Estados Unidos se esfuerza por presentar un panorama optimista de su ”guerra contra el terrorismo” en Iraq y otras partes del mundo, pero las reservas expresadas por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, cuentan otra historia.
La situación en Iraq y Afganistán está fuera de control, reveló un memorando dirigido por Rumsfeld a cuatro altos funcionarios del Departamento de Defensa (Pentágono), que se filtró a la prensa y fue publicado en el diario ”USA Today” el miércoles.
Las preguntas y sugerencias que el jefe del Pentágono suele plantear a sus subordinados son en general de tono afectuoso, y se las conoce en el ambiente militar como ”copos de nieve”. Pero los últimos copos de nieve de Rumsfeld cayeron como un fuerte temporal de otoño en Washington, cuando menos lo esperaba.
El documento salió a la luz pública en medio de una campaña para persuadir al público de que las cosas en Iraq marchan mejor de lo que dice la prensa y en vísperas de la conferencia de donantes que terminó este viernes en Madrid.
La conferencia estuvo destinada a persuadir a los aliados de Estados Unidos de que aportaran miles de millones de dólares para la reconstrucción de Iraq, por eso la publicación de las preocupaciones de Rumsfeld no pudo ocurrir en peor momento.
En el documento interno, fechado el 16 de octubre, Rumsfeld muestra un panorama mucho más sombrío de la campaña contra el terrorismo del que suele presentar al público, y advierte que triunfar en esos dos países será ”una tarea larga y dura”.
Asimismo, duda de la eficacia de la guerra contra el terrorismo lanzada por el gobierno de George W. Bush y habla de resultados insatisfactorios en la lucha contra el grupo radical islámico Al Qaeda, al que Washington atribuye los atentados del 11 de septiembre de 2001.
El memorando sostiene además que el Pentágono no ha establecido parámetros para medir si está ganando o perdiendo la campaña contra el terrorismo.
La filtración del documento de dos páginas es la última señal de desarreglo —y aun de autocuestionamientos— entre los ”halcones” (políticos de línea dura y unilateralistas) de la administración Bush que encabezaron la marcha hacia la guerra en Iraq.
La incomodidad causada en Washington por la publicación del memorando se sumó a una serie de tropiezos relacionados con la ocupación de Iraq.
La semana pasada, se revelaron declaraciones y actitudes de fanatismo religioso del teniente general William Boykin, funcionario del Pentágono a cargo de la búsqueda del derrocado presidente iraquí Saddam Hussein y los líderes de Al Qaeda.
Boykin apareció uniformado en iglesias de todo el país en los últimos dos años proclamando, entre otras cosas, que el enemigo en la guerra contra el terrorismo es ”un tipo llamado Satanás” y que el dios que adoran los musulmanes es ”un ídolo”.
Mientras varios legisladores, incluso del gobernante Partido Republicano, exigieron la inmediata destitución de Boykin o al menos su reasignación a otro puesto menos ”sensible”, el Pentágono se limitó a declarar que investigaría si el funcionario violó alguna ley.
El siguiente golpe llegó del exterior. Luego de intentar por meses y lograr que el renuente parlamento de Turquía autorizara el envío de hasta 10.000 soldados para respaldar a las fuerzas de ocupación en Iraq, Washington sugirió que podría cancelar el plan, debido a la oposición unánime del Consejo Interino de Gobierno iraquí.
Rumsfeld declaró el martes que el despliegue de soldados de Turquía —cuya aprobación parlamentaria este mes fue publicitada como un gran triunfo diplomático de Washington— sólo se concretará si se logra un arreglo ”satisfactorio para los turcos, los iraquíes y para la coalición” que invadió y ocupa Iraq, encabezada por Estados Unidos.
Pero el miércoles, el diario Los Angeles Times informó que el jefe del Consejo Interino de Gobierno en Iraq, Paul Bremer, había recomendado formalmente el abandono del plan.
El Pentágono consideraba muy conveniente el aporte de las fuerzas de Turquía debido a su experiencia militar que le permitiría reemplazar a parte de las asediadas tropas estadounidenses, en lugar de actuar sólo como unidades auxiliares para defender objetivos específicos, como los oleoductos.
Washington también confiaba en que la participación turca animaría a otros países musulmanes, como Pakistán y Bangladesh, a aportar tropas, contrarrestando la impresión de la ocupación como ”cruzada” cristiana de la Edad Media.
Pero ahora que la opción turca se desvanece, los planes de Washington de reducir a la mitad la fuerza de 130.000 hombres que tiene en Iraq para fines de 2004 parecen irreales.
Por el contrario, Washington quizá deba desplegar más reservistas, lo cual sobreexigirá y aumentará la desmoralización del ejército.
El comandante de las fuerzas estadounidenses en Iraq, general Ricardo Sánchez, reveló el miércoles que los ataques de grupos de resistencia contra las fuerzas estadounidenses aumentaron en octubre a un promedio de 35 por día, frente a 10 a 15 en julio y agosto.
Pese a las malas noticias, el vicepresidente Dick Cheney intentó transmitir optimismo. El lunes dijo a donantes republicanos que ”estamos derrotando la amenaza terrorista en el centro de su poder, en Medio Oriente”.
Oficialmente, funcionarios de Washington consideraron el memorando de Rumsfeld como parte de un proceso de autocrítica y reflexión necesario para vencer en una guerra larga. Extraoficialmente, admitieron que las dudas planteadas por el jefe del Pentágono no inspiran confianza.
El opositor Partido Demócrata aprovechó la ocasión.
”Rumsfeld sólo está reconociendo lo que sabemos desde hace tiempo: el gobierno no tiene un plan para Iraq ni una estrategia de largo plazo para combatir el terrorismo”, declaró el general retirado Wesley Clark, precandidato presidencial demócrata.