El presidente saliente de Argentina, Eduardo Duhalde, dijo que desea ser recordado como ”un piloto de tormentas”, aunque muchos se preguntan si esa es la única ambición política que le queda a los 61 años, o tratará de ser el poder detrás del trono.
Duhalde ocupó el puesto de piloto en la peor crisis de la historia argentina, voló con fuertes turbulencias 17 meses, y logró aterrizar sin un impacto traumático. También fue artífice de la derrota de su rival, el ex presidente Carlos Menem (1989-1999), y este domingo entregará el gobierno al sucesor que impulsó, Néstor Kirchner.
Menem desistió de participar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a Kirchner, cuando éste aparecía con más de 70 por ciento de las preferencias en todas las encuestas, y la principal motivación admitida de esas intenciones de voto era el rechazo al ex presidente.
Pero tras esa retirada, el único apoyo a Kirchner registrado en las urnas es el 22 por ciento de los votos que logró en la primera vuelta, y la mayoría de los consultados en encuestas consideran probable que eso permita a Duhalde conservar una gran cuota de poder.
En un sondeo de la firma Opinión Pública, Servicios y Mercado, 64 por ciento de los entrevistados opinaron que Duhalde fue ”el principal beneficiario” de la deserción de Menem, porque Kirchner llegará débil al gobierno, y deberá ”pagar” por el fuerte apoyo que le brindó el actual mandatario.
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Duhalde tiene su principal base de poder en la provincia de Buenos Aires, donde los intendentes que le responden otorgaron un decisivo respaldo a Kirchner.
Pero el actual presidente asegura que no interferirá.
Elogió la integración del gabinete de Kirchner y sus cualidades para ejercer el poder, prometió tomar distancia del nuevo gobierno mediante un viaje de descanso que iniciará este mismo domingo, y aseguró que ya no será candidato a cargos ejecutivos ni en el gobernante Partido Justicialista (PJ).
”Debemos abrir las compuertas a los dirigentes jóvenes, tanto para cargos en el gobierno como para los lugares a ocupar en el partido, yo ya dije que no voy a volver a ser candidato”, remarcó Duhalde esta semana, aunque se reservó la posibilidad de postularse al Senado.
Por el momento, tiene previsto viajar a Brasil y luego probablemente a Uruguay. En los últimos días reiteró que se dedicará a escribir, dar clases universitarias y ”aportar su experiencia”, pero no desde un cargo.
El presidente saliente calificó a Kirchner de ”rebelde de sana rebeldía”, con un estilo ”frontal” para decir lo que piensa, y le auguró muchas posibilidades de ser reelegido. ”Creo que hay Kirchner para ocho años”, dos mandatos sucesivos de cuatro, afirmó.
Duhalde deja el gobierno con ”un saldo favorable”, pero sabe que forma parte, como Menem, de ”la vieja política”, signada por el poder territorial, el clientelismo, y la supremacía de opacos pactos entre cúpulas, dijo a IPS el sociólogo y experto en opinión pública Gerardo Adrogué.
”A diferencia de Menem, que no quiso abandonar la escena hasta el final, Duhalde tuvo la ventaja de haber sido uno de los primeros en hacer el diagnóstico sobre la mala imagen que tenía la dirigencia política en Argentina, incluso antes de la renuncia de (el ex presidente Fernando) De la Rúa en 2001”, destacó.
A juicio de Adrogué, Duhalde mantuvo la gobernabilidad del país en medio de una profunda crisis, encontró una buena salida a la convulsión económica, y es muy consciente de sus limitaciones.
”No parece que vaya a poner palos en la rueda, al contrario, hay que reconocer que hasta se irá del país por algún tiempo”, subrayó el experto.
El actual presidente nació y comenzó su carrera política en la localidad de Lomas de Zamora de la provincia de Buenos Aires, la más poblada del país, a cuya intendencia llegó por primera vez en 1974. Fue también diputado nacional por esa provincia, y elegido vicepresidente en 1989, en la fórmula encabezada por Menem.
Desde ese cargo saltó en 1991 al de gobernador de su provincia natal, y aspiraba a ganar la presidencia en las elecciones de 1995, pero Menem logró ser reelegible mediante una reforma constitucional, y ganó un nuevo mandato.
Eso distanció a Duhalde de quien fuera su mentor, y la enemistad entre ambos creció en los años siguientes.
La primera gran puja fue evidente cuando Menem intentó sin éxito que se habilitara su segunda reelección en 1999, mediante una polémica interpretación de la reforma constitucional que él mismo había impulsado, y que no permite tres mandatos consecutivos.
Duhalde desafió entonces a Menem a realizar un plebiscito, y el entonces presidente desistió, resentido. Ese año, Duhalde se postuló a la presidencia y fue derrotado por De la Rúa, que encabezó una alianza de centroizquierda.
Pero una profunda crisis y masivas protestas callejeras precipitaron la renuncia de De la Rúa en la mitad del periodo para el que había sido elegido. Tras un breve y fallido gobierno interino de Adolfo Rodríguez Saá, el Poder Legislativo designó a Duhalde para terminar el mandato.
”Estuve a punto de perder el equilibrio psíquico, tomaba sedantes para dormir, y realmente tuve miedo de que el país se me fuera de las manos”, confesó esta semana, al recordar los momentos más críticos de 17 meses de gobierno, cuando el colapso económico, social y político le estallaba en las manos.
Una de las primeras medidas de Duhalde fue devaluar el peso, que se había mantenido en paridad forzosa con el dólar por más de 10 años. La moneda nacional se depreció más de 70 por ciento, y se dispararon aumentos de los precios, la pobreza, el desempleo y, desde luego, el malestar social.
Pero la situación comenzó a encauzarse tras la designación en abril del actual ministro de Economía, Roberto Lavagna, cuya permanencia en ese cargo fue anunciada por Kirchner en su campaña electoral.
Se frenaron la devaluación y la inflación, se puso en marcha un plan de subsidios a jefas y jefes de hogar sin empleo, y se inauguró una nueva forma de negociación de la deuda externa, por ahora exitosa.
En diciembre de 2001, Argentina había declarado el cese de pagos a sus acreedores privados. Durante 2002, Lavagna consiguió con gran esfuerzo que los organismos multilaterales de crédito pospusieran los vencimientos de pagos de deuda externa hasta agosto de este año, cuando ya habría asumido un nuevo gobierno.
No obstante, tras una manifestación de desempleados que fue brutalmente reprimida por la policía, y en la que se produjeron dos muertes, Duhalde se asomó de vuelta al abismo y decidió anticipar el fin de su mandato, para mayo en vez de diciembre de este año. Entonces comenzó a buscar un sucesor.
”Menem debió haber hecho eso, escoger a un heredero y darle su apoyo, pero prefirió ser candidato él mismo, y no entendió que su tiempo había terminado”, comentó a IPS el sociólogo Marcos Novaro, profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
Duhalde tuvo un éxito relativo en la búsqueda. El gobernador de la septentrional provincia de Santa Fe, Carlos Reutemann, declinó la oferta, y el de la vecina Córdoba, José Manuel de la Sota, no mostraba apoyo promisorio en las encuestas.
Así surgió la opción por Kirchner, gobernador de la austral provincia de Santa Cruz, pese a que éste había sido muy crítico de la breve gestión de Duhalde.
Ahora muchos temen que el respaldo del presidente saliente deba ser pagado por el entrante, y eso ”depende menos de Duhalde que de Kirchner”, según Adrogué.
”Kirchner tiene que mostrar ahora que tiene destreza para construir un nuevo liderazgo dentro del Partido Justicialista, que contenga otra vez a todos los dirigentes divididos detrás de él”, advirtió.