Las divisiones dentro del gobierno de Estados Unidos y entre éste y Europa por los planes de posguerra en Iraq se profundizan mientras las tropas invasoras tratan de abrirse camino hacia Bagdad.
La cuestión de quién estará a cargo de la ocupación separa al Pentágono (Departamento de Defensa) del Departamento de Estado (cancillería) y de los aliados europeos, en particular el primer ministro británico, Tony Blair.
El Pentágono parece determinado a conservar tanto poder como sea posible para sí mismo y sus favoritos del opositor Congreso Nacional Iraquí, dirigido por millonarios afincados en Occidente que en su mayoría no han visitado Iraq en décadas.
Por otra parte, el Departamento de Estado, respaldado por la comunidad de inteligencia y Blair, pide la participación de otros aliados, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otras figuras de la oposición iraquí.
De acuerdo con esto, el Pentágono vetó hasta ocho antiguos y actuales funcionarios del Departamento de Estado para puestos clave en la futura administración provisional iraquí, reveló el diario The Washington Post.
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Los excluidos son ex embajadores y altos funcionarios del servicio exterior, con experiencia en el mundo árabe.
Algunas fuentes señalan que esos candidatos fueron excluidos por su ”falta de acción”, mientras otras revelaron que fueron vetados por Douglas Feith, subsecretario de la Junta de Política de Defensa, por razones más específicas.
Feith, que en el pasado apoyó al gobernante Partido Likud de Israel, considera a los candidatos demasiado proárabes, según las fuentes.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, habría insistido en que toda la ayuda humanitaria quedara bajo jurisdicción del general retirado Jay Garner, coordinador de la oficina de reconstrucción y asistencia humanitaria del Pentágono, directamente subordinado al jefe del Comando Central, general Tommy Franks.
Por otra parte, el secretario de Estado (canciller) Colin Powell opinó la semana pasada en una carta a Rumsfeld que las tareas humanitarias deberían quedar a cargo de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), dependiente del Departamento de Estado.
Powell argumentó que las agencias internacionales y los grupos de socorristas voluntarios no estarían dispuestos a quedar subordinados a las Fuerzas Armadas estadounidenses.
Esas mismas organizaciones piden que la ONU asuma el control de las operaciones de ayuda, pero el Pentágono rechaza de plano esa posibilidad. Feith insistió en que, mientras la situación en el terreno fuera insegura, los militares deberían retener el control.
”Si las cosas marchan bien, podremos entregar el mando a los iraquíes, por lo tanto no habría necesidad de participación de la ONU”, arguyó.
Además de Powell y las agencias humanitarias, la postura anti- ONU del Pentágono fue rechazada por Blair y la Unión Europea (UE), que ha pedido un papel más importante del foro mundial en los esfuerzos de ayuda y reconstrucción, similar al que tuvo en Afganistán tras la expulsión del régimen Talibán, en 2001.
”Creemos que la ONU debe desempeñar un papel central durante y después de la crisis”, dijeron líderes de la UE. Francia, en particular, amenazó con vetar cualquier resolución del Consejo de Seguridad que subordine la ONU a una autoridad estadounidense de ocupación.
La brecha entre el Pentágono por un lado y Powell, los grupos humanitarios y la UE por otro se ha vuelto tan grande que 29 destacados demócratas y republicanos publicaron este semana una carta conjunta en la que propusieron la base de un arreglo.
Los firmantes son ex funcionarios de gobierno y analistas de los grupos de planificación estratégica Brookings Institution, Consejo de Relaciones Exteriores, American Enterprise Institute y Hoover Institution.
La carta exhorta a Washington a ”procurar la aprobación en el Consejo de Seguridad de una resolución que establezca una administración civil en Iraq, autorice la participación de agencias de ayuda y reconstrucción de la ONU y apruebe el despliegue de una fuerza de estabilización por aliados de la OTAN” (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
”Mientras algunos parecen determinados a crear una división cada vez más profunda entre Estados Unidos y Europa, otros parecen indiferentes a la supervivencia a largo plazo de la alianza transatlántica”, dice la carta, en lo que se considera una alusión directa a Rumsfeld y al presidente francés Jacques Chirac.
El mensaje es, ”en primer lugar, que Estados Unidos no necesita hacerlo solo (la reconstrucción y la ayuda humanitaria), y en segundo lugar, que no puede”, comentó Lee Feinstein, funcionario de gobierno durante la presidencia de Bill Clinton (1993-2001) y actual miembro del Consejo de Relaciones Exteriores.
Aunque la administración Bush podría optar por ese tipo de solución, por ahora el Departamento de Defensa insiste en el control completo de la ocupación.
El Pentágono continúa exigiendo un papel destacado para el ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), James Woolsey, un protegido de quien fuera hasta la semana pasada el presidente de la Junta de Política de Defensa, Richard Perle.
Perle es uno de los más acérrimos promotores de un cambio geopolítico radical en Medio Oriente.
Trascendió que Feith promueve como ministro de Información del régimen provisional iraquí a Woolsey, que ayudó en la campaña de la prensa para vincular a Iraq con el grupo extremista islámico Al Qaeda, pero otros funcionarios opinaron que su antiguo cargo en la CIA reduciría su credibilidad para ese puesto.
Woolsey y Garner también están asociados con el Instituto Judío de Asuntos de Seguridad Nacional (JINSA), que promueve vínculos estratégicos y militares entre Estados Unidos e Israel.