Si algo ha logrado la guerra en Iraq hasta ahora es el fortalecimiento del sentimiento religioso. Chiítas o sunitas, los musulmanes de Bagdad se vuelcan a las plegarias, y algunos hablan de pelear por Alá.
Los horarios de los llamados de las mezquitas a rezar se han visto alterados, y ahora esa convocatoria se realiza cada vez que se activan las sirenas antiaéreas. Estas suenan cada vez menos, pero los bombardeos continúan.
Ahora que el sistema de alerta falla, que la precisión de las supuestas ”bombas inteligentes” de Estados Unidos y Gran Bretaña quedó en cuestión y que la población acumuló todos los alimentos y el agua que podía, sólo queda rezar.
”Los iraquíes nunca fuimos un pueblo muy religioso”, declaró el gerente de un hotel de Bagdad. ”Los jóvenes, en particular, casi nunca van a la mezquita. Pero en estos días, vemos una concurrencia como nunca antes”, agregó.
El mismo regularizó sus plegarias. ”¿Qué otra cosa podemos hacer?”, preguntó. ”Si alguien nos puede salvar es Alá, nadie más”.
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No todos los que concurren a la mezquita van a rezar. Muchos lo hacen porque es un lugar donde se pueden reunir con otros, conversar sobre lo que ocurre y sobre lo que pueden hacer.
Quizá la asistencia decaiga nuevamente cuando termine la guerra, pero está claro que el conflicto fortaleció el sentimiento islámico.
La televisión iraquí se encarga de reforzar esa tendencia con la reiteración de imágenes del presidente Saddam Hussein rezando o mediante exhortaciones a la unidad árabe y musulmana contra los invasores.
Líderes del partido Baas, que llegó al poder en 1968 como el partido de la resurrección socialista árabe y desde entonces gobierna el país de facto como un estado laico, también se vuelcan a la religión en busca de apoyo.
La estrategia es exitosa. En distintas congregaciones, partidarios del Baas, con rifles en la mano, hablan de pelear por Alá (dios en árabe) y de su confianza en que él los defenderá.
Las mezquitas de Adhamiya y Kadhamiya se alzan a ambos lados del río Tigris, a unos dos kilómetros de distancia una de otra. Ambas se preparan para recibir este viernes un inusual número de fieles, y corre el rumor de que se realizarán grandes anuncios en ambas.
Fue el viernes de la semana pasada que se produjeron los primeros bombardeos fuertes de Bagdad. Para el viernes de la semana próxima, podría ser demasiado tarde para convocar a tantas personas en un solo lugar.
”Nuestros ancianos decidirán lo que debemos hacer”, dijo un empleado bancario que concurrirá a la mezquita Adhamiya, adonde asisten principalmente musulmanes sunitas de la secta hanifi.
Adhamiya fue investigada por los inspectores de desarme de la Organización de las Naciones Unidas como un posible sitio de almacenamiento de armas de destrucción masiva, y el sentimiento antiestadounidense es fuerte entre sus fieles.
La mezquita recién remodelada está cerca de edificios gubernamentales. El ánimo en el sitio será un claro indicador de lo que le espera a Estados Unidos si logra derrocar al gobierno de Saddam Hussein e intenta administrar Bagdad.
Kadhamiya es una mezquita del grupo musulmán chiíta, en el que Estados Unidos cifraba esperanzas de insurrección contra el régimen iraquí, dominado por el grupo sunita.
Sin embargo, nada indica por ahora que los chiítas se muestren más amistosos hacia las fuerzas invasoras que los sunitas, y el bombardeo el miércoles del barrio residencial chiíta de Al-Shaab, que dejó decenas de civiles muertos y mutilados, puede acabar con toda esperanza estadounidense-británica en ese sentido.
En la mezquita de Kadhamiya, el mensaje del viernes podría constituir la última oportunidad de fijar una política sobre la forma en que los chiítas recibirán a las fuerzas aliadas.