Cien personas acuden cada hora a los hospitales de la capital iraquí, heridos en batallas callejeras contra fuerzas estadounidenses tras la caída del régimen de Saddam Hussein el miércoles, según los médicos. El festejo no fue unánime.
Los médicos del hospital de Al Kindi dicen que pocos bombardeos de Estados Unidos y sus aliados sobre Bagdad causaron tantas heridas como los últimos combates en las calles.
Muchos en Iraq escucharon el fragor del combate, pero sólo en el hospital se puede averiguar cómo fue.
A un lado de la puerta de ingreso, iraquíes vestidos de civil que ya trabajan para las fuerzas de ocupación vigilan a un grupo de hombres. Los ”detenidos” son parte de los cientos de personas que lanzaron un ataque suicida contra una columna de soldados estadounidenses. Al menos 50 iraquíes murieron baleados.
Según se ve en el hospital Al Kindi, cientos festejaron en lugares públicos la caída de Saddam Hussein, pero muchos más trataron de combatir a los invasores estadounidenses que ingresaron en Bagdad.
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En este hospital, como en todos los de la ciudad, nadie puede esperar un tratamiento adecuado. ”Llegamos al punto de quiebre. Necesitamos mucha ayuda, y la necesitamos ahora. No tenemos medicamentos ni personal para todos los pacentes que están llegando”, dijo a la prensa el médico Osama Saleh, de Al Kindi.
Los médicos han operado pacientes sin darles anestesia suficiente. Durante buena parte de este jueves, solo pudieron atender situaciones críticas, pues ni siquiera tenían tiempo para revisar a los pacientes que iban llegando. La electricidad se cortó el martes y no volvió.
Buena parte de la tarea no recae en médicos o enfermeras, sino en voluntarios. ”Ni siquiera soy estudiante de medicina y estoy haciendo el trabajo de los doctores”, dijo un joven llamado Abbas, mientras trataba de calmar a un anciano que gritaba de dolor en el piso del hospital.
Y a medida que llegaban más heridos, el personal era más y más insuficiente, afirmó Abbas. Algunos empleados necesarios para funciones esenciales pero elementales, como suministrar medicación intravenosa, ni siquiera había ido a trabajar. ”Tienen demasiado miedo como para venir”, dijo el joven.
Para muchos en todo el planeta, los bagdadíes salieron a las calles a festejar. Pero, al parecer, la mayoría se quedó en sus casas por temor a las muchedumbres que no sabían de orden ni de contención y muchos afrontaban la última batalla contra el invasor.
Luego de las bombas y los disparos en las calles, el próximo asesino serán las infecciones. Todos los cuartos del hospital están sucios. Las moscas vuelan por doquier. Abbas ayudó a una enfermera a suministrar agua a un niño por vía intravenosa. La aguja no estaba esterilizada, y parecía haber sido usada antes.
En el piso yacían una docena de hombres acurrucados. Uno de ellos había sufrido graves quemaduras, y tiritaba. Compartía una sábana con los otros. Los pacientes con quemaduras corren alto riesgo de infección aun en un buen hospital.
Nadie se queja de los médicos ni de la falta de atención. ”Es que somos demasiados. No es culpa de ellos”, agregó, señalando a una enfermera. ”Es de los estadounidenses”, acusó
En el hospital, tanto entre los pacientes como entre los médicos y enfermeras, la opinión predominante difiere de la manifestada por los que festejaban en el centro de Bagdad frente al hotel Palestine, delante de las cámaras de la televisión extranjera.
Hay unos pocos generadores de electricidad, pero solo se utilizan para las operaciones. De noche, cuando muchos médicos se retiran a casa para cuidar a sus familias, se escucha en la oscuridad las quejas de los pacientes.
”Los médicos están preocupados… En estos días nadie quiere que sus mujeres y sus hijos se queden solos”, explicó Abbas.
Un funcionario administrativo dice que la casi todos los médicos del hospital son sunitas, rama del Islam que constituye la minoría de la población de Iraq pero la mayoría de los altos funcionarios del régimen que encabezó Saddam Hussein.
Los médicos ”temen ahora que los chiítas estén afuera para atraparlos, y por eso no quieren venir”, explicó el empleado.
Algunos pacientes quieren irse a casa, pero ningún familiar acude por ellos al hospital. Y tampoco hay ambulancias para llevarlos, pues sus conductores, también sunitas, se quedaron con sus familias.