ECONOMIA-AFRICA AUSTRAL: Vendedoras de esperanza

Vive y deja vivir parece ser la consigna de los funcionarios de aduanas de los países limítrofes con Sudáfrica, en especial ante las mujeres que sobreviven vendiendo mercancías a través de las fronteras.

”Al igual que en la mayor parte de la actividad económica informal, no intervenimos mucho. Estas microempresarias caen entre las grietas del escrutinio habitual”, declaró Marcus Shabangu, de la Oficina de Impuestos de Swazilandia.

Tanto Swazilandia como Lesotho, Mozambique, Namibia, Zimbabwe y Botswana tienen un flujo continuo de mujeres que entran y salen de Sudáfrica, el país más próspero de Africa subsahariana, en un tráfico de doble vía de pequeñas mercancías.

La mayor parte del comercio involucra artesanías que ingresan a Sudáfrica para abastecer tiendas de souvenirs para turistas y medicinas herbales de uso popular.

Otras mercancías son claramente ilegales, como la marihuana cultivada en las montañas de Swazilandia y metales preciosos y gemas sacados de las minas.

Pero el común denominador de las comerciantes es su filosofía de trabajo comunitario —las mujeres viajan en grupo, en microbuses o camiones— y su aferramiento a una ruta y a un producto.

”Mantengo cinco hijos con el dinero que hago como vendedora”, contó Ethel Mngomezulu, que compra mantas y sábanas a mayoristas de Johannesburgo y las vende entre sus vecinos de Manzini, Swazilandia.

”Los puedo mandar a la escuela, darles un techo y poner comida en su mesa”, celebró.

Sin embargo, cuando intentó ampliar su rubro y adquirió redes para los mosquitos durante un brote de malaria, no obtuvo buenos resultados. ”Nadie quería las redes. Terminé usándolas yo misma”, lamentó.

”Si vendes huevos, no quieras vender pollos. Quédate en lo que conoces”, recomendó.

Ese pensamiento conservador no producirá grandes empresarias entre las decenas de miles de comerciantes que entran y salen de Sudáfrica cada mes, pero sus gobiernos están agradecidos por sus esfuerzos, que contribuyen al alivio de la pobreza.

”Estas mujeres no van a hacerse ricas, ni lo pretenden. Las economías nacionales no se benefician mucho de sus actividades, aunque algunos mayoristas individuales dependen de ellas”, señaló Mngomezulu.

”Nunca pudimos cuantificar los ingresos de estas vendedoras, porque en general no pagan impuestos, pero en general son madres solas o esposas desatendidas de hogares polígamos, y al sustentar a sus familias, le ahorran mucho al Estado en servicios sociales y subsidios familiares”, explicó el funcionario.

Las vendedoras viajan en grupo por razones de seguridad, aunque raramente son asaltadas porque se sabe que son comerciantes de subsistencia que tienen poco para robar.

Ellas conocen sus rutas, sus proveedores y sus clientes. Empresarias conservadoras por naturaleza, no admiten variaciones que puedan afectar sus escasos márgenes de ganancia.

”La clave es que son empresarias. Hace una generación, las mujeres no dejaban la granja de ninguna manera. Ahora las vendedoras son comunes”, comentó Musa Hlope, director ejecutivo de la Cámara de Comercio de Swazilandia.

Mandla Mpangase, ejecutiva de comunicaciones de la filial sudafricana de la empresa Siemens, relató que su madre la sustentó de niña con el producto de sus ventas informales.

”Ella me inculcó con su ejemplo los valores del trabajo duro, la frugalidad y el sentido empresarial”, recordó.

El ejemplo de las mujeres comerciantes inspirará a sus hijos, dijo Judy Zwane, una trabajadora social de Nelspruit, Sudáfrica, cuya madre vendía dulces y frutas en una estación de autobuses para pagar la escuela de sus hijos.

”Para las niñas, las madres vendedoras son buenos modelos, porque no ven nada inusual en que una mujer sea comerciante. Esas niñas crecen y se incorporan al mundo de los negocios, sólo porque sus madres les abrieron el camino”, comentó.

Las mujeres comerciantes hacen también de mensajeras al llevar cartas familiares y dinero de un país a otro.

”Todo esto forma parte de la vida informal pero vibrante de estas personas, mientras las autoridades lo aprueban o miran hacia otro lado”, señaló Zwane.

En el puesto fronterizo de Lomahasha, entre Mozambique y Swazilandia, mujeres traficantes de ambos países intercambian mercancías y dinero a través de la alambrada fronteriza.

Si hace falta viajar al país vecino, las vendedoras conocen bien la rutina de declaraciones aduaneras.

En los puestos fronterizos de países pequeños como Swazilandia, los funcionarios de aduana reconocen a esas mujeres itinerantes por su aspecto físico y hasta por su nombre, e intercambian con ellas saludos y noticias.

”Si fuéramos países industrializados, probablemente este tipo de comercio sería regulado y desaparecería. Las mujeres perderían su sustento y las beneficiadas serían las grandes cadenas de tiendas”, dijo Zwane. (

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