La violencia crece en las escuelas de todo el mundo, aunque con distinta intensidad y formas, señalaron expertos en el Foro Mundial de Educación, que finalizará este miércoles en la ciudad de Porto Alegre, sur de Brasil.
Miriam Abramovai, profesora de la Universidad Católica de Brasilia y coautora de una investigación sobre la violencia escolar en este país, sostuvo que este ”no es un fenómeno brasileño ni latinoamericano sino globalizado”, con indicios de crecimiento incluso en Europa.
Esa violencia, reflejada en los últimos estudios de decenas de países, es un ”síntoma social” que se agravó en los años 90, en especial en los países que desarrollan un ”capitalismo tardío”, con ”fragmentación y ruptura de los lazos sociales”, agregó José Vicente Tavares, de la Universidad Federal de Río Grande del Sur.
Los dos investigadores participaron como ponentes en el seminario sobre ”Violencia en las escuelas y estrategias de superación”, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en el ámbito del Foro Mundial de Educación (FME), que comenzó el domingo.
El FME, en el que se presentaron 785 informes temáticos para que ser examinados por unas 20.000 personas en 60 paneles y debates, es un encuentro preparatorio del Foro Social Mundial, que entre este jueves y el día 28 tendrá su tercera edición en Porto Alegre, capital del estado de Río Grande del Sur.
El estudio de Abramovai revela el modo en que los alumnos, sus padres y profesores perciben la violencia, expresadas principalmente en amenazas, peleas, asaltos, destrucciones e incluso tiroteos.
Ocho por ciento de los alumnos entrevistados en esa investigación dijeron haber sido testigos de violencia sexual dentro de las escuelas.
El problema de la violencia ganó dramaticidad en los últimos años en Brasil, por varios asesinatos de estudiantes y profesores perpetrados dentro o cerca de las escuelas.
La Unesco, que patrocinó la investigación, impulsó como una estrategia de combate contra esa realidad un plan de actividades culturales, deportivas y de esparcimiento destinadas a los jóvenes y a la comunidad local, que se realizan los fines de semana en los propios centros educativos.
El proyecto ”Abriendo espacios”, ejecutado en cerca de 1.000 escuelas de seis estados brasileños, ya alcanza medio millón de personas y ha tenido como contrapartida una gran reducción de los actos de violencia y mejoras en el aprovechamiento escolar.
El nuevo ministro de Educación de Brasil, Cristovam Buarque, anunció que adoptará esa estrategia como una política para cubrir todo el país, en un mensaje emitido al seminario ”Violencia en las escuelas y estrategias de superación” del FME.
Pero los relatos de violencia más dramáticos que afectan las escuelas en el mundo fueron narrados en el panel sobre ”La educación en zonas de conflicto”, en el que expusieron profesores e investigadores de Angola, Colombia y México.
Angola sufrió 27 años de guerra civil, que dejó centenares de miles de muertos y mutilados, mientras que Colombia aún soporta un cuadro singular de violencia social y política cuyos orígenes se remontan a mediados del siglo XX.
La escuela es una de las principales víctimas de la violencia colombiana, con miles de maestros muertos u obligados a dejar su hogar bajo amenaza constante, según el testimonio de María del Pilar Rubio Ceballos.
Existen dos realidades bien distintas en ese cuadro de Colombia, explicó a IPS Ramón Moncada, experto de la organización no gubernamental Corporación Región, de la noroccidental ciudad de Medellín, quién intervino en el debate ”Ciudad y educación”.
Una es la realidad del campo y las montañas, escenario principal de los combates entre las fuerzas de seguridad del gobierno, la guerrilla izquierdista y los grupos paramilitares de derecha, creados estos últimos para luchar contra la insurgencia pero que luego pasaron actuar de modo autónomo.
El ”desplazamiento forzoso” de la población que queda entre esos tres fuegos cruzados muchas veces deja a los maestros ”sin niños”, observó Moncada.
En otras ocasiones son los maestros quienes sufren la presión directa, en forma de amenazas o muerte, ”porque algún grupo no les acepta la neutralidad” o quiere imponerles el contenido de su enseñanza.
La otra realidad pasa por las ciudades, en especial las de mayor cantidad de habitantes, como Bogotá, Medellín y la occidental Cali, donde abundan los alumnos vinculados a bandas juveniles que usan las escuelas como ”miradores o trincheras” contra grupos rivales en ”frecuentes balaceras (tiroteos)”, dijo.
Moncada comentó que la presencia de esas pandillas de jóvenes no permite muchas veces a los maestros poder enfrentar las amenazas de los alumnos que exigen la aprobación de sus exámenes y la impunidad de sus indisciplinas.
La violencia cotidiana que sufren los maestros en Colombia llevó al gobierno a implementar un programa de acompañamiento psicológico.
Sin embargo, los maestros y directores de escuelas poco pueden hacer para reducir ese alto grado de violencia, porque ”tiene origen externo”, lamentó el experto colombiano.
En realidad la solución de fondo del problema en Colombia pasaría por negociaciones concretas entre el gobierno de Alvaro Uribe, las guerrillas y los paramilitares en favor de un proceso de paz. En tanto en las ciudades se necesita además políticas exitosas de seguridad pública y desarme de la población, sostuvo.
A pesar de ello, se han puesto en curso iniciativas limitadas, como el plan de convivencia escolar desarrollado por la Corporación Región en 15 centros de educación secundaria.
En ese marco se discuten los conflictos y alternativas de negociación con las bandas, para obtener ”pactos de respeto” y afirmar la escuela como institución ”neutral”, explicó a IPS Moncada.
Mientras, una experiencia exitosa de transformación de la escuela en factor de pacificación y promoción de la juventud es impulsada por María Helena da Silva Ramos, al frente de una escuela en Duque de Caxias, una ciudad de 700.000 habitantes ubicada en la periferia de Río de Janeiro.
Ese centro, tradicionalmente considerado uno de los más violentos del país, incluyó la enseñanza y práctica de música, pintura, danza y otras artes, además de deportes, en sus actividades e involucrando también a la población local.
”Lo hicimos sin conocer que era una iniciativa innovadora como apuntó la Unesco”, dijo Silva Ramos en su testimonio en el seminario del Foro Mundial de Educación.
Silva Ramos opinó que la violencia vigente en la educación en todo el mundo aconseja ”redefinir el papel de la escuela, para qué sirve y qué quiere de ella la sociedad”.
La expansión del fenómeno ”permite diagnosticar la crisis de la institución escolar y sus límites”, corroboró Tavares.
La violencia proviene principalmente del entorno de las escuelas, donde actuan las bandas, el narcotráfico y el comercio, señaló Abramovai, basada en su estudio.
Las escuelas ”están violentas”, pero pueden superar esa condición con medidas adecuadas, no todas son iguales, alentó la experta.
Su investigación identificó varios factores de violencia, como la venta de bebidas alcohólicas a menos de 300 metros de las escuelas, pese a que está prohibida por ley en Brasil, además del tráfico de drogas ilícitas.
La encuesta realizada entre 33.655 alumnos, 10.225 padres y 3.099 profesores y pedagogos en 14 capitales estaduales de Brasil indicaron que 55 por ciento de los estudiantes consultados manifestaran saber donde comprar armas de fuego, mientras que 51 por ciento admitió poseer esas armas o haberlas tenido.
El estudio también reveló la existencia de la violencia simbólica, reflejada especialmente en un ”racismo oculto”, y la falta de respeto por el patrimonio público que se hace efectiva en la depredación de las escuelas, señalaron los expertos.
Pero hay también factores internos, como la ausencia de diálogo en las escuelas y la frustración de los anhelos. Muchos estudiantes declararon su ”aversión por las clases”, mientras 41 por ciento de los profesores dijeron que no les gustan sus alumnos, destacó Abramovai.