Más de 1,9 millones de niñas y niños de América Central ven amenazadas sus posibilidades de estudiar y salir del círculo de la pobreza, porque a diario deben ganarse el sustento trabajando.
Ese dato fue obtenido en una investigación que realiza el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC), cuyos resultados preliminares fueron brindados a IPS en forma exclusiva.
La existencia de la infancia trabajadora contribuye a perpetuar el subdesarrollo y es un caldo de cultivo para dramáticos conflictos sociales que podrían estallar en pocos años, según especialistas consultados.
Lo que les estamos haciendo a los niños de América Central lesiona su presente y afectará muchísimo su futuro, dijo a IPS la investigadora María Luisa Rodríguez, del IPEC, un programa de la Organización Internacional del Trabajo.
El estudio reveló que hay 1.939.389 niñas y niñas de cinco a 17 años que trabajan en Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.
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Esos trabajadores infantiles, que afrontan graves dificultades para estudiar, son 16,2 por ciento de los casi 12 millones de niñas y niños del istmo en ese tramo de edades.
Además, la gran mayoría de las niñas y niños que trabajan son ayudantes de sus padres o madres, y no reciben remuneración, apuntó Rodríguez.
La investigación forma parte del Programa de Información Estadística y Seguimiento en Materia de Trabajo Infantil, y los resultados definitivos para América Central se publicarán en 2004.
Cerca de la mitad de la infancia trabajadora del istmo fue registrada en Guatemala (937.530), y el país con menor incidencia cuantitativa del fenómeno fue Belice (8.582).
El principal sector en que trabajan las niñas y niños de la región es la agricultura, seguida por el comercio, los servicios y la manufactura.
Esto es peligrosísimo para la región, pues se están violando los derechos al desarrollo digno y a la salud de los niños, comentó a IPS, al conocer los datos, María Conde, asesora del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Gran parte de la infancia trabajadora divide su tiempo entre el trabajo y el estudio, pero con el correr de los años, la escuela suele perder la partida.
En Belice, 18 por ciento de los trabajadores de cinco a 14 años no asisten a centros educativos. Esa proporción es 21 por ciento en Costa Rica, 32 por ciento en El Salvador, 34 por ciento en Honduras, 37 por ciento en Panamá, 40 por ciento en Nicaragua y 41 por ciento en Guatemala.
El trabajo precoz y la deserción del sistema educativo conducen a tocar el techo de posibilidades profesionales a edad muy temprana, observó Conde.
Eso puede asociarse con un cúmulo de descontento social y tentaciones de ingresar los círculos de la delincuencia, opinó.
En la década pasada apreciamos que la pobreza tenía rostro de mujer. Y en esta nueva década estamos claramente observando que ahora la pobreza tiene cara de niño, indicó la especialista, quien trabaja en Panamá en la sede de Unicef para América Latina y el Caribe.
Esa preocupación determinó que 15 personalidades públicas costarricenses de la ciencia, el deporte, la música, la religión y la política firmaran este viernes en Costa Rica un manifiesto contra el trabajo infantil.
Entre los firmantes están el Premio Nobel de la Paz Oscar Arias, el astronauta de origen costarricense Franklin Chang y el compositor de música clásica Benjamín Gutiérrez.
Trabajar no es muy cansado, pero a veces sí es un poquito aburrido, comentó a IPS el adolescente Jorge Luis Cerdas, de 16 años, cuya contextura física y facciones le hacen aparentar mucho menos.
Cerdas comenzó a trabajar cuando tenía 11 años, y sólo completó estudios de escuela primaria antes de dedicarse por completo a ayudar a su padre en la venta ambulante de frutas y verduras, con un carrito.
¿Mi mayor sueño? Tener un puesto fijo de frutas y verduras en el mercado. No me gusta eso de andar de un lado para otro, explicó Cerdas, quien trabaja bajo el sol tropical, de siete de la mañana a seis de la tarde.
Este adolescente con cara de niño aparca su carrito de lunes a viernes en el centro de Cartago, una ciudad ubicada 22 kilómetros al este de San José.
Enfundado en ropa ligeramente raída, Cerdas contó, mientras su padre lo miraba, que su hermana de 15 años también dejó de estudiar, y que su hermano menor, de 11 años, es el único que va a la escuela.
Algunas organizaciones no gubernamentales (ONG) afirman que los gobiernos de América Central y programas como el IPEC no hacen lo suficiente para atacar las causas del trabajo infantil.
Me parece que se apagan pequeñas partes del incendio pero que no se atacan las causas reales que ocasionan el fuego, dijo a IPS Virginia Murillo, presidenta ejecutiva en Costa Rica de la ONG Defensa de los Niños Internacional, en cuya opinión sólo una pequeña parte de la infancia trabajadora de la región recibe apoyo.
La activista sostuvo que los gobiernos deberían mostrar más voluntad de disminuir la pobreza de la población y aumentar la calidad integral de la educación.
Según datos recopilados por Defensa de los Niños Internacional, la infancia trabajadora corre grandes riesgos laborales.
En la agricultura, las niñas y niños están expuestos a tóxicos plaguicidas, cumplen largas jornadas laborales y cargan pesos excesivos para su edad. En los servicios de venta ambulante, predominan los riesgos de accidentes de tránsito y de maltrato o abuso por parte de adultos.
Otra institución que ha expresado preocupación por el tema es la ONG Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica (Codehuca).
Según ese grupo, la situación de los niños trabajadores refleja las precarias condiciones sociales del istmo, que paradójicamente se han agravado tras el fin de guerras civiles y otros conflictos armados.
El trabajo infantil en la región es una muestra más de la constante violación de los derechos económicos, sociales y culturales, alegó el coordinador general de Codehuca, Daniel Camacho.