de permitir que los países opten por ciertos aspectos del ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas) y lleven a cabo negociaciones multilaterales en el marco del acuerdo hemisférico.
"Las negociaciones deberían permitir a los países elegir, dentro del ALCA, si aceptan obligaciones y beneficios adicionales. Un curso de acción posible para esos países sería conducir negociaciones multilaterales dentro del ALCA para definir las obligaciones en el área respectiva", sostiene el borrador.
El texto se refiere asimismo a que las negociaciones para un acuerdo sobre acceso a mercados deberían concluir en septiembre de 2004, pero no establece otras fechas obligatorias para aspectos como compras gubernamentales e inversiones.
Esta fue la propuesta de Brasil, al frente del Mercosur (Mercado Común del Sur), que integra junto con Argentina, Paraguay y Uruguay.
Otro documento sobre la posición de Canadá, México y Chile, tres países ya obligados a una mayor apertura de mercado en virtud de previos acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, expuso inicialmente su rechazo a esta transformación del ALCA.
Las tres naciones señalaron a inicios de la semana que el acuerdo debía ser amplio y tan estricto como se previó inicialmente para beneficiar a todos los países.
La reunión fue concebida para impulsar las conversaciones hacia el acuerdo comercial panamericano que alcanzaría a una población de 800 millones de personas desde Alaska al cabo de Hornos. Dichas conversaciones se empantanaron por el desacuerdo entre Brasil y Estados Unidos, que copresiden el proceso, sobre el alcance del mismo.
Estados Unidos es el que más reclama la apertura de los mercados latinoamericanos, y Brasil, la economía más grande de América Latina, exige otro tanto a Washington.
Estados Unidos se niega a reducir sus subvenciones agrícolas, las cuales dañan la agricultura de las naciones pobres porque reducen artificialmente los precios, alega Brasil.
Brasilia también reclama reformas a las barreras no arancelarias y a las normas estadounidenses sobre dumping (comercio desleal), que afectan las ventas brasileñas de cítricos y acero, entre otros productos.
Brasil y otras naciones también han manifestado preocupación por la hegemonía continental que ejercería la economía estadounidense y por los efectos de la apertura de los mercados latinoamericanos a las gigantescas corporaciones de la nación norteamericana.
Brasil se niega a introducir en el ALCA compromisos sobre servicios, compras gubernamentales, inversiones extranjeras y derechos de propiedad intelectual, que se discuten en la Organización Mundial del Comercio (OMC), donde cuenta con mejor posición para negociar.
En efecto, Brasil se sienta en la OMC junto a formidables aliados, como China, India y Sudáfrica, con los que conformó un grupo de países en desarrollo contrario a las posturas de las potencias que subsidian la agricultura: Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y Japón.
Para asombro de las naciones ricas, esta alianza puso un freno a las negociaciones de la OMC, en las que la UE y Estados Unidos pretendían aprobar un documento sin compromisos firmes para el desmantelamiento de sus subsidios agrícolas.
Fuentes negociadoras señalan que el ALCA flexible o "light" constituye una derrota para las corporaciones estadounidenses, y una victoria para los esfuerzos y acciones conjuntas de los países en desarrollo.
"Esto demuestra que cuando los países en desarrollo son afirmativos pueden cambiar las reglas", opinó el jefe de la campaña sobre comercio de la organización humanitaria Oxfam, Phil Bloomer.
Una fuente cercana a las conversaciones opinó que este borrador indica el peso del Mercosur y los intentos de Washington por ocultar su fracaso.
"Ahora, cuando negocian con el Mercosur, los estadounidenses entienden que la 'realpolitik' (pragmatismo político) es lo mejor posible", señaló la fuente que no quiso dar su nombre.
Washington "hizo un análisis de costos y beneficios entre dejar (en el borrador) mucho de este lenguaje ambiguamente constructivo y correr el riesgo de una nueva batalla con Brasil y el Mercosur en otra reunión comercial que termine en colapso. Y creo que eligió la primera opción", añadió la fuente.
El Mercosur representa 65 por ciento del producto interno bruto de América, fuera del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, que comprende a Canadá, Estados Unidos y México). Brasil, con 172 millones de habitantes, fue hasta 2001 la décima economía del mundo, y hoy ocupa el puesto 14.
Los empresarios estadounidenses están especialmente ansiosos por obtener la apertura de Brasil. Si el ALCA flexible es aprobado, los obligará a esperar para poner sus manos en los grandes mercados latinoamericanos.