El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, insiste en que muchos países apoyan libremente su plan de guerra contra Iraq, en lo que él denomina una ”coalición de los dispuestos”. Pero expertos en Washington prefieren considerarla una ”coalición de los coaccionados”.
”Casi todos esos países se han unido (a Estados Unidos) solo por la coacción, la intimidación, el soborno o porque Washington los amenazó con tomar medidas que podrían perjudicar sus intereses”, según un informe elaborado por el Instituto de Estudios Políticos, una organización académica de izquierda.
”Esta 'coalición de los coaccionados' está en conflicto directo con la democracia”, advirtió el instituto estadounidense en un documento de 13 páginas, difundido el miércoles.
Algunos gobiernos europeos, como los de España e Italia, parecen genuinamente dispuestos a apoyar una acción militar de Estados Unidos para desalojar al presidente iraquí Saddam Hussein del poder, a pesar de la abrumadora oposición de la opinión pública interna.
Pero la vasta mayoría de los 34 gobiernos con los que, al parecer, cuenta Bush para su ”coalición de los dispuestos” no son tan entusiastas, según el informe del Instituto de Estudios Políticos.
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En la mayoría de esas naciones, incluidas las principales aliadas de Estados Unidos, más de 70 por ciento de los entrevistados por empresas encuestadoras se oponen a una acción militar contra Iraq, indica el estudio.
El informe del Instituto de Estudios Políticos tiene un título explícito: ”Coalición de los dispuestos o coalición de los coaccionados: cómo influye el gobierno de Bush sobre los aliados en su guerra contra Iraq.”
Estados Unidos deberá tomar medidas excepcionales para fraguar una coalición militar, mucho más dramáticas que las adoptadas en 1991, cuando logró reunir las fuerzas de 34 países para desalojar al ejército iraquí de Kuwait, en una guerra avalada por el Consejo de Seguridad.
La percepción del apoyo de esos países y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a los planes de guerra es una preocupación constante de Washington, pero por razones políticas internas.
Una sólida mayoría de los entrevistados en Estados Unidos por las encuestadoras manifestaron el año pasado su respaldo a una acción militar contra Iraq, pero con la condición de que el operativo contara con apoyo internacional.
La tendencia se mantiene este año. De los encuestados a comienzos de esta semana por la revista Time y la cadena televisiva de noticias CNN, 57 por ciento indicaron que la decisión final sobre una invasión a Iraq corresponde al Consejo de Seguridad de la ONU, no a Bush ni a su gobierno.
Mientras, Bush ha insistido en que Washington actuará con o sin el aval del Consejo, si bien aún procura lograr esa autorización, pero con el único motivo de fortalecer su posición ante la opinión pública estadounidense.
Por eso, Estados Unidos, Gran Bretaña y España, miembros del Consejo de Seguridad, presentaron esta semana un proyecto de resolución según el cual Iraq dejó pasar su ”última oportunidad” de deshacerse en paz de sus armas de destrucción masiva y no ha cumplido con las obligaciones contraídas ante la ONU.
Por lo tanto, Bagdad debe afrontar ”serias consecuencias”, una fórmula que implica una implícita autorización al uso de la fuerza militar.
Pero, al mismo tiempo, el Consejo recibió un memorándum de otros tres miembros – – Alemania, Francia y Rusia – – que recomienda ampliar el plazo en que los inspectores de desarme de la ONU deben constatar el cumplimiento por parte de Iraq de la resolución 1.411 del máximo órgano ejecutivo del foro mundial.
Esa resolución, aprobada en noviembre por la unanimidad del Consejo, estableció plazos perentorios para el desarme de Iraq e impuso la reanudación de las inspecciones de desarme de la ONU, que se habían interrumpido en 1998.
Según el memorándum de Berlín, Moscú y París, una ampliación de los plazos abriría ”una oportunidad real para la solución pacífica de la crisis”.
Pero cualquier resolución del Consejo debe ser aprobada al menos por nueve de los 15 miembros del Consejo de Seguridad, y ninguno de los cinco miembros permanentes – – China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia – – deberán ejercer su derecho a veto.
Washington cuenta, hasta ahora, con cuatro votos seguros: el suyo y los de Gran Bretaña, España y Bulgaria. Mientras, Alemania, China, Francia, Rusia y Siria podrían abstenerse o votar por la negativa. Francia, incluso, ha advertido que podría hacer uso de su derecho al veto.
Como consecuencia, Estados Unidos ejerce presión – – tanto con palos como con zanahorias – – sobre los seis países indecisos: los latinoamericanos Chile y México, los africanos Angola, Camerún y Guinea, y Pakistán, única nación de Asia meridional que integra el Consejo.
Funcionarios estadounidenses insisten en que no están negociando el voto de los miembros del Consejo, una afirmación que despierta escepticismo y hasta burlas en los generalmente crédulos periodistas acreditados en la Casa Blanca.
Muchos de ellos estallaron en una carcajada cuando el portavoz de Bush, Ari Fleischer, se negó el martes a contestar una pregunta porque su formulación sugería que ”es posible comprar a los líderes de otras naciones”.
Pero los expertos estiman que los seis países miembros del Consejo aún indecisos tienen mucho que ganar si acceden a los pedidos de Washington.
Turquía no integra el Consejo, pero es el único miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) gobernado por un partido de origen islámico y fronterizo con Iraq. Estados Unidos le ofreció 15.000 millones de dólares en préstamos y donaciones si prestaba su territorio para invadir Iraq.
A pesar de todo, 95 por ciento de los turcos entrevistados por firmas encuestadoras indicaron que rechazan una guerra contra Iraq.
Mientras, expertos prevén que Israel, Egipto y Jordania pedirán a Estados Unidos – – y obtendrán – – miles de millones de dólares por su ayuda.
Pero el informe del Instituto indica que las donaciones y préstamos no son el único medio al que apela Estados Unidos.
En el plano político y militar, Washington tiene un poder de veto efectivo sobre el ingreso a la OTAN de los países de Europa central y oriental que lo solicitaron. Eso explica por qué Bulgaria se alineó con Estados Unidos con tanta presteza.
Además, Estados Unidos brinda asistencia militar o subsidia compras de armas de 150 países. En las últimas semanas, por ejemplo, ofreció entrenadores al ejército de Guinea, que asumirá en marzo la presidencia del Consejo de Seguridad.
Pakistán cuenta con la posibilidad de comprar armas de fabricación estadounidense a precio subsidiado desde que Washington le levantó el embargo militar luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.
En cuanto a la ayuda económica, la asistencia directa no es un arma diplomática usual de Estados Unidos, pero sí lo es su carácter de principal importador del mundo y su influencia en instituciones multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El mercado estadounidense es clave para la balanza comercial de Chile, México y Pakistán, por ejemplo. Como principal importador mundial de petróleo, Washington también influye sobre las decisiones de exportadores como Angola, Camerún y México.
El Departamento del Tesoro de Estados Unidos podría ejercer presión sobre el FMI y el Banco Mundial para retrasar la concesión de créditos de Camerún y de Guinea, dos países africanos sujetos a la influencia de Francia, su antigua potencia colonial. También Angola es permeable a esas decisiones.
Los tres países africanos tienen muy presente ese dato, en especial luego de ser visitados la semana pasada por el secretario de Estado asistente para Africa, Walter Kansteiner, y de las llamadas telefónicas que al mismo tiempo efectuaban el vicepresidente Dick Cheney y el propio Bush.