El presidente de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, asumió este viernes un cargo que viene atado a un lastre de crisis económica, corrupción y pobreza. Aunque su Partido Colorado gobierna sin interrupciones desde 1947, la ciudadanía alienta expectativas de cambio.
Duarte Frutos deberá afrontar urgentemente la reducción del déficit fiscal, reformas al aparato del Estado y a la seguridad social, el combate a la corrupción y una política monetaria que apunte, a mediano plazo, a reactivar la producción, afirman especialistas.
Mientras la ciudadanía parece otorgar una carta de crédito al gobierno en ciernes, según encuestas, el Movimiento Sin Techo y organizaciones campesinas calientan los motores en reclamo de viviendas dignas y mejores condiciones de vida en el área rural.
Nueve mandatarios latinoamericanos asistieron a la asunción presidencial.
El jueves comenzó una huelga del personal de la alcaldía de Asunción por el despido de 850 funcionarios, un ajuste que fue respaldado por el propio Duarte Frutos.
Además, dos decenas de organizaciones sociales y grupos de izquierda comenzaron a movilizarse desde la madrugada del jueves con destino a Asunción donde planificaban manifestaciones de protesta que finalmente no se concretaron.
En el terreno económico, los focos de urgencia están ”más o menos situados en el ámbito fiscal, aunque el problema mayor se presentará en el área de competencia del Ministerio de Hacienda”, dijo a IPS el economista Luis Campos, graduado en la francesa Universidad de la Sorbona.
Los ingresos fiscales están estancados por lo que se requiere ”un cóctel de medidas que aseguren menores gastos del Estado y un incremento en las recaudaciones”, puntualizó.
Según una estimación de Consultores y Asociados, la evasión impositiva creció de 42,5 por ciento en 1998 a 73,5 por ciento en 2002.
De momento, el Estado cumple apenas las obligaciones salariales y deja de lado los pagos a proveedores y de intereses de deuda.
Otro grave problema inmediato será la reforma del Estado, pues el ahorro de gastos ”necesariamente pasará por la reducción de personal estatal”, continuó Campos.
Esto podría conducir al despido de una gran cantidad de empleados que no cumplen funciones pero perciben salarios por la práctica del clientelismo electoral, que cambia votos por empleos.
Semejante medida engrosaría la masa de desempleados, ahora estimados en 16,4 por ciento de la población económicamente activa de este país de 5,5 millones de habitantes donde la pobreza trepa a 34 por ciento.
”Para paliar este escenario es necesario apelar a programas específicos con apoyo externo para disipar las tensiones sociales, encontrando mecanismos de reorientación progresiva de esa gente que quede cesante”, explicó el experto.
Campos sugirió medidas como jubilaciones anticipadas o retiros voluntarios, ”a fin de amortiguar el impacto social hasta tanto se pueda reorientar el gasto burocrático hacia el área de inversiones públicas, sector que también se encuentra casi paralizado”, indicó.
”Otro aspecto que merece inmediata atención es el endeudamiento externo”, advirtió el analista y consultor de empresas Patricio Muñoz.
”Tal como están los ingresos, no habría resto para pagar los servicios de la deuda externa y, al mismo tiempo, efectuar medidas reactivadoras”, puntualizó Muñoz.
El peso de la deuda ensombrece el futuro. El país se encuentra en mora en el pago de intereses de casi todos sus compromisos externos. Hasta mayo, el monto adeudado a organismos financieros multilaterales era de 2.274 millones de dólares.
Según el Banco Central, el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá este año uno por ciento, pronóstico contrario al del Fondo Monetario Internacional y de analistas privados, que prevén una contracción de uno por ciento.
En 2002 el producto se redujo 2,2 puntos porcentuales, el déficit fiscal llegó a 140 millones de dólares, es decir 3,2 por ciento del producto, y el déficit de la balanza comercial a 606,7 millones, según el Banco Central.
En junio, la morosidad bancaria privada era de 30 por ciento, y la pública de 50 por ciento.
Uno de los pocos indicadores favorables es el leve repunte de las reservas monetarias, que pasaron de 732 millones a 781 millones de dólares entre abril y junio.
Cotidianos protagonistas de la peor crisis económica en la historia paraguaya, muchos paraguayos aguardan con optimismo el cambio presidencial, según encuestas.
Sesenta y dos por ciento de los consultados en una encuesta del Instituto de Comunicación y Arte aguarda de las nuevas autoridades un desempeño bueno o muy bueno.
Solamente 18 por ciento de los entrevistados juzga que la administración entrante tendrá un desempeño regular, mientras 13 por ciento estima que será mala y, siete por ciento, muy mala.
El presidente saliente Luis González Macchi llegó al poder en marzo de 1999 con una expectativa favorable de 73 por ciento. Pero abandona la presidencia con 70 por ciento de reprobación popular, según la misma encuesta, y tras haber pasado por un juicio político del que sobrevivió por falta de voluntad del Senado para destituirlo.
”Nada puede ser peor que el gobierno de González Macchi. No sabemos qué va a pasar todavía, pero Dios quiera que sea algo bueno”, sostuvo Isabelino Duarte, de 53 años, quien cuida vehículos en el centro de Asunción desde hace más de 30 años y es fiel votante del Partido Colorado.
”Del nuevo gobierno esperamos cosas buenas y ojalá que con él Paraguay pueda mejorar. Mi familia y yo siempre votamos por los colorados”, dijo a IPS Heriberta Agüero, una vendedora de 59 años que en el último año vio ”destrozada” la economía de su familia.
”En estos meses de transición no se vio nada de lo que el gobierno electo puede dar. Pero es muy pronto para pedir y ver resultados”, apuntó el fotógrafo Christian Núñez, de 29 años, que no votó por Duarte Frutos.
”No voté en las últimas elecciones porque no creo en los políticos. Y si hubiese tenido que votar, jamás habría votado por Nicanor (Duarte Frutos). El es el símbolo de que nada ha cambiado. Pero ahora no le queda más remedio que cumplir sus promesas”, afirmó la estudiante universitaria Karina Hermosilla.
”Nicanor inspira confianza y eso representa estabilidad económica. Pero también esperemos que cumpla la mano dura que promete contra la corrupción y la delincuencia”, apuntó el empresario Federico Gamarra, de 27 años.
Duarte Frutos, un abogado de 46 años que llega a la presidencia del país tras imponerse en las elecciones generales de abril, es el decimotercer presidente del Partido Colorado, o Asociación Nacional Republicana (ANR).
La ANR gobierna en forma ininterrumpida este país sudamericano desde 1947, incluyendo la dictadura del general Alfredo Stroessner, entre 1954 y 1989.