Una de cada 12 estadounidenses en edad fértil tienen en su organisno niveles de mercurio capaces de causar a los hijos que conciban parálisis cerebral, déficit de memoria y retardo del desarrollo, según un estudio científico oficial.
Eso se debe ante todo al consumo de pescado contaminado por ese metal, que es una poderosa neurotoxina, pero científicos reunidos en la sudoriental ciudad canadiense de Windsor concluyeron que no es necesario alertar a la población para que evite ese alimento.
Un estudio presentado en esa reunión reveló que habitantes de la sudoccidental ciudad estadounidense de San Francisco cuya dieta incluye pescado crudo (en especial sushi) tres o cuatro veces por semana sufren entumecimiento de las manos y caída del cabello, y que sus hijos muestran retardo en el crecimiento, debido al mercurio.
Las víctimas ”padecen la enfermedad de Minamata”, causada por la ingestión de ese metal, explicó David Carpenter, profesor de salud ambiental y toxicología de la estadounidense Universidad de Albany.
Esa enfermedad fue identificada en 1955, cuando habitantes de la sudoriental bahía japonesa de Minamata consumieron pescado con alta concentración de mercurio, procedente de industrias locales que vertían sus desechos en el agua.
Las víctimas padecieron ceguera, parálisis, y pérdida de control muscular, y la contaminación causó defectos congénitos a sus hijos. Más de 1.400 personas murieron.
Los afectados en San Francisco solían comer atún, pez espada, caballa y tiburón con alta concentración de mercurio.
El envenenamiento con ese metal afecta a poblaciones de muchos países. Residentes de la Amazonia brasileña sufrieron trastornos neurológicos luego de ingerir pescado contaminado con mercurio del río Tapajos.
En Groenlandia, donde la contaminación con mercurio de focas y ballenas se multiplicó por cuatro en los últimos 25 años, 16 por ciento de los habitantes tienen niveles de ese metal en su organismo por encima del umbral de toxicidad.
Los expertos en nutrición coinciden en que el pescado es uno de los alimentos más saludables, por su alto contenido de proteínas y ácidos grasos Omega 3, que previenen enfermedades cardíacas. Pero eso tiene poca importancia si se trata de peces cargados de mercurio, apuntó Carpenter.
El uso de mercurio en termómetros, materiales odontológicos, lámparas fluorescentes, medicamentos y viejas baterías, así como su presencia en desechos de las industrias minera, del cemento y química, y en plantas energéticas que emplean carbón, han vertido decenas o quizá cientos de toneladas de ese metal.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) indicó en un informe divulgado en febrero que 70 por ciento de las emisiones de mercurio debidas a actividad humana, o sea unas 1.500 toneladas anuales, provienen de la quema de carbón y de desechos.
El PNUMA instó a los gobiernos a emplear costosa tecnología disponible que permite reducir cerca de 80 por ciento esas emisiones en las plantas generadoras.
El mercurio es un elemento, y por lo tanto no desaparece ni se desintegra en otras sustancias. Además, es fácil que sus partículas son desplazadas miles de kilómetros por corrientes de aire.
Esos factores determinan que casi todo el pescado contenga alguna cantidad de ese metal, aunque no necesariamente niveles peligrosos para la salud humana.
Los peces ingieren microorganismos que contienen mercurio en una forma metilada y se combina con las proteínas de sus cuerpos. Luego el pez grande se come al chico, y casi todos terminan incorporando ese metal.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) informó en febrero que ocho por ciento de las mujeres en edad fértil de ese país, o sea cinco millones, presentan contaminación por mercurio capaz de causar dificultades motrices y de aprendizaje a los hijos que conciban.
Esa agencia recomendó que mujeres y niñas limiten su consumo de pescado, y eviten por completo algunas especies.
”Hay cada vez más evidencia de que incluso dosis bajas de mercurio tienen sutiles efectos perjudiciales para el desarrollo infantil, pero debemos ser muy cuidadosos al evaluar el riesgo”, señaló la profesora Laurie Chan, del Centro sobre Nutrición de Pueblos Indígenas de la Universidad McGill, de la sudoriental ciudad canadiense de Montreal.
”No queremos que se interprete nuestro mensaje como una desvalorización del pescado en la dieta”, explicó.
Los organismos de salud pública de América del Norte recomiendan comer pescado por lo menos dos veces por semana, pero la mayoría de los habitantes de la región desoye ese consejo, según estadísticas oficiales.
Mantener el consumo de pescado y otros alimentos naturales es especialmente importante para los pueblos aborígenes del norte de Canadá, porque sustituir su dieta tradicional por el consumo de alimentos procesados les ha causado perjuicios sanitarios mucho más graves que el riesdo de ingerir mercurio, alegó Chan.
Entre esos perjuicios se destaca el acelerado crecimiento de la incidencia de diabetes y enfermedades cardíacas, explicó.
De todos modos, esos aborígenes deberían minimizar el riesgo de contaminación mercurial mediante la selección de las especies y las partes del pescado que consumen, destacó la especialista.
La población en general debería adoptar las mismas precauciones, añadió.
Organismos oficiales de América miden anualmente los niveles de mercurio en el organismo de peces que viven en ambientes naturales, y alertan al público cuando hallan datos preocupantes.
Según esos estudios, casi todos los grandes peces carnívoros presentan altos niveles de contaminación por mercurio, y ”pueden ser realmente peligrosos para los niños si se consumen habitualmente y en grandes cantidades”, señaló Carpenter.
Pero no hay cómo saber si el pescado que se compra en comercios o se sirve en un restaurante es inocuo, ya que no existen criterios de etiquetado, y además es frecuente que una especie de pez tenga distintos nombres, de modo que ”los consumidores carecen de garantías”, subrayó.
Mientras no existan normas y sistemas de control en la materia, el experto recomendó evitar todos los grandes peces carnívoros salvo el salmón, pero también evitar los salmones procedentes de criaderos, porque contienen otros contaminantes.