Los disturbios de este mes en Timor Oriental pusieron en evidencia la fragilidad de este país, el más nuevo del mundo y el más pobre de Asia, señalaron observadores.
Lo que comenzó como una protesta estudiantil el día 4 por el arresto de un estudiante acusado de actos de violencia, terminó con una serie de saqueos e incendios de comercios, hoteles y viviendas, incluso la del primer ministro Mari Alkatiri.
Aparentemente, la violencia se desató cuando la policía abrió fuego contra la manifestación y mató a dos estudiantes.
Los disturbios fueron los más graves desde que Timor Oriental se transformó en un país independiente el pasado 20 de mayo y reflejaron los problemas de la pobreza y el alto desempleo, que ronda el 50 por ciento en esta nación de 800.000 habitantes dependiente de la ayuda extranjera.
El principal problema de Timor Oriental es su juventud desempleada y con escasa educación, opinó Fedelas Magalhaes, un activista estudiantil y miembro de una organización no gubernamental (ONG) del distrito de Maliana.
Seis meses después de la independencia, (los jóvenes) todavía están ociosos y ven cómo la clase política y los extranjeros acumulan riqueza. Por eso se han vuelto presa fácil de los agitadores políticos que quieren convertir el descontento en violencia. Esto es lo que ocurrió en Dili, la capital, afirmó.
Uno de los principales blancos de la furia estudiantil fue el primer ministro Mari Alkatiri, un lusófilo que pasó los 25 años de ocupación indonesia en Mozambique, de habla portuguesa.
La casa de Alkatiri y las de dos de sus familiares fueron incendiadas.
Además, el supermercado de propiedad australiana Hello Mister, el primero de estilo occidental establecido al principio de la administración de transición de la ONU en Timor Oriental, fue destruido. El supermercado quedaba frente al sitio de la manifestación estudiantil.
El Hotel Resende, justo en frente a Hello Mister, también fue saqueado e incendiado.
Según Magalhaes, el descontento de la juventud aumentó con la decisión gubernamental de convertir el portugués en el idioma oficial, en lugar de desarrollar la lengua indígena, el tetum, hablada por 90 por ciento de la población. Muchos hablan también indonesio.
Esto es un insulto a los jóvenes que buscan trabajo con desesperación. La mayoría fueron educados en el sistema indonesio, y el indonesio es su primer idioma. Pedirles ahora fluidez en portugués para poder conseguir un empleo es buscar problemas, afirmó Magalhaes.
Se debería dar prioridad al tetum, y luego desarrollar un segundo idioma, ya sea el portugués o el inglés. En cambio, la mayoría de los jóvenes sienten que se les está imponiendo el portugués, señaló el activista.
Timor Oriental fue colonia de Portugal durante cuatro siglos. Tras el retiro de los portugueses, el ejército indonesio invadió el territorio en diciembre de 1975, dando inicio a una sangrienta ocupación que dejó 220.000 muertos, equivalentes a un tercio de la población de ese año.
En agosto de 1999, la abrumadora mayoría de los timorenses orientales se pronunciaron a favor de la independencia de Indonesia en un referendo de autodeterminación patrocinado por la ONU.
Antes y después del referendo, se produjo una ola de saqueos e incendios que devastó la infraestructura nacional.
Grupos paramilitares respaldados por el ejército indonesio mataron ese año a 1.000 personas al menos, desplazaron a tres cuartos de la población y destruyeron casi todos los edificios del territorio.
El 30 de agosto de 2001, Timor Oriental celebró sus primeras elecciones libres y democráticas, y el 20 de mayo pasado, inició su camino independiente como el país más pobre de Asia y el sexto más pobre del mundo.
Pero la satisfacción de la independencia no ha sido acompañada de nada parecido a la seguridad económica y ni siquiera a la esperanza de ella para la mayoría de los timorenses orientales.
La independencia suena como algo fantástico para Occidente, pero no significa mucho en Dili si la gente no tiene un plato de comida sobre la mesa, señaló la monja católica Michelle Reid, quien realiza tareas humanitarias con un grupo samaritano en este país desde hace dos años.
El jefe de la Misión de Apoyo de la ONU en Timor Oriental, Kamalesh Sharma, dijo el lunes a una reunión de donantes que el desempleo en las zonas urbanas sigue siendo muy alto, en particular entre los jóvenes.
En Dili y en Bacau, la segunda ciudad, el índice de desempleo se estima en 43 por ciento, dijo.
Además, 41 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza y 75 por ciento depende de la agricultura para subsistir. Una prolongada sequía este año afectó la producción de alimentos y exacerbó la situación económica.
Pero más preocupante para el nuevo gobierno es que los donantes lo consideren un estado fracasado condenado a la dependencia de la ayuda económica de la comunidad internacional.
Si destruimos y matamos, los inversores no vendrán a poner su dinero aquí, advirtió el primer ministro Alkatiri en la reunión de donantes.
Para comportarnos así, no vale la pena ser independientes, concluyó. (FIN/IPS/tra-en/si/js/mlm/ip/02