Juan Pablo II puso bajo lupa a la Teología de la Liberación y arrinconó a sus impulsores, pese a lo cual Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de esa corriente, le guarda simpatía, a diferencia del monje revolucionario Ernesto Cardenal, que lo critica con dureza.
Gutiérrez cree que el principal legado de Karol Wojtyla, quien este jueves celebra los 25 años de haber sido elegido papa, es ”la insistencia de la Iglesia en la opción preferencial por los pobres y su repetida afirmación de que la promoción social y la lucha por la justicia son parte intrínseca de la evangelización”.
El religioso peruano, que recibió este año el premio Príncipe de Asturias de Humanidades por su ”preocupación en los sectores desfavorecidos”, dijo a IPS que Juan Pablo II ”ha sido una voz fuerte contra la inhumana pobreza en la que vive la mayoría de la humanidad, y, por consiguiente, en América Latina y el Caribe”.
Quien no opina lo mismo es Cardenal, el poeta y sacerdote que se desempeñó como ministro de Cultura de la junta de gobierno izquierdista de Nicaragua a comienzos de los años 80, luego de que la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional derrocara la dictadura de Anastasio Somoza.
En un texto inédito entregado a IPS y que formará parte de un libro de próxima publicación, Cardenal afirma que el Juan Pablo II se movió con sentimientos de ”odio” hacia la izquierda y los ”revolucionarios cristianos” cuando visitó su país en 1983.
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El Papa atacó a ”la llamada iglesia popular” y acusó a los cristianos revolucionarios de querer destruir la unidad de la iglesia, señala.
Cardenal, de 78 años, y Gutiérrez de 75, son dos figuras emblemáticas de la llamada Teología de la Liberación, corriente surgida a fines de los años 60 en la Iglesia Católica de América Latina, a la que el Vaticano escrutó con dureza durante el actual papado.
Sin embargo, lo que hubo hacia los teólogos de la liberación en estos últimos años fueron sólo ”observaciones críticas y pedidos de aclaración”, apuntó Gutiérrez, quien definió ese término en una conferencia en 1969 y en un libro publicado en 1971.
No obstante, el sacerdote peruano reconoció ”que sí ha habido un diálogo (con el Vaticano) que pudo ser difícil en algunos momentos, pero que finalmente ha sido muy provechoso”.
”Permítame decirle que resistencia mayor, con visos de hostilidad, hacia la Teología de la Liberación vino sobre todo del exterior de la Iglesia, de sectores dominantes, militares y civiles, latinoamericanos y de fuera del continente. No hay que olvidarlo”, dijo con énfasis.
Gutiérrez es pionero en las sistematización de esa línea teológica, según la cual la liberación no es aplicable sólo a la faceta espiritual del ser humano sino y sobre todo a sus condiciones sociales y materiales.
Para esta línea doctrinal, a los ojos de Dios es un grave pecado que en América Latina 44 por ciento de sus 505 millones de habitantes sean pobres.
Con base a esas ideas y otras provenientes del marxismo, Cardenal apoyó el movimiento de izquierda que derrocó por la vía armada la larga dictadura nicaragüense de la familia Somoza. Pero su participación en política y en el gobierno fue sancionada por el Vaticano con la suspensión indefinida de su sacerdocio.
Lo que pasó con el papa Juan Pablo II es que ”odiaba la revolución sandinista” de Nicaragua, comentó el religioso.
Cardenal opinó que la jerarquía de la Iglesia Católica debería pedir perdón ”por oponerse al progreso, a las revoluciones sociales y por querer quedarse en el pasado”.
Juan Pablo II aprobó en 1984 una ”Instrucción” de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en la que ”atrae la atención de los pastores, de los teólogos y de todos los fieles, sobre las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana, que implican ciertas formas de la teología de la liberación”.
Con ese argumento y por no abandonar sus posturas, el sacerdote brasileño Leonardo Boff fue también sancionado por el Papa con la prohibición de escribir y dar cátedra. Tras el hecho, este religioso renunció a su investidura y denunció que la mayoría de los líderes del catolicismo ”trabajan junto con los opresores”.
Gutiérrez no conjuga con esa posición. A su entender, el Vaticano entendió y finalmente aceptó la validez de la Teología de la Liberación.
En 1986, ”Juan Pablo II dirigió una carta al episcopado brasileño en la que afirmaba que la Teología de la Liberación era oportuna, útil y necesaria”, indicó.
Al ser consultado sobre la marginación y hasta ataques que sufrieron la mayoría de religiosos progresistas por parte del Vaticano, Gutiérrez acepta que ”muchos al interior de la Iglesia no comprendieron el testimonio de estos pastores, pero muchos otros sí y se siguen inspirando en ellos”.
De los cardenales y obispos nombrados por Juan Pablo II en sus 25 años de papado, prácticamente ninguno es defensor de la Teología de la Liberación.
Pero Gutiérrez insiste que es muy clara ”la defensa que Juan Pablo II ha hecho de los derechos humanos y del combate por la justicia”, y que en ese sentido Wojtyla sí apoyo es teología progresista.