Mediante una colección de publicaciones educativas, dos agencias de la ONU procurarán reducir los efectos que provocan los rayos dañinos del sol en la salud de niñas y niños del mundo.
Por su piel más delicada y sensible, niñas y niños expuestos al sol, aun por períodos cortos, suelen sufrir quemaduras graves. Y como su sistema inmunitario aún está en formación, son más susceptibles a contraer ciertas enfermedades.
Por eso la exposición excesiva al sol y quemaduras de la infancia pueden constituir en la adultez un serio riesgo de transformarse en cáncer de piel, explicó Mike Repacholi, jefe de la unidad de radiación y salud de la OMS.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), lanzaron una colección de publicaciones dedicadas a proteger a los escolares de las radiaciones ultravioleta.
Los textos especializados fueron distribuidos con motivo de la celebración, este martes, del Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono.
La campaña procura facilitar que las escuelas se ocupen de informar sobre el efecto de los rayos dañinos del sol y aleccionen a niños y niñas de la necesidad de protegerse, manteniéndose a la sombra o usando vestimentas y cubrecabezas adecuados.
Las medidas de la comunidad internacional para restaurar la capa estratosférica del gas ozono —que resguarda la Tierra de la acción excesiva de las radiaciones ultravioleta— comienzan a tener éxito.
Pero queda un largo camino para eliminar el problema del debilitamiento de esta cubierta, dijo Leo Heileman, subdirector del equipo de acción sobre ozono del PNUMA.
La mayoría de las exposiciones de una persona a los rayos solares se registran antes de los 18 años.
Los niños que juegan al sol desconocen por lo general los efectos nocivos de esos rayos, apuntó Repacholi.
Mientras la capa de ozono prosiga debilitándose, la intensidad de las radiaciones ultravioletas continuará creciendo, fenómeno que se mantendrá hasta tanto la capa de ozono se estabilice.
A los argumentos sanitarios y ambientales, los autores de la campaña adicionan razones económicas. Resulta más rentable prevenir a los escolares de los riesgos de la exposición a los rayos solares, pues la campaña tiene un costo anual de apenas ocho centavos de dólar por niño.
En cambio, tratar el cáncer de piel requiere una erogación anual de 4,70 dólares por persona. Una diferencia marcada a favor de la prevención, apuntó Repacholi.
Mientras, el PNUMA se ocupa de verificar los programas de aplicación de tratados internacionales concertados para reducir y eliminar los gases que reducen la capa de ozono.
Se trata, entre otros, de los gases clorofluorcarbonos (CFC), empleados como refrigerantes industriales y aerosoles y del plaguicida bromuro de metilo.
A juicio del director ejecutivo del PNUMA, Klaus Topfer, el Protocolo de Montreal relativo a Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono está produciendo los resultados esperados.
Pero los países en desarrollo necesitan eliminar esas sustancias para cumplir con las metas establecidas en el Protocolo.
Los países en desarrollo deben desterrar el uso del bromuro de metilo como plaguicida agrícola y controlar el comercio ilegal de los CFC.
De acuerdo a los plazos del Protocolo, los países industriales debieron eliminar los CFC en 1995 y el bromuro de metilo en 2005, mientras los países en desarrollo tienen hasta 2010 y 2015 para eliminar esas sustancias, respectivamente.
Heileman estimó que la cantidad de casos de cáncer de piel (de melanoma y de otros tipos) así como de cataratas, oscila entre dos y tres millones en todo el mundo.
Cada año se registran más de 130.000 nuevos casos de melanoma en todo el mundo y mueren unas 66.000 personas de cáncer de piel.
Pero si no existiera el Procolo de Montreal, los casos mundiales de cataratas se elevarían a unos 113 millones, los enfermos de cáncer no melanoma sumarían 29 millones y los de melanoma llegarían a 1,5 millones, sostuvo Heileman.
Respecto de la influencia geográfica de las radiaciones ultravioleta, Eva Rehjuess, de la unidad de salud ocupacional y ambiental de la OMS, explicó que el cáncer de piel tiene más importancia en los países industrializados.
Sin embargo, las cataratas se concentran en países en desarrollo pues esa dolencia de los ojos aparece de manera independiente al tipo de piel.
En consecuencia, las consecuencias sanitarias de las radiaciones solares son tan graves para los países ricos como pobres, sin importar su ubicación geográfica, concluyó la experta.
Los signos iniciales de que las disposiciones adoptadas comienzan a dar resultado se aprecian en las reducciones de la concentración de cloro y de bromo en la atmósfera, apuntó Heileman.
Sin embargo, por su larga vida, ambos elementos migran hacia la estratosfera, entre 10 y 50 kilómetros de la superficie de la Tierra, la zona donde se produce un proceso de interacción con el sol que favorece la transformación del ozono en oxígeno, explicó Heileman.
Hasta ahora la reducción de los dos químicos letales para el ozono se registra sólo en capas inferiores de la atmósfera, mientras en la estratosfera, donde se ubica la capa de ozono, no se verifica una disminución significativa.
Según mediciones efectuadas dos semanas atrás, al acercarse la primavera austral sobre la Antártida —la época del año y la región del mundo en que se manifiesta el llamado agujero de ozono— el hueco abarcaba una superficie de 20 millones de kilómetros cuadrados, cercana a las mayores dimensiones de los últimos años.
Se requerirán todavía unos 40 años para presenciar los efectos de las acciones de las últimas décadas para restaurar la capa de ozono, recordó Heileman.