AMERICA LATINA: Primeras damas juegan sin reglas

Las esposas de los presidentes de América Latina se reúnen cada año y entre besos y brindis prometen ayudar a niños, mujeres y otros grupos sociales, pero cuando regresan a casa, donde ninguna ley define su papel, la historia de muchas se complica y con ella sus maridos.

Varias de las llamadas ”primeras damas” manejan dinero del Estado para administrar programas asistenciales, pero pocas están obligadas a rendir cuentas de sus acciones, que en ocasiones mezclan lo público y privado. Por eso es que debe reglamentarse su papel, según una cantidad creciente de observadores.

Las cónyuges de los mandatarios de Ecuador, México y Perú aparecen hoy salpicadas de sospechas de corrupción y acusaciones de tener una excesiva influencia política, ambiciones electorales y un afán por atraer los reflectores de los medios de comunicación.

En Argentina, donde los antecedentes de primeras damas suman varios escándalos y la figura emblemática de Eva Duarte de Perón (Evita), se estrenó en esa posición una senadora que al parecer romperá con las tradiciones, mientras en Chile, permanece una mujer que cosecha admiración en grupos feministas y filantrópicos.

En cambio, Brasil cuenta con una primea dama que no quiere saber nada de la política y de cargos en programas de asistencia social, mientras que en Venezuela queda el recuerdo de quien anunció públicamente la decisión de separarse del mandatario por incompatibilidad de caracteres.

No obstante sus diferentes personalidades y situaciones, ninguna escapa de la atención y los comentarios de las llamadas ”revistas del corazón” y algunas son protagonistas de libros de rápida redacción que abordan su vida íntima, su poca o mucha elegancia y lo que hacen de ellas modistos y peluqueros.

Cuando se reúnen en la Conferencia de las Primeras Damas, encuentro anual desde 1991 gracias al financiamiento de los países anfitriones, las acompañan y patrocinan funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos.

Aunque no fueron elegidas, estas mujeres han logrado sembrar la idea de que importan tanto como sus maridos y que hasta tienen responsabilidades de Estado.

Por eso se llaman primeras damas, calificativo que pone en posición inferior al resto de sus conciudadanas, dijo a IPS el analista político mexicano, Miguel Angel Granados.

En Ecuador, Ximena Bohórquez, la esposa del presidente Lucio Gutiérrez, acaparó los títulos de la prensa por criticar el desempeño de varios funcionarios de gobierno, lo cual provocó que el Partido Sociedad Patriótica, al que ella y su marido pertenecen, la llamara la atención y le pidiera silencio.

Los familiares de Gutiérrez y de su esposa ocupan varios cargos en ministerios y dependencias estatales, una situación que ha sido señalada por críticos como una clara exhibición de nepotismo y corrupción.

La esposa del presidente de Ecuador, desde esa cercanía del poder, creó una fundación femenina de ayuda social con varias de sus amigas, siguiendo así en parte el ejemplo de Marta Sahagún, esposa del presidente de México, Vicente Fox, quien con antelación puso en marcha una poderosa fundación privada.

El protagonismo de Sahagún y los aportes de dinero privado que recibe para sus planes de corte asistencial, provocan críticas de organizaciones no gubernamentales, que ven en la fundación ”Vamos México” un núcleo privilegiado que gracias a su cercanía con la presidencia concentra el dinero de ayuda al desarrollo.

Sahagún y Bohórquez comparten su inclinación por la presencia constante en los medios de comunicación. Para lograrlo, la primera dama mexicana cuenta con varios asistentes y asesores personales, entre quienes hay expertos en medios de comunicación, pero también peinadoras y modistas.

La esposa de Fox aparece en forma repetida en los medios donde ora a Dios, llora y diserta sobre el ”profundo” amor que afirma sentir por México, su marido ”y el proyecto político” que encabeza el mandatario, del conservador Partido Acción Nacional.

En tanto, Bohórquez no duda en involucrarse en asuntos de la política doméstica ecuatoriana, lo cual incluso la distanció en últimas fechas del mandatario, hasta el punto de vivir separados, según confesó a periodistas.

Sus respectivos protagonismos desembocaron en cuestonamientos abiertos o velados a sus maridos por permitir que sus esposas se involucraran en asuntos de Estado y mezclaran intereses públicos con privados, hechos que algunos políticos y observadores consideran equivocado.

Las primeras damas ”suelen sentir ganas de tener poder para sí mismas y pasan de los consejos de recámara a las acciones protagónicas”, apunta Sara Lovera, directora de la agencia informativa mexicana Comunicación e Información de la Mujer.

”El problema no es que apoyen (a sus maridos) sino que sientan tener un derecho que no les corresponde, cuando se trata de una nación que gobernar”, añadió.

Para Lovera, institucionalizar las acciones de las esposas de los presidentes y ”etiquetar los recursos que puedan usar sería tan sano para la democracia como lo son ahora las elecciones creíbles”.

En Perú, Elliane Karp, la economista de origen europeo casada con el presidente Alejandro Toledo, se nacionalizó peruana el año pasado en una ceremonia en la localidad de Cuzco, que parlamentarios opositores señalan habría sido financiada en parte con dinero de Estado.

Karp acusó a diferentes fuerzas políticas de boicotear reformas constitucionales en el Congreso legislativo, lo cual llevó al opositor Partido Aprista a suspender su diálogo con el gobierno y a pedir que la esposa de Toledo no se inmiscuyera en política.

La pimera dama peruana, que se destaca por apoyar proyectos a favor de grupos indígenas, renunció a una asesoría que brindaba al banco Wiese Sudameris y por la cual ganaba 10.000 dólares mensuales, luego que la prensa reveló el hecho.

Los informes periodísticos indicaron que el banco para el cual trabajaba la esposa de Toledo era manejado por Eugenio Bertini, a quien se acusó de ser el banquero personal de Vladimiro Montesinos, el ex jefe de inteligencia del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) que hoy está preso por diversos cargos de corrupción.

Al dejar el cargo de asesora, Karp declaró que lo hacía sin convencimiento y considerando que sus ”derechos básicos como ser humano, profesionales y como madre de familia han sido seriamente agraviados”.

Ni en Perú ni en casi ningún otro país de América Latina se delimita de modo constitucional lo que puede o no hacer la esposa del presidente. En casi todos, son la tradición y alguna normativa legal menor las que indican que la llamada primera dama debe concentrarse en labores sociales de corte asistencial.

Pero eso está cambiando de forma inevitable, considera James Carville, quien fue uno de los principales asesores de imagen de Bill Clinton durante su presidencia de Estados Unidos (1993-2001).

”La idea de que el hombre hace el trabajo y la mujer no tiene mucha influencia ya no se ve muy seguido (…) y creo que el futuro traerá más primeras damas involucradas en la política”, opinó.

La esposa de Clinton, Hillary tuvo y mantiene un importante protagonismo político en su país, al punto de que varias primeras damas latinoamericanas, entre ellas Cristina Fernández, la esposa del presidente argentino, Néstor Kirchner, han confesado su admiración hacia la estadounidense.

Fernández es senadora y con una carrera política en el gobernante Partido Justicialista (peronista) que data desde su época de estudiante de abogacía en los años 70.

La esposa de Kirchner, ajena al mundo de los modistos y de las cirugías plásticas propio de algunas de sus antecesoras, declara que no quiere cargos en el gobierno y que seguirá en su actividad senatorial.

En contraste con muchas de sus pares de América Latina, Fernández no aboga por proyectos de ley sobre mujeres, familia y niños sino que le gusta involucrarse en asuntos de macroeconomía, lucha contra la corrupción y otros asuntos que requieren importantes esfuerzos de negociación.

La que sí trabaja por la línea de atender a grupos sociales vulnerables es Luisa Durán, esposa del presidente de Chile, Ricardo Lagos.

Durán encabeza múltiples fundaciones que dan apoyo a mujeres, ancianos y a niños preescolares y que brindan orientación familiar.

Pero, a diferencia de su par mexicana, quien es famosa por aparecer retratada en las revistas del corazón, Durán realiza su trabajo sin ejercer protagonismo ni estar acompañada de un ejército de asesores, peluqueros ni maquilladores.

Empero, también coinciden en algo. Las dos son acusadas de favorecer a familiares. En el caso de la chilena, entregando cargos públicos a sus parientes y allegados, y en el de Sahagún, ejerciendo influencia para facilitar trabajos y negocios a sus hijos.

Aunque la llamada primera dama chilena dice no tener aspiraciones políticas futuras, sostiene que no hay ninguna cortapisa que impida que una mujer llegue a la presidencia de su país en 2006, cuando termine la gestión de Lagos.

A la que no interesa nada de la política, ubicándose así como un caso particular en América Latina, es a Marisa da Silva, esposa del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.

Leticia da Silva no habla de política y huye de los reflectores. ”Mi papel es cuidar de Lula y de nuestra familia”, declaró a los medios de comunicación en respuestas a sugerencias de que debería asumir algún cargo en el área social, como era tradicional para la esposa de un presidente en Brasil.

* Con aportes de Gustavo González (Chile), Mario Osava (Brasil) y Marcela Valente (Argentina)

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