Lo que era un rumor se convirtió, de pronto, en una realidad ominosa. El sótano de un edificio de 26 pisos en el centro de la capital de Kenia albergó, durante dos décadas, una cámara de tortura al servicio del gobierno de Daniel Arap Moi (1978-2002).
En el edificio Nyayo Howse tienen sus oficinas el organismo oficial de inmigración y la Red de Televisión de Kenia (KNT). Muchos keniatas pensaban que los rumores eran exagerados, hasta que este mes el nuevo gobierno abrió las puertas del sótano e invitó a la prensa.
Ex presos, entre ellos integrantes del gabinete de Mwai Kibaki, presidente desde el 30 de diciembre, recorrieron las pequeñas celdas y recordaron experiencias infernales.
Nyayo House fue construido a comienzos de los años 80, cuando Moi intentaba consolidar su poder tras un frustrado golpe de Estado en su contra. Activistas creen que allí murieron cientos de personas desaparecidas en los años 80.
Los planos del proyecto edilicio dejan en evidencia que el sótano fue diseñado especialmente para albergar mazmorras.
Antes de construido, se preveía que las puertas tendrían bordes inferiores de goma, para impedir que pasara por allí el agua cuando se sometiera a los prisioneros a inmersiones prolongadas en tinas de agua, así como un sistema de ventilación que no incluía regulación de temperatura.
Durante el gobierno de Moi, miles de activistas políticos, académicos, estudiantes y artistas fueron detenidos allí, en la oscuridad de celdas anegadas de agua durante semanas, donde incluso se les privaba de agua y alimentos.
En el piso 26 del edificio se ubicaba otra sala de interrogatorios, donde los prisioneros eran sometidos a golpizas para arrancarles confesiones.
La Coalición del Arco Iris, que con su triunfo en las elecciones de diciembre y puso fin a 39 años de gobierno de la Unión Nacional Africana de Kenia (KANU), prometió el establecimiento de una Comisión de Verdad y Reconciliación para estudiar las violaciones de derechos humanos del pasado.
En su visita al celdario, el ministro de Obras Públicas y Vivienda, Raila Odinga, quien permaneció en Nyayo House entre 1988 y 1990, sostuvo que los keniatas debían conocer los acontecimientos más terribles de la historia de este país para impedir que se repitan.
Este fue nuestro Auschwitz, dijo Odinga, en referencia al campo de concentración del régimen nazi de Alemania derrotado en 1945.
Debemos preservar esta historia para que nuestro pueblo recuerde cuán caro es el precio de la libertad, para que los keniatas no admitan otra vez ser gobernados por un régimen despótico que cometa este tipo de torturas, agregó el ministro.
Por su parte, el legislador Wanyiri Kihoro, que estuvo 74 días en Nyayo House en 1986, dijo que todos los que pasaron por esto a causa de su lucha por la democracia deben tener la oportunidad de revivir esta experiencia.
Esta terapia será buena para el futuro y para el país, sostuvo Kihoro.
Por otra parte, el director ejecutivo de la no gubernamental Comisión Keniata de Derechos Humanos, Willy Mutunga, advirtió que ignorar el pasado y no dar un tratamiento adecuado al asunto puede alentar a las víctimas de violación de derechos humanos a tomar la justicia en sus manos.
La frustración a causa de la impunidad se está arraigando en este país, alertó Mutunga, él mismo un preso político entre 1982 y 1983.
Pero las violaciones de derechos humanos cometidas en los años 80 son apenas una parte de los posibles cometidos de la Comisión de Verdad y Reconciliación.
Gran cantidad de crímenes de carácter político permanecen sin esclarecimiento, como el asesinato del ex canciller Robert Ouko en los años 60. Activistas de derechos humanos reclaman que la Comisión investigue esos delitos.
Muchos keniatas quieren que las pesquisas se remonten, incluso, a la era colonial. Cuando Kenia se independizó de Gran Bretaña en 1963, luego de una guerra de liberación en que murieron unas 80.000 personas en campos de concentración, el presidente Jomo Kenyatta se propuso perdonar y seguir adelante.
Los restos de combatientes por la independencia como Deda Kimathi, ahorcado por las autoridades coloniales, fueron abandonados en tumbas colectivas. Hoy, para muchos ciudadanos, es hora de que se reconozca a los héroes de la lucha por la liberación.
La otra interrogante es qué castigo tendrán los culpables de violaciones de derechos humanos.
El dramaturgo Wahome Mutahi, torturado en Nyayo House en 1985, sostuvo que una simple disculpa personal del ex presidente Moi sería suficiente. Para mí sería muy, muy importante, afirmó.
Pero otros torturados, cuyas vidas quedaron destruidas, perdieron sus empleos y aún hoy permanecen sin viviendas, pues sus casas fueron demolidas por el régimen, creen que una simple disculpa no será suficiente. (