¿El presidente estadounidense George W. Bush está realmente comprometido con la hoja de ruta, el nuevo plan de paz para Medio Oriente? ¿Y estará tan comprometido como para presionar a fondo al primer ministro israelí Ariel Sharon?
Si la respuesta es negativa, el más reciente intento para resolver el conflicto que enfrenta desde hace 55 años a israelíes y palestinos está condenado al fracaso, según la mayoría de los analistas en Washington.
Para muchos observadores, la gira de Bush por Medio Oriente, que culminó en Jordania con una cumbre a la que asistieron Sharon y el primer ministro palestino Mahmoud Abbas, es una comprobación de que el gobernante partido conservador israelí Likud tiene poco que temer.
La opinión prevaleciente es que Bush manifiesta apoyo a la hoja de ruta de modo declarativo y sin convicción, con el fin de satisfacer a su principal socio internacional, el primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair.
En reiteradas ocasiones, Blair advirtió a Bush que la credibilidad de Occidente en el mundo árabe dependía de que Washington interviniera en el conflicto palestino-israelí con imparcialidad.
Los observadores también creen que la intención real de Sharon es obligar a Abbas a reprimir a militantes radicales para desatar una guerra civil en Palestina, escenario previsto en varias ocasiones por el columnista William Safire, del diario The New York Times, quien tiene trato frecuente con el primer ministro israelí.
El domingo murieron cinco soldados israelíes y dos civiles en diversos atentados cometidos por el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas). Israel replicó el lunes y murieron seis civiles palestinos en Gaza. Uno de los dos ataques israelíes iba dirigido al segundo de Hamas, Abdel al-Rantisi, quien resultó herido.
La hoja de ruta fue elaborada por el denominado Cuarteto, instancia mediadora internacional integrada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Unión Europea (UE), Estados Unidos y Rusia.
El experto Henry Siegman, ex funcionario del gobierno de Bill Clinton (1993-2001), sostuvo que el destino de los asentamientos judíos en territorio palestino será el elemento que pondrá a prueba las intenciones de Bush y Sharon.
La hoja de ruta establece el congelamiento de los asentamientos. Según diversas versiones, Bush le preguntó a Sharon en la cumbre del 4 de este mes en Jordania si se comprometería a ello.
Pero Sharon puso reparos a asumir tal compromiso, pues el ambiente político israelí no se lo permitiría. Para su alivio, Bush no presionó más al gobernante, lo cual impidió que Abbas regresara a Palestina con una victoria tangible.
Si Bush no puede arrancar un compromiso a Sharon, sería absurdo que Washington espere que Abbas se enfrente con los combatientes palestinos radicales, afirmó Siegman en una columna para el diario International Herald Tribune.
Los asentamientos son culpables, más que ningún otro factor, de la violencia palestina y de la ausencia de una oposición popular palestina a los grupos terroristas, afirmó el experto.
La hoja de ruta establece que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) tomará medidas para cesar los atentados suicidas contra Israel y mejorar la seguridad, y que Israel retirará sus soldados de las zonas palestinas ocupadas.
El plan de siete páginas consta de tres fases que concluirán en 2005 con un acuerdo de paz definitivo y con la creación de un estado palestino independiente, y obliga a ambas partes a tomar pasos sucesivos y paralelos durante dos años.
Los primeros pasos exigidos a la ANP son detener la violencia contra Israel e iniciar reformas políticas y económicas. Estas comenzaron con la designación como primer ministro de Abbas, también conocido como Abú Mazen.
Al mismo tiempo, los israelíes deberán aliviar el bloqueo sobre los territorios ocupados, detener la construcción en esos territorios de asentamientos judíos —donde ya viven 200.000 personas— y desmantelar los instalados desde septiembre de 2000.
Para muchos en Washington, la victoria bélica de Estados Unidos en Iraq confirmó el dominio de los funcionarios de línea dura cercanos al Likud, concentrados alrededor de las oficinas del vicepresidente Dick Cheney y de secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld.
Esta visión es compartida por el sector ideológico del gobernante Partido Republicano denominado neoconservador, para quienes la lucha de Israel contra los palestinos es parte de la guerra contra el terrorismo declarada por Bush luego de los atentados de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington.
Cheney y su poderoso jefe de equipo, I. Lewis Libby, no ocultan su falta de simpatía por la causa palestina. Y Rumsfeld se ha referido al suelo palestino como los denominados territorios ocupados.
A esta política se le atribuye el acelerado aumento de la popularidad de Bush entre los judíos estadounidenses, sector tradicionalmente simpatizante del opositor Partido Demócrata.
Pero Bush sorprendió a todos al asegurar a mediados de mayo que impulsaría la hoja de ruta. Creo que la paz es posible, y creo que tengo la responsabilidad, en las actuales circunstancias, de hacer avanzar el proceso de paz, dijo.
Así, Bush no sólo prometió presionar a Sharon y a Abbas para que implementen el plan, sino que también encomendó la supervisión del proceso a la consejera de Seguridad Nacional y su principal asesora en materia de política exterior, Condoleeza Rice.
La bienvenida inmersión de Bush en la diplomacia por la paz de Medio Oriente despierta esperanzas de cambios significativos en la política de Israel, como queda en evidencia por el hecho de que Sharon persuadió a su gobierno de aceptar la hoja de ruta pese a su abierta hostilidad hacia el plan, observó Siegman.
El propio Sharon pareció sopesar el flamante compromiso de Bush y, aparentemente decidido a no malquistarse con el presidente más proisraelí de la historia de Estados Unidos, mostró una inesperada flexibilidad.
Aunque el primer ministro israelí sigue objetando 14 puntos de la hoja de ruta, su comportamiento desde fines de mayo ha sorprendido a analistas estadounidenses y enfurecido a muchos de los simpatizantes del Likud.
Sharon declaró a comienzos de junio que la presencia israelí en territorio palestino era una ocupación, palabra tabú en la derecha israelí, y que el control de su país sobre 3,5 millones de palestinos no era deseable ni sustentable. Esas afirmaciones fueron consideradas un avance histórico.
Al mismo tiempo, los tres atentados suicidas que mataron a cinco soldados israelíes en Gaza el 8 de este mes no llevaron a Sharon a anular su decisión de desmantelar una docena de asentamientos judíos, anunciada a Bush en la cumbre tripartita.
Sharon debe decidir si es un sobreviviente o un estadista. Creo que habrá todavía una lucha entre los dos caracteres en su interior, sostuvo la directora del Instituto Arabe-Estadounidense en Washington, Jean AbiNader.