Habla como la máxima ejecutiva de una empresa de Londres, París o el cinturón tecnológico de California, pero trabaja en Emiratos Arabes Unidos y usa una túnica negra sobre su vestido, que la cubre del cuello a los tobillos.
Su nombre es Sheikha Lubna bin Qasimi, directora general de Al- Tijari, una de las principales empresas de electrónica de Medio Oriente.
Quizá la mujer más famosa de este país del Golfo, Qasimi mezcla una actitud comercial con una modesta religiosidad y la creencia en la cultura y los valores islámicos.
Lo que se precisa es un liderazgo que promueva la participación de la mujer. Una vez que eso ocurre, permea a toda la sociedad. En Dubai tenemos suerte, porque los líderes han ido todavía más allá en lo concerniente a la potenciación de la mujer, dice.
La empresaria se codea a diario con hombres de poder, y considera que su primer deber es aumentar la rentabilidad de la compañía que dirige, para beneficio de los accionistas. Su idea de diversión es navegar por Internet los domingos de mañana, con un tazón de café al lado.
Sostiene que el feminismo militante no sirve a la causa de la liberación de la mujer de las trabas sociales y políticas, pero a la vez, dice que las mujeres son culpables por su falta de progreso, porque no pelean lo suficiente por el lugar que se merecen y no combaten las normas sociales discriminatorias.
Cuando está en público, cubre su melena rojiza con un pañuelo negro. Cuando está en la oficina o viajando por el exterior, se quita el pañuelo.
En otras palabras, Qasimi es un caso aislado entre las mujeres de Medio Oriente y el Magreb (Africa árabe), donde, según un nuevo informe del Banco Mundial, la desigualdad de género persiste y afecta el potencial de desarrollo de las mujeres.
El informe, titulado Desarrollo de Género en Medio Oriente y el Norte de Africa, congratula a los gobiernos de la región por aumentar el gasto en salud pública y educación, pero los critica por no crear un ambiente que permita a las mujeres mejorar su posición política y social, haciendo que casos como el de Qasimi sean excepcionales.
Lo que tratamos de destacar en este estudio es que las mujeres no participan en el ámbito público tanto como deberían, y esa falta de participación no sólo causa perjuicios sociales, sino también económicos, dijo a IPS Nadereh Shamlou, autora del informe.
Como las economías de la región ya no pueden depender del petróleo, las remesas y el sector público para impulsar su crecimiento, deben buscar nuevos modelos de desarrollo, dependientes de las exportaciones y la inversión privada, y hacer un uso más productivo de sus recursos no petroleros, en especial los recursos humanos, exhorta el documento.
Aunque 63 por ciento de los egresados de las universidades de Medio Oriente y el Magreb son mujeres, la participación femenina en la fuerza de trabajo se reduce a 32 por ciento.
Si esas mujeres tuvieran pleno acceso a las oportunidades económicas, el producto interno bruto de sus respectivos países aumentaría 0,7 por ciento, afirmó Shamlou.
Esto puede parecer una cifra insignificante, pero en un momento en que muchos de esos países tienen un alto crecimiento demográfico, incluso 0,1 por ciento es un crecimiento importante, dijo.
El Banco Mundial atribuye la escasa participación femenina en la política y la economía a factores sociales y económicos, pero otros creen que el motivo es la religión y su férreo control de la sociedad.
Qasimi no está de acuerdo. El Islam otorga iguales derechos a hombres y mujeres. Las mujeres pueden ser propietarias de bienes y negocios y recibir educación. Pero con frecuencia, la cultura se impone sobre la religión, y ésta es interpretada de diferentes formas, sostuvo.
Lo cierto es que en muchos países de Medio Oriente, gobernados por regímenes autoritarios, el Islam siempre sale a luz cuando se discute la situación de las mujeres.
Cada vez que se habla de la potenciación de la mujer, se habla del Islam. Sin embargo, no hablamos del Islam cuando discutimos sobre el desempleo o el desarrollo económico, dijo una mujer de Kuwait a un panel que debatió el informe del Banco Mundial, presentado en Dubai la semana pasada.
La razón de esa actitud podría ser que las constituciones de casi todos los países árabes se basan en el Islam, y la sharia o jurisprudencia islámica es la fuente legal oficial de sus gobiernos, razonó Asma Khader, una abogada de Jordania.
Mientras eso no cambie, los líderes árabes deberán esforzarse para que otras mujeres puedan seguir el ejemplo de Qasimi. (