La reacción que despertó en Iraq la aparición pública de las hijas del depuesto dictador Saddam Hussein, entrevistadas en Jordania, dejó en evidencia la simpatía que aún despierta el pasado régimen en vastos sectores de la población.
Muchos manifiestan nostalgia por la dictadura y apoyo hacia los desperdigados y hostigados remanentes del clan de Saddam Hussein. Otros expresan asombro y espanto por esas muestras de afecto.
Las entrevistas concedidas la semana pasada al canal árabe de televisión Al-Arabiya y al estadounidense CNN por dos de las hijas del desaparecido dictador, Rana y Raghad, despertó fuertes sentimientos en Iraq.
Ambas se mostraron preocupadas por el destino de su padre y dijeron orar por su protección, a pesar de que, según numerosas versiones, el dictador mandó matar a sus maridos en 1996.
”Me rompió el corazón verlas así sin su padre. Saddam Hussein era el padre de Iraq. Ahora somos una familia desolada y confundida”, dijo un trabajador del sector de la salud en Falluja, ciudad 50 kilómetros al noroeste de Bagdad que ha sufrido numerosos ataques estadounidenses.
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La emisión de las entrevistas fue un acontecimiento peligroso, pues fue calculada para que el público sintiera compasión por las mujeres, sostuvo en un editorial el diario Al Zaman, fundado después de la guerra.
Pero otros en Iraq creen que Estados Unidos influyó sobre Jordania para que diera asilo a las mujeres y sugirió luego la realización de las entrevistas, con el fin de limpiar su imagen tras los asesinatos, el 22 de julio, de dos hijos de Saddam Hussein, Uday y Qusay.
El rey Abdulá de Jordania ”debe haber estado bajo presión de Estados Unidos”, cuyo gobierno ”quería mostrarse gentil y humanitario después del asesinato de Uday y Qusay”, dijo un ex miembro de la Guardia Republicana, disuelto cuerpo de elite del ejército a cargo de la seguridad de Saddam Hussein.
”Por eso, dejó que las hijas se fueran e hicieron que Jordania las aceptara”, agregó el hombre, que pidió no ser identificado.
Si esa fue la intención, a Estados Unidos el tiro le salió por la culata, dijo el analista político Saad Jawad, de la Universidad de Bagdad.
”Las entrevistas no hicieron mucho para aumentar la simpatía del público hacia la familia, como sí lo hizo el asesinato de Qusay y Uday Hussein y la grabación en la que Saddam Hussein decía estar de duelo”, sostuvo Jawad.
”A la gente no le gustó que los estadounidenses los mostraran (a los cadáveres) en televisión y los retuvieran tanto tiempo sin enterrarlos”, agregó.
El ex integrante de la Guardia Republicana, como muchos iraquíes, cree que Rana y Raghad Hussein son personajes trágicos, sin participación directa en el régimen, por lo cual, en cierta medida, son también sus víctimas. ”A las muchachas no se las debe acusar como al resto de la familia”, afirmó.
El soldado vio la entrevista utilizando una antena parabólica que sólo pudo comprar después de la guerra. La televisión satelital estaba prohibida bajo el régimen de Saddam Hussein. De todos modos, un corte de electricidad interrumpió la emisión.
Antes del apagón, los iraquíes alcanzaron a escuchar a Raghad Hussein hablando de traición. ”Aquellos en los que mi padre confiaba absolutamente y a los que consideraba de su lado lo traicionaron, según veo en los diarios”, dijo la mujer.
El soldado estuvo de acuerdo con ese análisis. ”Nadie confirmó esas traiciones, pero todos hablan de ellas y creo que en verdad ocurrieron”, afirmó.
Ranah y Raghad Hussein negaron que su padre fuera responsable del asesinato de sus maridos en 1996, cuando después de huir a Jordania ellos retornaron a Bagdad, según versiones periodísticas, engañados por el régimen.
El ex dictador iraquí es una persona fuerte, calmada y amante de los suyos, según las entrevistadas. Una se refirió a él como ”nuestro amigo”.
Las hijas de Saddam Hussein dijeron haber vivido en condiciones muy frugales en Bagdad desde que la ciudad cayó en manos de Estados Unidos en abril, y anunciaron que permanecerán en Jordania, donde se les concedió asilo.