TRABAJO-AMERICA LATINA: Crisis sindical para en Brasil

La crisis que el sindicalismo latinoamericano arrastra desde comienzos de la década del 90 se agravó en los últimos años en muchos países por razones políticas, con excepciones como Brasil.

Las antiguas centrales de trabajadores de Argentina, México y Venezuela entraron en crisis existencial al perder vínculos con los partidos gobernantes que las beneficiaron durante décadas, una experiencia muy distinta a la que viven los sindicalistas brasileños por estos días.

La flamante proximidad con el gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva divide por ahora a la Central Unica de Trabajadores (CUT), la mayor del país.

El ala izquierda de la CUT rechaza la política económica ortodoxa del gobierno de Lula, el ex sindicalista y fundador de la propia CUT que asumió el 1 de enero.

Pero la llegada de Lula al poder es, precisamente, un claro ejemplo de la importancia que ganó el sindicalismo en las dos últimas décadas en Brasil.

Además de Lula, nueve de sus ministros y otros 56 altos funcionarios de la presidencia y de ministerios provienen también del área sindical, casi todos vinculados a la CUT, según el diario O Estado de Sao Paulo.

Sin embargo, esa presencia no implica el aumento de su influencia como central sobre el gobierno ni un fortalecimiento del movimiento sindical, dañado por más de una década de aplicación de políticas neoliberales que afectan el trabajo, según expertos.

El desempleo, la informalidad, las nuevas tecnologías ”desempleadoras introducidas sin negociación con los trabajadores” y la falta de reforma en las leyes laborales debilitaron el sindicalismo, recordó a IPS Joao Carlos Juruna Gonçalves, secretario general de Fuerza Sindical, la segunda mayor central brasileña.

Además, la austeridad fiscal del gobierno reduce inversiones sociales y los recortes afectaron los cursos de capacitación ofrecidos por los sindicatos y la asistencia a los desempleados, lamentó Juruna.

A pesar de ello, el sindicalismo de Brasil está en mejor situación que en el resto de América Latina en general, pues ”su estructura resistió los años de neoliberalismo sin deteriorarse” y ahora tiene buenas perspectivas, evaluó para IPS Anselmo Luis dos Santos, investigador del Centro de Estudios Sindicales y de Economía del Trabajo, de la Universidad de Campinas.

La ”claridad” del fracaso de las políticas neoliberales y las reformas propuestas ahora por el gobierno de Lula, que abarcan el área tributaria, previsional y laboral, además de su polémica política económica, exigen un debate y una movilización que reactiven el movimiento sindical, señaló.

También la situación mundial, con ”el imperialismo y el unilateralismo” de Estados Unidos, genera protestas y movilizaciones que amplían el papel y las banderas históricas del sindicalismo, acotó.

Todo eso compensa en parte la ”erosión sufrida por la base material” del sindicalismo, es decir la pérdida de empleos formales y la expansión del trabajo precario, que afectó el movimiento en los años 90, opinó Santos.

Fuerza Sindical, desvinculada del gobierno, busca fortalecerse promoviendo este jueves lo que llama ”la mayor conmemoración mundial” del 1 de Mayo, el Día Internacional de los Trabajadores.

Espera reunir 1,7 millones de personas en una plaza de Sao Paulo, con espectáculos musicales y sorteos de cinco apartamentos y 10 automóviles entre los presentes, además de los discursos de sus dirigentes.

”Es algo que aprendimos de otros países, como Italia y Francia”, y que atrajo multitudes similares en los últimos años, explicó Juruna.

Mientras, la CUT decidió descentralizar sus actos, con la organización de nueve en distintos barrios y ciudades del llamado Gran Sao Paulo, que rodea a esa ciudad.

Su sector ”de izquierda”, que rechaza la política económica de Lula, tiene previsto realizar un acto por separado, en el centro de Sao Paulo.

Pese a esas divisiones, el dinamismo sindical brasileño contrasta con la crisis de otras grandes centrales de América Latina, históricamente aliadas a partidos que mantuvieron el poder por largos periodos.

Es el caso de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), que desafió el año pasado al presidente Hugo Chávez con huelgas y movimientos golpistas junto con la asociación patronal Fedecámaras, después de que el gobierno auspiciara un referendo para imponer por primera vez elecciones directas en los sindicatos.

”No hubo un desclasamiento en el acercamiento entre la CTV y Fedecámaras sino una coincidencia para fines estrictamente políticos”, aseguró a IPS León Arismendi, profesor de derecho del trabajo en la Universidad Central de Caracas.

”Fue una cuestión existencial, si el movimiento sindical no se enfrentaba a Chávez, éste lo hubiera destruido”, añadió.

La CTV, mayoritaria y siempre controlada por la socialdemócrata Acción Democrática que gobernó Venezuela en varios periodos y hoy es oposición, sufre las conmociones de la confrontación con Chávez, que alienta la creación de la Unión Nacional de Trabajadores.

”La nueva central será de corto vuelo y morirá al nacer”, como todas las organizaciones que ”surgen bajo amparo del patrono principal y están subsidiadas”, vaticinó Alfredo Ramos, dirigente de la CTV.

En tanto, en Argentina, la tradicional Confederación General del Trabajo, afín al gobernante Partido Justicialista (peronista), se dividió en dos partes con similar peso y ambas perdieron prestigio junto con los dirigentes políticos en la crisis general que se agudizó en ese país a fines de 2001.

Una reacción a ese deterioro fue el crecimiento de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), conformada principalmente por sindicatos de la educación y de otras áreas estatales.

La CTA, además, intenta articularse con numerosas agrupaciones de ”trabajadores desocupados”, surgidas a partir de la debacle económica de fines de la década del 90, y crear el equivalente al brasileño Partido de los Trabajadores, que llevó Lula a la presidencia.

Mientras, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) vive el vuelco de una historia más larga, después de 65 años de vida casada con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó el país por 71 años hasta que en 2000 se lo arrebató el actual presidente Vicente Fox.

El gobierno de Fox, que en las elecciones había prometido combatir la corrupción y los privilegios de los sindicatos vinculados al PRI, optó por la coexistencia y la estabilidad política.

La CTM tampoco cumplió la amenaza de hacer una huelga general, que paradójicamente hubiera sido la primera de su historia.

Además de esas crisis específicas, los sindicatos de América Latina afrontan condiciones estructurales desfavorables, con la economía informal que casi siempre absorbe más de la mitad del total de trabajadores.

En Brasil había sólo 27,2 millones de asalariados formales a fines de 2001, según datos del Ministerio del Trabajo, lo cual representa un tercio de la población económicamente activa del país.

En Venezuela, 52,3 por ciento de los 11,8 millones de la población activa estaban en el mercado informal en 2002. Además existe un persistente desempleo, que alcanza a 17,5 por ciento en Argentina, 12,1 por ciento en Brasil y 15,7 por ciento en Venezuela, según indicadores oficiales.

* Con aportes de Humberto Márquez (Venezuela), Marcela Valente (Argentina) y Diego Cevallos (México) (FIN/2003)

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