La amenaza israelí de expulsar al presidente palestino Yasser Arafat de los territorios ocupados lo devolvió a la escena política internacional como protagonista, tras ser relegado a segundo plano.
Su suerte es debatida en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), mientras recibe cada vez más respaldo del pueblo palestino y de la comunidad internacional.
Arafat no tiene que agradecer su resurrección política a otro que a su principal enemigo, el primer ministro israelí Ariel Sharon.
El gobernante israelí se esforzó con cierto éxito en los últimos tres años por convencer a la opinión pública internacional de que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ”no era relevante” para el proceso de paz.
Por su parte, Estados Unidos presionó a la ANP para crear el cargo de primer ministro y así dejar a un lado a Arafat, a quien se lo vinculó siempre con las organizaciones armadas palestinas.
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Pero la decisión del gabinete israelí de expulsarlo de los territorios ocupados —anunciada el 11 de este mes, después de dos atentados suicidas que mataron a 15 personas— confirmó al presidente de la ANP como la principal figura en el escenario político palestino.
Estados Unidos se mantuvo al margen de la decisión israelí, aunque usó su poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU esta semana para bloquear una resolución por la que se prohibía a Israel deportar o herir al presidente palestino.
Dispuesto a explotar su resurrección, Arafat propuso el miércoles un nuevo cese del fuego, y dijo que inició contactos con los extremistas Jihad Islámica y Movimiento de Resistencia Islámico (Hamas) para acordar una tregua, a la que también está ”invitado” Israel.
Miles de palestinos tomaron esta semana las calles de varias ciudades de Cisjordania y Gaza para expresar su apoyo al hombre que encarna décadas de resistencia a la ocupación israelí.
El viceprimer ministro israelí Ehud Olmert, al parecer sin hacer caso a las críticas internacionales, admitió a inicios de esta semana que ”matar (a Arafat) es una de las opciones” que considera el gobierno de Sharon.
”Intentamos eliminar todas las cabezas del terrorismo, y Arafat es una de ellas”, afirmó Olmert.
Para las autoridades israelíes, el rechazo de Washington a la decisión de expulsar a Arafat es sólo ”táctica”, y se debe más al tiempo y la forma en que el gobierno de Sharon prevé poner en práctica su amenaza.
Pero ese no fue el mensaje dado por el secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Colin Powell, en su última visita a Iraq.
”Estados Unidos no está de acuerdo ni con la eliminación ni con el exilio del señor Arafat. Las consecuencias no serían para nada buenas. Creo que se puede anticipar una ola de furia en todo el mundo musulmán y en otras partes del planeta”, dijo Powell.
Si bien el gobierno de George W. Bush también ve a Arafat como un obstáculo para una solución política en Medio Oriente, no está dispuesto a permitir una nueva ola de violencia justo cuando intenta estabilizar la situación en Iraq.
Ante la fuerte crítica internacional, la cancillería israelí se vió obligada a señalar que matar a Arafat no era parte de la ”política oficial de Israel”.
Líderes de la oposición israelí también condenaron la decisión del gabinete, señalando que Arafat, expulsado de los territorios ocupados, podría viajar por todo el mundo defendiendo la causa de la ANP.
Israel quiere preparar en forma gradual a la opinión pública mundial antes de expulsar a Arafat, como lo hizo cuando reocupó Cisjordania el año pasado, apuntan portavoces del gobierno de Sharon.
Sin embargo, muchos analistas dudan de que Sharon en verdad quiera deshacerse de Arafat, pues no tendría a quién acusar por la falta de progresos en el proceso de paz.
”Sharon no tiene una agenda de paz, y por eso le es muy cómodo esconderse detrás de Arafat”, dijo a IPS el politólogo Ali Jarbawi, de la Universidad Bir Zeit, en Cisjordania.
Todos coinciden en que cualquier líder palestino que venga a llenar el vacío por una eventual expulsión de Arafat sería considerado un traidor.
De hecho, Mahmoud Abbas (más conocido como Abu Mazen), quien abandonó el cargo de primer ministro luego de una lucha de poder con el presidente, había advertido que renunciaría de inmediato si Arafat era expulsado. Su sucesor, Ahmed Qureia (conocido como Abu Ala), haría lo mismo.
El jefe de los negociadores palestinos, Saeb Erekat, quien procura reanudar las conversaciones con Israel, advirtió que los grupos armados tomarían el control de ciudades y aldeas de Cisjordania y Gaza si Arafat fuese asesinado.
”Es probable que lo primero que hagan sea venir a mi casa y dispararme, y matar a todos los palestinos moderados”, señaló.
Para el analista Jarbawi, este escenario es ”exagerado”, pero una expulsión o un asesinato de Arafat significaría el fin de la ANP, pues el presidente ”es lo único que la mantiene unida”, advirtió.
Con el fin de la ANP, a su vez, se perdería ”la solución de los dos estados”, como se llama al plan para crear un Estado palestino independiente vecino a Israel, y que ha sido la base para la llamada ”hoja de ruta” hacia la paz.
Si la idea de los dos estados desaparece, a Israel sólo le quedaría gobernar sobre una mayoría árabe pero dejar de ser una democracia, o extender derechos políticos a todos los árabes y dejar de ser un Estado judío.
”Lo único que salva a Israel de afrontar el fin del plan de los dos estados es la existencia de la ANP. Expulsar a Arafat es acabar con esa opción y dar lugar a un Estado binacional”, sentenció Jarbawi.