El régimen de Saddam Hussein dejó de existir. Desaparecieron sus retratos, antes omnipresentes en Iraq. Sin policías ni soldados a la vista, muchos en Bagdad libraron este miércoles algo parecido a una guerra civil, y también se dedicaron al saqueo.
La capital era una ciudad dividida. Saddam Hussein, sus hijos Uday y Qusay y sus colaboradores más cercanos se desvanecieron sin dejar rastros.
La mayoría de las celebraciones por la aparente caída de Saddam Hussein se registraban en algunas de las áreas de musulmanes chiítas, mayoritarios en Iraq pero minoritarios en el régimen.
Pero los combates persistían en algunos barrios poblados por simpatizantes del presidente iraquí.
De hecho, los disparos resonaban por todas partes. Desde el hotel Palestine, donde el proyectil disparado desde un tanque estadounidense mató a dos periodistas el martes, se escuchó el estruendo de artillería y disparos durante todo el día.
[related_articles]
En la rivera oriental del Tigris, continuaban los tiroteos a pesar de que no había allí soldados uniformados. Bagdad parecía combatir contra sí misma. En algunos barrios, se veía como una guerra civil.
Este miércoles fue, también, día de saqueos. Multitudes robaron todo lo que pudieron encontrar en las residencias vacías y en los comercios. Todos parecían saber qué casas quedarían deshabitadas en Bagdad cuando las tropas invasoras se apoderaran de la ciudad. Otras zonas de la capital estaban tranquilas.
Hubo escaramuzas y peleas entre los que se concentraban fuera del complejo comercial General Automatic Machine Trading. Grupos de jóvenes se llevaban docenas de generadores de electricidad con ellos.
Muy cerca de allí, otros jóvenes se llevaban moticicletas de un comercio. Cerca de la plaza Aqba Bin Nafi, hubo hasta camiones para cargar el botín. No había policías ni soldados a la vista. El gobierno había dejado de existir.
En la plaza Tahrir, cerca del centro de la ciudad, se registraron tiroteos entre grupos de personas. ”Queremos celebrar, pero no así. No estamos combatiendo a Saddam (Hussein), ni a los estadounidenses: nos estamos peleando entre nosotros”, dijo un joven llamado Sarhad.
La calle Sadoon, repleta de comercios —o lo que quedó de ellos luego de 13 años de sanciones internacionales—, fue escenario de robos y de incendios que duraron 20 minutos. Los saqueadores no reparaban en si el propietario del negocio era simpatizante de Saddam Hussein o no.
Parecía que los uniformes iraquíes habían desaparecido, pero no los hombres que los usaban.
Pero en algunos casos, simpatizantes del régimen de Saddam Hussein se intercambiaron disparos con soldados estadounidenses, que aún estaban lejos de gozar de libertad de movimiento en Bagdad.
En las primeras horas de la tarde de este miércoles, aviones estadounidenses sobrevolaban el río Tigris a baja altura. Las bombas arrojadas a menos de un kilómetro del hotel Palestina sacudieron el edificio.
Los peligros aumentaron por la gruesa neblina se elevó desde el río Tigris desde la mañana. Pero Bagdad estaba en peligro por sus propios habitantes más que por las bombas que caían desde el cielo.
Y por primera vez un periodista podía recorrer la ciudad sin restricciones, sin un funcionario del régimen que controlara sus movimientos.
Muchos bagdadíes sintieron esa libertad por primera vez en sus vidas. Saddam Hussein y sus hombres no estaban más para vigilar a los iraquíes.
Pero algo no cambió, y fue el paisaje colmado de armas. Muchos saqueadores exhibían las suyas para asegurarse el botín.
Todos los ladrones por un día eran chiítas, aseguró un anciano. ”Fueron durante mucho tiempo los más pobres de Bagdad, y ahora piensan que es su turno”, agregó.
Los chiítas son el sector de la población más oprimido por el régimen de Saddam Hussein. A pesar de que constituyen 65 por ciento de los habitantes, los musulmanes sunitas han dominado el gobierno.
Bagdad vivió su histórico día a puertas cerradas. No había mujeres en las calles. Pocas se unieron a las multitudes. Ni siquiera las militares estadounidenses estuvieron allí.