IRAQ: Oposición interna a Saddam Hussein se hace oír

La oposición al régimen iraquí de Saddam Hussein comienza a elevar la voz para exigirle que abandone el poder, algo inimaginable hace apenas un año, cuando la perspectiva de una invasión de Estados Unidos parecía lejana.

”En cualquier otro país, el líder ya hubiera renunciado”, dijo un empleado del gobierno. Un analista político que suele hacer gala de cautela manifestó: ”¿Qué clase de gobierno es éste? Arrastra al pueblo a todo tipo de peligrosas aventuras sin siquiera consultarnos”.

No existen en Iraq encuestas de opinión pública. Pero ahora es posible saber que existen disidentes dentro del país, pues las críticas dejaron de ser objeto de susurros y se pronuncian en voz alta. En público, los opositores comienzan a echar la culpa de sus dificultades no a Washington, sino al propio Saddam Hussein.

Este fenómeno no tiene precedentes en un país donde la más ligera muestra de descontento puede ser mortal. Los muertos y desaparecidas supuestamente a manos del régimen habían manifestado críticas mucho más tenues de las que ahora surgen.

Una bailarina, por ejemplo, muestra aún cicatrices de la tortura que sufrió luego de afirmar que un espectáculo de danza realizado por huérfanos en homenaje a Saddam Hussein era inapropiado, pues, dijo, la mayoría de los padres de los niños habían sido asesinados por el gobierno.
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Los planes de invasión de Estados Unidos y Gran Bretaña, que ya concentraron cientos de miles de militares en países vecinos, animaron a muchas iraquíes a manifestar su oposición. Antes, las críticas en público eran inexistentes. Ahora, los opositores creen que a Saddam Hussein le queda poco tiempo.

”Una superpotencia como Estados Unidos no puede darse el lujo de permitir que un país del Tercer Mundo como Iraq le gane en este enfrentamiento”, dijo el analista, quien, como todos los entrevistados, solicitó reserva de su identidad.

También circulan insistentes especulaciones sobre la posibilidad de un golpe de Estado contra Saddam Hussein, quien habría tomado precauciones extraordinarias para abortarlo. El régimen sabe que en el resto del mundo se percibe la salida del líder como una salida a la crisis.

Mientras, los simpatizantes del líder iraquí continúan manifestando con plena libertad su apoyo y sus críticas al presidente estadounidense George W. Bush. Saddam Hussein recibe aplausos por haber nacionalizado el sector petrolero y por compartir esas riquezas con la población.

”Antes de Saddam, habían escasas carreteras pavimentadas y unos pocos tenían teléfono o automóvil”, dijo un ciudadano oficialista.

En octubre pasado, según cifras del gobierno, 12 millones de iraquíes, 99,96 de los ciudadanos habilitados, otorgaron a Saddam Hussein otros siete años al frente de la presidencia en una consulta popular que fue objeto de crítica y hasta de burla en todo el mundo, incluso en los países árabes.

El gobierno alienta la popularidad del presidente. El culto a la personalidad de Saddam Hussein tiene escaso parangón en el mundo y en la historia. En el Museo del Líder Victorioso se exhiben, por ejemplo, obsequios que recibió, libros en su honor y fotografías.

El museo dice, de todos modos, mucho acerca de la verdadera historia de Saddam Hussein. Su acervo indica que el líder iraquí no siempre se llevó mal con el resto del mundo. ”Hay aquí obsequios de todo el mundo, incluso de Francia y de Estados Unidos”, indica el catálogo.

Allí hay bandejas y placas de plata grabadas con elogios, enviadas desde Argentina, Costa de Marfil e India, entre otros muchos países. También se aprecian fotografías de Saddam Hussein con la asesinada gobernante india Indira Gandhi y con el presidente francés Jacques Chirac cuando era primer ministro.

La historia de la vida de Saddam Hussein es también la historia de la decadencia de Iraq. Apenas un año después de asumir la presidencia en 1979, lanzó una desastrosa y prolongada guerra contra Irán que dejó medio millón de muertos iraquíes y destruyó la economía nacional.

El gobierno contrajo una gran deuda para financiar la guerra contra Irán y alcanzar cierta prosperidad. La negativa de Kuwait a condonar parte de la deuda bilateral fue una de las causas reales de la invasión iraquí contra ese país en 1990.

La ocupación y anexión del pequeño emirato llevaron a Estados Unidos y a otros 32 países a atacar Iraq en enero de 1991, con el aval de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Los efectos de la guerra del Golfo, que duró dos meses, y de las sanciones internacionales que aparejó la invasión de Kuwait, aún vigentes, echaron una sombra sobre el recuerdo de los buenos tiempos en que Iraq combatía contra Irán. Los más jóvenes ni siquiera vivieron esa época.

El Museo del Líder Victorioso exhibe también imágenes que sirven como advertencia sobre el futuro de Iraq: fotografías de todos los intentos de golpe de Estado en los que Saddam Hussein participó y de aquellos con los que se pretendió derrocarlo luego.

Esas fotografías sugieren que no habrá un cambio de régimen por medios pacíficos, y, al parecer, la resolución de la actual crisis no será una excepción.

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