China ya es el mayor socio comercial de Japón, por encima de Estados Unidos, y su peso económico en Asia desafía el liderazgo regional de su rival japonés, ejercido durante décadas tras la segunda guerra mundial, según expertos.
El efecto del ascenso chino es comparable con el de la táctica de 'conmoción y espanto' empleada al bombardear Iraq, afirmó el analista económico Koichi Ishiyama.
La conmoción se debe a China produce tecnología y todo lo demás a mitad de costo, y Japón no puede competir. El espanto surge al ver que el avance económico ha permitido a Beijing mejorar su vieja imagen comunista, alegó.
Eso y la popularidad de las zonas económicas especiales chinas (donde se aplican medidas para atraer inversión extranjera y se han logrado notables tasas de crecimiento), convirtieron a China en la segunda potencia económica después de Estados Unidos, un formidable rival regional, señaló.
El año pasado, el producto interno bruto (PIB) chino creció ocho por ciento, y el japonés menos de uno por ciento.
Beijing parece decidido a tomar la delantera, no sólo en Asia sudoriental, sino en todo el este asiático, y su acelerado desarrollo económico es percibido por muchos como una amenaza, comentó el profesor de negocios y comercio Akira Koijima, de la Universidad de Keio.
El año pasado, el comercio entre China y Japón aumentó 13,8 por ciento en relación con 2001, en su cuarto año consecutivo de incremento, y llegó a un monto sin precedentes de 101.000 millones de dólares, con claros beneficios para Beijing, según la Organización de Comercio Exterior de Japón.
China fue en 2002, por primera vez, el mayor exportador mundial a Japón, con ventas por valor de 61.700 millones de dólares, considerablemente superiores a las exportaciones de Estados Unidos a Japón, por valor de 57.500 millones.
También el año pasado, China logró un superávit de más de 20.000 millones dólares en sus relaciones comerciales con Japón.
Los últimos datos disponibles implican que Japón y China son potencias económicas cada vez más interdependientes, destacó Kenichi Imai, experto chino del grupo de expertos Instituto de Economías en Desarrollo, muy relacionado con Beijing.
Eso significa que Japón debe desarrollar una relación más equilibrada y amistosa con China, opinó.
Los dos países, históricamente enfrentados, tienen que aprender a caminar en la cuerda floja de la diplomacia, añadió Imai.
Un indicador de que los vínculos económicos se profundizan es que la mayor parte de las compras japonesas de mercancías baratas chinas se registran en la actualidad en el sector de maquinarias para oficina, equipos de audio y aparatos semejantes. De 2001 a 2002, ese tipo de importaciones aumentó 29,4 por ciento.
Vestimentas y productos marinos y agrícolas de China también inundan el mercado japonés.
Eso es percibido por muchos en Japón como una causa del creciente número de quiebras de pequeñas y medianas empresas de ese país.
Pero el aumento de las exportaciones chinas a Japón se registra tras grandes inversiones en China de firmas japonesas, atraídas por costos de producción de 20 a 30 por ciento más bajos que en su país, y deseosas de lucrar con la creciente demanda de los consumidores chinos.
En 2001, Japón fue el segundo inversor mundial en China tras Estados Unidos, con 32.300 millones de dólares, sin contar los territorios administrativos especiales de Hong Kong y Macao.
El gigante japonés de la electrónica Toshiba anunció planes para duplicar en los próximos cinco años sus inversiones en China, para llegar a 2.000 millones de dólares con proyectos que incluyen la construcción de la mayor fábrica de computadoras portátiles del mundo.
La compañía automotriz Nissan se asoció con Dong Feng, una de las tres mayores del sector en China, donde prevé invertir este año 976 millones de dólares, con el objetivo de abastecer en 2006 a más de 10 por ciento del mercado.
Pero esos crecientes vínculos también incrementan la posibilidad de fricciones. Este año, Tokio expresó la hipótesis de que la importación de mercadería china está vinculada con la deflación que afecta a Japón.
La deflación es una caída generalizada del precio de bienes y servicios, no debida a la disminución de costos locales de producción, que causa la contracción del PIB en términos monetarios y hace que los consumiodores pospongan gastos, porque esperan que el valor de su dinero siga en aumento.
En enero, el ministro de Finanzas japonés Masajiro Shiokawa dijo que China debía modificar su política monetaria, que mantenía un valor demasiado bajo del yuan y equivalía a exportar deflación a otros países.
En los últimos ocho años, la cotización del dólar en China se ha mantenido en torno a unos 8,3 yuanes, y Beijing ha rechazado expresamente la idea de apreciar esa moneda.
Pero el diario japonés especializado en finanzas Nikkei señaló que Japón tiene déficit en su relación comercial con China por razones similares a las que explican su persistente superávit en el comercio con Estados Unidos, que fue unos 7.000 millones de dólares el año pasado y causa recurrentes tensiones entre Tokio y Washington, pese a que son firmes aliados.
Algunos políticos japoneses sostienen que el creciente poderío económico de China y el aumento de sus gastos militares justifican reducir la asistencia de Japón a ese país, que ya disminuyó 25 por ciento en el año fiscal 2002, en relación con el anterior.
Es probable que Tokio busque contrapesar la influencia de su gran vecino mediante acuerdos económicos y comerciales más profundos con la Asocaciación de Naciones del Sudeste Asiático y con países de Asia oriental.
En noviembre de 2002, Japón firmó un acuerdo de libre comercio con Singapur. (