México condenó a Israel en la ONU por levantar un muro en los territorios palestinos ocupados, pero tolera el que su vecino Estados Unidos refuerza en la frontera común para cerrar el paso a la inmigración ilegal.
Activistas de grupos humanitarios y expertos en asuntos fronterizos consideran inaceptable esa diferencia de actitud y exigen al gobierno del presidente Vicente Fox que adopte una actitud diplomática coherente.
Estados Unidos está ampliando y reforzando los 25 kilómetros de muros metálicos que desde mediados de los años 90 marcan la frontera nororiental entre México y Estados Unidos, donde colindan la ciudad mexicana de Tijuana y la estadounidense San Diego, afirmó el especialista en cuestiones fronterizas Jorge Bustamente.
Esa estrategia es parte de una política iniciada en los años 90 por Washington para frenar el ingreso de indocumentados a su territorio y que incluye además el aumento de patrullajes y el endurecimiento de controles en toda su frontera sur.
El gobierno de Fox debería exigir a Washington lo mismo que pide a Israel, opinó Bustamante, representante de la sociedad civil en la Comisión de Cooperación Ecológica Fronteriza.
Mexico votó el día 15 en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), del que es miembro no permanente, una moción que exigía a Israel suspender la construcción del muro que está levantando en Cisjordania.
Los palestinos sostienen que el muro implicará la anexión de más territorios y el carácter permanente de asentamientos judíos en sus tierras, mientras Israel afirma que la valla es necesaria para proteger a sus ciudadanos de los atentados palestinos.
Estados Unidos, aliado de Israel, fue el único miembro del Consejo que votó en contra de la moción presentada por países árabes.
El muro que construye Estados Unidos no está destinado a impedir el ingreso de ”terroristas”, pero sí a parar la inmigración ilegal, reconoció Washington.
Miguel Granados, columnista del diario Reforma, opinó que el gobierno de México ”guarda un inaceptable silencio ante la decisión norteamericana de ampliar” la cerca fronteriza, y que el plan debería negociarse de forma bilateral, conforme a los acuerdos de cooperación vigentes.
”El gobierno de Fox tendría que reclamar a Estados Unidos la eliminación del muro en la frontera, pues representa un insulto para la comunidad mexicana”, declaró por su parte Sergio Contreras, activista de un grupo humanitario que trabaja con emigrantes en la ciudad de Tijuana. Para Jorge Chabat, del Centro de Investigación y Docencia Económicas, la actitud de México frente a los planes de su vecino se explica por la gran dependencia comercial del país con Estados Unidos y su afán por alcanzar un pronto acuerdo migratorio.
”Se puede demandar que México sea más duro con Estados Unidos en el tema migratorio, pero los hechos orillan al gobierno a ser muy cuidadoso en la relación con Washington”, declaró Chabat a IPS.
El presidente mexicano busca desde el comienzo de su gestión a fines de 2000 que Estados Unidos otorgue la residencia a más de cuatro millones de emigrantes indocumentados connacionales que trabajan en ese país vecino, pero no ha tenido éxito.
Luego de un prolongado distanciamiento diplomático, causado en parte por la oposición de México a la guerra que llevó adelante Washington contra Iraq, los presidentes Fox y Bush acordaron reunirse a inicios de noviembre para relanzar sus negociaciones sobre temas migratorios.
Chabat sostiene que aunque el gobierno mexicano vaticine que esa reunión será positiva, será muy difícil que Fox logre avances significativos, pues ni en la sociedad estadounidense ni en el Congreso legislativo de ese país existe un clima adecuado para avanzar en el asunto migratorio.
El número de mexicanos por nacimiento y ascendencia que viven en Estados Unidos aumentó entre 1990 y 2000 de 13,5 millones a casi 25 millones. Más de ocho millones viven en California, estado fronterizo con México y donde ahora se está ampliando la construcción del muro divisorio.
Debido a los férreos controles impuestos por Estados Unidos en la frontera, la migración mexicana a ese país se ha teñido de sangre en los últimos años.
Para burlar la vigilancia, que incluye cámaras especiales y detectores de movimientos, los emigrantes cruzan por las zonas menos vigiladas, que son también las más peligrosas, y por lo general ingresan en camiones cerrados o trenes, con serio peligro de morir asfixiados.
Datos del gobierno mexicano indican que en 2000 murieron 499 mexicanos ahogados, deshidratados o por algún otro tipo de accidente o agresiones, en su intento de entrar a Estados Unidos. En 2001 esa cifra bajó a 329, y en 2002, volvió a subir ligeramente a 342.
El estatal Consejo Nacional de Población de México señala que en la dinámica migratoria con Estados Unidos ya no juega sólo el afán por conseguir empleo, sino también los fuertes lazos creados en las últimas décadas entre quienes residen en el país vecino y sus familias en México.
Las remesas que envían los emigrantes a sus familiares se situaron en 2002 en unos 10.000 millones de dólares, lo que las convierte en uno de los principales ingresos de divisas de México.
Según Chabat, aunque Estados Unidos mantenga su estrategia de frenar la emigración por la fuerza y construir muros en la frontera, la dinámica del fenómeno es tal que tarde o temprano Washington deberá suscribir acuerdos migratorios con México, aunque sean de alcance limitado.