Estados Unidos debe combatir la islamofobia y arabofobia que se han manifestado violentamente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, advirtió el relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU Abdelfattah Amor.
Los incidentes de intolerancia religiosa continúan ocurriendo en Estados Unidos, quizás alentados por declaraciones de personalidades públicas y por ciertos medios, indicó Amor en un informe publicado este lunes.
Una ola de ataques contra árabes y musulmanes se desató luego de que 19 radicales islámicos mataran a 3.000 personas al estrellar aviones comerciales contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y contra el Pentágono, sede del Departamento (ministerio) de Defensa en Washington.
Amor recordó que, el año pasado y ante las cámaras de televisión, el famoso clérigo evangelista Franklin Graham calificó al Islam de religión muy mala y perversa.
Poco después, el fiscal general (ministro de Justicia) John Ashcroft dijo en la radio: El Islam es una religión según la cual Dios te pide que envíes a tu hijo a morir por él. El cristianismo es una fe según la cual Dios envía a su hijo a morir por tí.
Para el relator especial de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), los medios (de comunicación) continúan promoviendo una imagen frecuentemente incorrecta y negativa de ciertos grupos religiosos y a veces incitaron al odio hacia esos grupos, incluido el Islam.
Inmediatamente después de los atentados de septiembre de 2001, la columnista Anne Coulter escribió en National Review, una revista de derecha, que Estados Unidos debería declarar una guerra abierta contra los países musulmanes.
Sabemos quiénes son los maniáticos homicidas. Son aquellos que están festejando y bailando justo ahora. Deberíamos invadir sus países, matar a sus gobernantes y convertirlos al cristianismo, dijo Coulter.
No fuimos puntillosos para ubicar y castigar sólo a (el dictador nazi Adolf) Hitler y a sus más altos colaboradores, sino que bombardeamos y arrasamos las ciudades alemanas; matamos civiles. Eso es guerra. Y esto es guerra, indicó.
El clérigo radial Pat Robertson, por su parte, afirmó que el Islam no es una religión pacífica que quiera coexistir con las otras, pues sus fieles quieren coexistir mientras puedan controlar, dominar y, entonces, si es necesario, destruir los demás credos.
Amor recordó en su informe varios casos de crímenes contra musulmanes y árabes, así como de indios confundidos con los primeros. Las víctimas fueron golpeados por pandillas o personas solitarias que entonaban consignas intolerantes.
En agosto de 2002, las autoridades desactivaron una conspiración para detonar 50 mezquitas y centros culturales islámicos en el sudoriental estado de Florida. Pocos meses antes, un desconocido disparó contra una mezquita en Chicago en momentos en que se encontraban allí unos 100 fieles.
En febrero de este año, un musulmán fue atacado en el nororiental estado de Nueva Jersey por dos hombres que lo acusaron de terrorista. El mismo mes, un joven libanés-estadounidense, Rashid Alam, fue golpeado en Califronia por unas 20 personas que entonaban consignas antiislámicas.
El Comité Antidiscriminatorio Arabe-Estadounidense indicó que la retórica antiislámica y antiárabe es exactamente la misma que la del antisemitismo tradicional.
Amor también mencionó crímenes de odio cometidos en Afganistán, China, India y Pakistán.
La policía de India impidió en la ciudad de Chennai la conversión en masa de unos 10.000 integrantes de la casta dalit (intocables) del budismo al cristianismo, indicó el relator. Todos los caminos hacia Chennai fueron bloqueados y la policía detuvo 60 camiones en que viajaban dalits, dijo.
En enero del año pasado, un misionero estadounidense de la Iglesia Nueva Jerusalén fue golpeado junto con otros siete cristianos por una docena de supuestos miembros del grupo hindú Rashtriya Swayamsevak Sangh.
En cuanto a Pakistán, Amor se manifestó preocupado por la relación cada vez peor entre comunidades religiosas y por la cantidad de actos de violencia cometidos en nombre de la fe.
El informe del relator de la ONU también critica a China por la persecución de miembros de la secta Falun Gong, algunos de los cuales fueron torturados o murieron en prisión.