Dos años después de que el presidente estadounidense George W. Bush declarara la guerra a los terroristas que cometieron los atentados del 11 de septiembre, el combate parece haberse convertido en una lotería.
Tanto el gobierno de Estados Unidos como la red islámica Al Qaeda a la que se atribuyen los atentados declararon en los últimos días que tienen la razón absoluta y exhortaron a sus amigos y aliados a dar una dura batalla por la victoria final.
Pocos niegan los importantes avances de Washington en su campaña por desmantelar Al Qaeda, pero la meta de derrotar a los radicales islámicos que abrevan en la prédica de la red terrorista es al menos tan esquiva como su líder, Osama bin Laden, cuyo paradero se desconoce desde septiembre de 2001.
El balance de la lucha contra el terror de Bush es ”una mezcla de éxito táctico con deslices estratégicos”, sostuvo Daniel Benjamin, quien desempeñó altos cargos de política antiterrorista durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001).
”La ideología de Bin Laden continúa diseminándose entre la población de la mayoría de los países musulmanes, aun cuando su organización perdió fuerza”, escribió Benjamin en un artículo para el diario Los Angeles Times.
[related_articles]
Para el ex funcionario, así como para la mayoría de los expertos independientes, la guerra en Iraq, enmarcada por Bush en la campaña contra el terrorismo, alentó el reclutamiento de combatientes islámicos en todo el mundo musulmán.
Que Al Qaeda quedó muy maltrecha está fuera de toda cuestión. Como el gobierno estadounidense nunca se cansa de decir, dos tercios de sus líderes han sido capturados o muertos.
Washington menciona entre los grandes avances al respecto el arresto el año pasado de Khalid Shaikh Mohammed, que participó en la planificación de los atentados del 11 de septiembre, y el mes pasado el de Hambali, supuesto jefe de operaciones de la red en el sudeste asiático.
Del mismo modo, los esfuerzos internacionales por cortar las vías de financiamiento de Al Qaeda y organizaciones similares tuvieron destacables avances.
Y, al derrocar el régimen islámico de las milicias Talibán en Afganistán en diciembre de 2001, Bush logró dejar a Al Qaeda sin refugios ni campamentos de entrenamiento.
Pero el logro de estos objetivos no se acerca siquiera a una victoria final.
Agencias de inteligencia estadounidenses admitieron la semana pasada que aún perciben en Al Qaeda una red potente, capaz de causar gran cantidad de muertes con un atentado terrorista en este país. Y tres de cada cuatro ciudadanos de Estados Unidos consideran que un ataque es hoy aún más factible que hace dos años.
Washington manifestó su satisfacción por el hecho de que no se registraron grandes incidentes terroristas en el territorio estadounidense en los últimos dos años.
Pero sí se desató ”una ola de terrorismo sin precedentes fuera de Estados Unidos, incluidos los ataques contra Bali, Moscú, Mombasa y Riyad, sólo para mencionar unos pocos de los ataques más letales”, observó Benjamin.
Lo más preocupante, según éste y otros expertos, es la creciente evidencia, especialmente después de la invasión a Iraq, de una derrota en la batalla por la conciencia de los musulmanes y atraerlos a posiciones más moderadas y prooccidentales.
”Aun más preocupante que la situación en Iraq es el efecto que tuvo la guerra en el reclutamiento de terroristas en todo el mundo”, escribió la experta Jessica Stern, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard.
”Funcionarios de inteligencia estadounidenses, europeos y africanos afirman que los reclutas son ahora más jóvenes que en el pasado”, agregó Stein. La guerra en Iraq fue ”un regalo para Bin Laden”, sostuvo, citando a profesores universitarios árabes.
Al invadir Iraq, Bush y el ala más conservadora de su gobierno ”confiaban en que podría desecar el pantano terrorista en el largo plazo”, sostuvo la semana pasada la columnista Mauren Dowd, del diario The New York Times.
Pero, ”en el corto plazo, crearon nuevos pantanos llenos de furiosos jóvenes árabes que ven a Estados Unidos del mismo modo que los musulmanes veían a los occidentales durante las cruzadas: como imperialistas y expansionistas cristianos motivados por la fe y por la codicia”, concluyó.
El consenso que está surgiendo en Washington, incluso entre los dirigentes del gobernante Partido Republicano, es que la guerra contra el terrorismo ha tomado un derrotero extremadamente costoso el año pasado, cuando se lanzó la guerra contra Iraq.
La operación, lanzada sin aval de la comunidad internacional expresada en la ONU, no solo desvió recursos de inteligencia y miltiares de la ofensiva contra Al Qaeda y sus aliados, sino que parece haberles dado a estos enemigos una nueva vida.
Además, según un funcionario del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, la falta de seguridad en Iraq ha redundado en la sensación que predomina en Medio Oriente: ”Creen que ésta ha sido una guerra de conquista librada en nombre del antiterrorismo. La poca credibilidad que teníamos se ha esfumado.”