Una de las figuras con más influencia sobre el gobierno de Estados Unidos, Michael Ledeen, cree que los siguientes objetivos en la guerra del presidente George W. Bush contra el terrorismo tras la invasión a Iraq deben ser Irán, Siria, Arabia Saudita y Libia.
Cuando el periódico The Washington Post divulgó la lista de personas a las que Karl Rove —el más cercano asesor de Bush— consulta con regularidad, muchos se azoraron al ver que entre ellos figuraba nada menos que Ledeen, adalid de una feroz campaña para invadir Irán.
Este ex funcionario del gobierno de Ronald Reagan (1981-1989) trabaja para el derechista Instituto Estadounidense de la Empresa (American Enterprise Institute) e integra el sector del gobernante Partido Republicano denominado neoconservadores hace más de 20 años.
También pertenece hace 25 años al Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional, que promueve vínculos políticos estratégicos entre Estados Unidos e Israel, y colabora con el Comité de Estados Unidos para un Líbano Libre.
Rove conoció a Ledeen en persona luego de que Bush ganara las elecciones en 2000, y le pidió que se comunicara con él si tenía alguna buena idea. A partir de entonces, Leeden vio más de una vez que las propuestas que le pasaba a Rove por fax se convertían en política oficial, indicó The Washington Post.
Ledeen encabeza una campaña para que Estados Unidos lance una ofensiva militar contra el régimen islámico de Irán, porque, afirma, Teherán causará problemas a las fuerzas de ocupación en Afganistán y en Iraq, y porque los mulá (clérigos religiosos musulmanes) iraníes están decididos a destruir Israel.
Estamos involucrados ahora en una guerra regional en Medio Oriente, y los tiranos iraníes son la piedra fundamental de la red del terror. Más que derrocar a Saddam Hussein, la derrota de los mulá en Teherán sería un verdadero hecho histórico y un gran golpe a los terroristas, escribió Ledeen en The Washington Post.
Ledeen fundó la llamada Coalición para la Democracia en Irán (CDI) con la colaboración de Morris Amitay, uno de los máximos dirigentes del Comité Estadounidense Israelí de Asuntos Públicos.
El CDI presiona al Congreso legislativo para que apruebe un proyecto de ley pendiente que, entre otras cosas, destinaría 50 millones de dólares a colaborar con grupos iraníes en el exilio que se oponen a Teherán.
El terrorismo es el principal interés de Ladeen desde los años 70, cuando asesoraba al servicio de inteligencia italiano Sismi, que, a cambio, le concedió información sobre los contactos de Billy Carter, hermano del presidente Jimmy Carter (1977-1981), con el líder libio Mohammar Gaddafi.
La divulgación de esta información contribuyó a la campaña de desprestigio que realizaba el Partido Republicano en contra del gobierno de Carter, del Partido Demócrata.
Los contactos de Ledeen con la extrema derecha italiana — incluidos sus supuestos vínculos con la Logia Masónica P-2, que realizó una serie actividades delictivas en los años 80— fueron fuente de muchas especulaciones. No obstante, volvió a Washington en 1981 como principal asesor de Reagan en materia de terrorismo.
Leeden utilizó su posición como asesor del entonces secretario de Estado (canciller), Alexander Haig, del Departamento de Defensa y del Consejo de Seguridad Nacional para promover la idea de la existencia de una gran red terrorista tejida desde Moscú y extendida por todo Medio Oriente.
Ledeen ahora afirma que Teherán es la madre del terrorismo moderno, pero muchos recuerdan que él tuvo estrechos contactos con los mulá iraníes en el caso Irán-Contras hace 15 años.
El caso Irán-Contras fue el mayor escándalo del gobierno de Reagan, que desconoció una ley que impedía colaborar con la derechista Resistencia Nicaragüense (o la Contra, que combatió entre 1981 y 1990 al gobierno izquierdista en Nicaragua) y, especialmente, la venta de armas a Irán, enemigo declarado de Estados Unidos.
Ladeen, como asesor del Consejo de Seguridad Nacional, tuvo un papel clave en las negociaciones para venderle armas a Irán —que le servirían en su guerra con Iraq— a cambio de la liberación de seis estadounidenses que estaban secuestrados en Beirut desde hacía meses por un grupo de libaneses apoyados por Teherán.
La venta también le daría a Washington recursos extra para financiar a los contras en Nicaragua.
La negociación fue ilegal, pues el Congreso legislativo de Estados Unidos y la Organización de las Naciones Unidas habían decretado un embargo a Irán y prohibían la ayuda a la Contra nicaragüense.
Ledeeen, que salió airoso del escándalo, contó sus experiencias en el libro El peligroso oficio de gobernar: Declaración de un protagonista del caso Irán-Contras.
A lo largo de su carrera, Ledeen se ha burlado de varios procesos de paz y afirmado que la guerra y la violencia son partes integrales de la naturaleza humana. Fue un gran crítico del proceso de negociación de Oslo entre israelíes y palestinos.
No conozco un solo caso en la historia donde la paz sea alcanzada sin que haya de algún tipo de triunfo bélico de una parte y de imposición de condiciones a la otra, dijo hace dos años.
Ledeen también tiene poca fe en los aliados tradicionales de Estados Unidos, en especial en los europeos, a los que criticó en los años 80 por su insuficiente oposición a la Unión Soviética.
En los últimos meses, incluso, sugirió que Alemania y Francia, que se opusieron a la guerra en Iraq, podrían tener vínculos con el derrocado presidente Saddam Hussein o con la red terrorista Al Qaeda, del dirigente radical saudita Osama bin Laden.
Para Ledeen, la guerra en Iraq fue sólo el comienzo de una gran lucha contra los amos del terrorismo.
Tan pronto como pongamos nuestros pies en Iraq, vamos a enfrentarnos con toda la red del terrorismo. Irán, Iraq, Siria y Arabia Saudita son los cuatro grandes, y luego Libia, dijo a en marzo a la cadena británica BBC.