AMERICA DEL SUR: Mil y una caras de la violencia urbana

La violencia criminal en ciudades de América del Sur desborda el área policial para invadir muchas otras e, incluso, dar a luz una nueva estética en la arquitectura de las grandes ciudades e insólitas medidas de prevención.

Se ha producido una ”medievalización” de casas y edificios, con murallas, trincheras, portones dobles, palizadas, muros encimados por lanzas o garras y garitas con guardias, señaló a IPS Sonia Ferraz, arquitecta y profesora de la brasilaña Universidad Federal Fluminense de Niterói, cerca de Río de Janeiro.

Esas fortalezas a veces están acompañadas de elementos carcelarios, como rejas con puntas hacia afuera, una ”disposición agresiva, de ataque, no sólo de defensa”, destacó la profesora en base a una investigación realizada por varios años en especial en Río de Janeiro y la meridional Sao Paulo.

Ferraz entiende que ese ”encarcelamiento empobrece las relaciones sociales y elimina la convivencia en espacios públicos”, la comunicación excluye el contacto personal y se hace igual ”tanto con el vecino como con quien está del otro lado del mundo”, a través de los medios ofrecidos por la tecnología.

Las fortificaciones invaden las aceras, se cierran calles para que conjuntos de casas organizados en condominios implanten su sistema de protección y se privatizan así las áreas públicas, añadió.

De modo paralelo crece el ”mercado del miedo”, se multiplican los equipos electrónicos de seguridad, los guardias privados, las cercas electrificadas y la venta de vidrios blindados.

Pero, a la vez, surge una estética propia de estos tiempos violentos, con rejas y murallas que ganan flores y se convierten en elementos de decoración, junto a cámaras de vigilancia disfrazadas como adornos.

La inquietud dominante en Brasil se refleja en las dos películas de excepcional éxito de público desde 2002. Ambas abordan realidades de extrema violencia, como ”Ciudad de Dios”, que narra historia y vida de un barrio marginado de Río de Janeiro, y ”Carandirú”, que trata la matanza de 111 presos en 1992 en Sao Paulo.

Pero esa preocupación contaminó también la economía de América Latina, como lo indican los estudios que proliferan sobre las pérdidas provocadas por la expansión de la criminalidad, considerada un freno para el crecimiento regional.

El trabajo más completo, realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo en 1998, calculó en 14,2 por ciento del producto bruto interno los costos de la violencia en América Latina, lo cual equivalía entonces a 168.000 millones de dólares al año.

La Organización Mundial de la Salud, que ya consideraba la violencia un problema sanitario público, decidió ahora darle un tratamiento prioritario, ya que se trata de una de las mayores causas de mortalidad, especialmente de jóvenes.

La criminalidad medida en homicidios es particularmente dramática en la región, donde proliferan curiosas ”soluciones”.

En Colombia, para combatir los asesinatos practicados por sicarios se prohibió que las motos transportasen un acompañante masculino, teniendo en cuenta que por lo general ese pasajero es el encargado de disparar contra la víctima de turno.

Tanto en Colombia como en Brasil, una ”ley seca” nocturna ayudó a reducir los homicidios en varias ciudades. En Diadema, vecina a Sao Paulo, la municipalidad logró bajar en 30 por ciento los homicidios desde que prohibió la venta de bebidas alcohólicas después de las 23 horas, hace más de un año.

Otras ciudades brasileñas siguieron el ejemplo de Diadema, que dejó de ser así la ciudad más violenta del meridional estado de Sao Paulo.

En Manaos, la capital del septentrional estado de Amazonas, se adoptó la restricción de vender bebidas alcohólicas en los barrios periféricos sólo los fines de semana, cuando suele aumentar la violencia.

En tanto, esa medida en Bogotá, denominada allí ”hora zanahoria”, se impuso junto con campañas de desarme y contra la violencia en general.

Así, la disminución de la criminalidad permitió aflojar la prohibición en la capital colombiana y el cierre de los establecimientos nocturnos pasó de medianoche a un límite variable entre una y tres horas de la madrugada.

La ”ley seca”, apuntada como factor del aumento de la violencia y del crimen organizado en Estados Unidos hace 80 años, pasó de ese modo a tener un efecto opuesto al ser aplicada parcialmente, en las madrugadas.

Para el médico Drauzio Varella, autor del libro que inspiró la película ”Carandirú”, la planificación familiar es método indispensable en el combate a la criminalidad.

Si siguen naciendo millones de condenados a la pobreza absoluta ”no faltarán soldados para el crimen organizado”, argumentó en un artículo.

”El problema no es que seamos muchos sino que pocos concentran en sus manos las riquezas”, que si fueran distribuidas de modo más equitativo podrían asegurar el bienestar general, respondió en entrevista a IPS Gilberta Acselrad, investigadora sobre drogas y derechos humanos en la Universidad del Estado de Río de Janeiro.

La desigualdad, más que la pobreza, es el gran factor de la delincuencia, apuntó Acselrad en coincidencia con otros colegas.

Sin embargo, la proliferación de estudios y opiniones sobre el asunto señalan también la impunidad, la corrupción policial, la juventud sin perspectivas, la facilidad para obtener armas, el consumismo y en especial el tráfico de drogas.

Intensificar la represión parece ser la medida más popular y que algunos gobiernos tienden a impulsar.

En el Congreso legislativo brasileño se discute elevar a 40 años la pena máxima, que es de 30 años. Además, siempre se habla, aunque nunca prosperan, la prisión perpetua, la pena de muerte y bajar de 18 a 16 años la edad de responsabilidad penal.

Mientras, la población va buscando sus ”soluciones” individuales y privadas para proteger su vida y su patrimonio, alterando sus valores y la ciudad, y haciendo prosperar los negocios de seguridad, concluyó Ferraz.

* Con aportes de Yadira Ferrer (Colombia)

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