IRAQ-EEUU: Woosley, aspirante a virrey

El ex jefe de la CIA R. James Woosley aspira a hacerse cargo de administrar Iraq al cabo de la guerra. Su posible designación dice mucho sobre la intención del gobierno de Estados Unidos de cambiar el rumbo de Medio Oriente.

Woosley es la principal carta del ala más derechista de la administración de George W. Bush, en especial del denominado sector neoconservador del gobernante Partido Republicano.

Entre sus contactos en el Poder Ejecutivo estadounidense figura el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, y también cultiva una estrecha relación con el influyente ex jefe de asesores políticos del Pentágono, Richard Perle.

Woolsey promueve hace mucho tiempo el uso del poder militar sin par de Estados Unidos para la transformación política del mundo árabe. Fue, además, uno de los grandes impulsores de la invasión a Iraq desde los atentados contra Nueva York y Washington que dejaron 3.000 muertos el 11 de septiembre de 2001.

Para el ex jefe de la CIA (Agencia Central de Inteligencia), Estados Unidos ya está inmerso en lo que él y sus compañeros neoconservadores denominan ”la cuarta guerra mundial”.
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Los beligerantes en esta versión armada del ”choque de civilizaciones”, formulado en la teoría por el historiador Samuel Huntington, son Estados Unidos y Gran Bretaña, por un lado, y, por el otro, extremistas islámicos como los de la red Al Qaeda, teócratas de Irán y los gobiernos ”fascistas” de Iraq y Siria.

Estos tres sectores enemigos de Occidente, en realidad, tienen poco en común. La mayoría de la red Al Qaeda, a la que se atribuyen los atentados de 2001, practican el Islam sunita. El régimen iraní es chiíta. Y el partido Baath, con alas hoy enfrentadas que gobiernan en Iraq y en Siria, es secular.

Woosley cree que otros gobiernos autoritarios del mundo árabe, como los del presidente Hosni Mubarak en Egipto y la familia Saud en Arabia Saudita, han asumido un ”pacto fáustico” con la secta islámica wahabita, el cual ha permitido que se perpetren la mayoría de los atentados vinculados con el Islam en el mundo.

”Queremos que ustedes se pongan nerviosos”, dijo Woosley, como si se dirigiera a Mubarak y a los Saud, pero no en persona sino ante un auditorio de estudiantes de la Universidad de California en Los Angeles el jueves.

”Queremos que se den cuenta ahora, por cuarta vez en un siglo, que este país y sus aliados están en marcha, y que estamos del lado de aquellos a quienes ustedes más temen: estamos del lado de vuestro propio pueblo”, afirmó.

En una conferencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) celebrada en noviembre en Praga, Woosley declaró: ”Iraq puede ser considerada la primera batalla de la cuarta guerra mundial.” El dirigente emplea tal retórica desde el 11 de septiembre de 2001.

”Luego de dos guerras mundiales 'calientes' y una fría, todas ellas con epicentro en Europa, la cuarta guerra mundial será para Medio Oriente”, afirmó.

Abogado de alto vuelo al servicio de grandes compañías, Woolsey, como otros neoconservadores, fue en los años 60 un liberal del hoy opositor Partido Demócrato que acompañó las manifestaciones por los derechos civiles de la minoría negra.

Participó, incluso, en la campaña electoral de 1968 a favor de la candidatura del candidato demócrata que se oponía a la guerra de Vietnam, Eugene McCarthy.

Pero un detalle que lo aleja, en cierta medida, de sus correligionarios neoconservadores es que tuvo un breve pasaje por las fuerzas armadas. Fue en la marina de guerra.

Luego, se convirtió en funcionario del gobierno de la mano de las entonces flamantes estrellas del movimiento neoconservador, como Perle y Wolfowitz, en carácter de participante en las negociaciones internacionales para el control de armas.

Fue subsecretario de la Marina de Guerra en el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981), y en la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) volvió a colaborar en la negociación multilateral sobre armamento, tarea en que también se desempeñó en el periodo del padre del actual mandatario, George Bush (1989-1993).

Descontento con el realismo político del primer Bush, en especial con su decisión de no prolongar la primera guerra del Golfo (1991) hasta derrocar al presidente iraquí Saddam Hussein, apoyó en 1992 la candidatura del demócrata Bill Clinton, quien estuvo al frente del gobierno entre 1993 y 2001.

Sus amigos neoconservadores se entusiasmaron cuando Clinton designó a Woosley director de la CIA, pero renunció en 1995. Nunca pudo establecer una relación estrecha con el presidente: se reunieron solo en dos ocasiones. ”Clinton lo consideraba un fanfarrón”, dijo un ex alto funcionario del gobierno.

En el llano, Woosley alimentó sus obsesiones contra Saddam Hussein.

En enero de 1998 firmó una carta dirigida a Clinton junto con otras personalidades del entonces flamante Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC), en que reclamaba acciones para un ”cambio de régimen” en Iraq como principal objetivo de la política exterior de Washington.

El mismo año, ejerció fuerte presión al Congreso legislativo por la aprobación de la Ley de Liberación de Iraq, que significó la formalización del ”cambio de régimen” como política oficial estadounidense.

No menos importante, la ley asignaba 100 millones de dólares al opositor Congreso Nacional Iraquí (CNI) del dirigente Ahmed Chalabi.

Los neoconservadores pisaron fuerte el acelerador luego de los atentados de 2001. Pocos días después, Perle convocó a la junta de asesores del Pentágono con el fin de pergeñar argumentos para atacar Iraq, y Woosley obtuvo el encargo de buscar en Europa evidencia sobre vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda.

Tras muchas semanas de investigación, el ex jefe del espionaje estadounidense volvió al país con la versión según la cual el jefe de los secuestradores de aviones que cometieron los ataques contra Nueva York y Washington se había reunido con un agente iraquí en Praga en abril de 2001.

La historia, atribuida a un informante anónimo de los organismos de seguridad de República Checa, fue calificada de inverosímil por agencias de inteligencia de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Israel.

Pero eso no impidió que la versión se convirtiera en la base de una campaña de propaganda a favor de la guerra en Iraq, y fue repetida como verdad comprobada por Woosley y otros neoconservadores en los diarios y en la televisión estadounidense cuando aún no había terminado la operación militar en Afganistán.

Woosley llegó a sugerir que Saddam Hussein estuvo detrás del primer atentado a las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, en 1993, por el cual ya había incluso procesados en Estados Unidos, y de los envíos por correo de esporas de ántrax (carbunco) en 2001.

El abogado llegó, incluso, a atribuir el fracaso de las agencias de espionaje en la tarea de confirmar la conexión entre Saddam Hussein y Al Qaeda a su falta de imaginación.

La campaña dio frutos. A fines del año pasado, más de la mitad de los entrevistados para una encuesta nacional dijeron creer que el presidente iraquí estaba, de algún modo, vinculado con los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Woosley fue, también, uno de los que pronosticó que la población iraquí daría la bienvenida a los soldados invasores estadounidenses y que, si Washington lanzaba la guerra, sus aliados en Europa, a la postre, lo apoyarían.

”Necesitamos a Turquía, pero realmente no necesitamos a los europeos. De todos modos, ellos serán los primeros en formar fila para subirse a nuestras espaldas luego de nuestro éxito, y nos dirán entonces que siempre estuvieron de nuestro lado”, dijo en diciembre de 2001 al diario The Washington Post.

Como otros neoconservadores, Woosley también muestra cierta ambivalencia al referirse a la revolución democrática que pretende para el mundo árabe.

”Sólo el temor restablecerá el respeto por Estados Unidos”, dijo a The Washington Post cuando se le preguntó si las campañas agresivas en el mundo árabe no redundarían en respaldo de los radicales islámicos, en especial de Al Qaeda.

Y cuando se le consultó si mantendría su entusiasmo por la democracia en Medio Oriente si los partidos islámicos hostiles a Estados Unidos ganaran mañana las elecciones, dijo: ”Bueno, quizás entonces las elecciones deban hacerse pasado mañana.”

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