SALUD-COLOMBIA: Madre con VIH y activista por la vida

En la occidental ciudad colombiana de Cali, donde hay 6.500 casos reportados de VIH/sida, Elizabeth Torres es un referente cuando se trata de luchar por la vida y los derechos de las mujeres portadoras de la enfermedad.

Torres, de 35 años, técnica en locución y estudiante de comunicación social, es la coordinadora regional de la Red Girasol, única organización que se ocupa en Colombia de las mujeres que viven con sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).

Hace seis años Torres no aparecía en las estadísticas de la epidemia. Era entonces una mujer como tantas: casada, ama de casa, madre de un niño y una niña de seis y dos años, respectivamente.

Ahora, cinco años después de que saber que ella, su hijo y su ex esposo eran portadores de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida), Torres entiende que la vida se defiende a cada instante en el ámbito doméstico y en los tribunales de justicia.

Torres trabaja en materia de derechos humanos en la salud, ”asesorando a personas para el ingreso a la seguridad social y, cuando hay dificultad, a las entidades prestadoras de salud, orientándolas en la presentación de acciones de tutela (recurso de amparo) y acompañamiento”, dijo a IPS.

Es común que el acceso a servicios de salud especializados y tratamiento debe reclamarse ante los tribunales por la vía del recurso de amparo.

Su acción no se limita a la Red Girasol. Trabaja con otras organizaciones no gubernamentales, como la Fundación para el Desarrollo Humano y la Sexualidad, a la que asesora en prevención y salud sexual y reproductiva en adolescentes.

Torres colabora además con ”Camino”, una institución con programas de rehabilitación para adicciones a drogas y, en ocasiones aisladas, con médicos y otras entidades que llevan a cabo proyectos puntuales.

Su vínculo con Camino y la Fundación tiene una motivación adicional: la condición de madre de un niño con sida.

”Tener un niño con VIH es un dolor. Para nosotras, las mujeres, la parte psicológica y psicosocial es más difícil, por ser madres”, comentó.

”Las que tenemos un hijo con sida debemos enfrentar los sentimientos de culpabilidad, al tiempo que el conflicto por el deseo de no morirse, de salir adelante”, explicó.

Desde que conoció informes sobre la tendencia al consumo de sustancias psicoactivas en adolescentes estadounidenses con VIH, empezó a preparase para cuando su hijo, hoy de 10 años, y su hermanita de ocho, lleguen a esa etapa.

”Las mujeres no estamos sólo en pos de nosotras, sino de nuestros hijos, de verlos crecer, de prepararnos para conducirlos a la adolescencia, que para ellos será más difícil”.

Por naturaleza ”las mujeres somos protectoras” y al tiempo que estamos pendientes de los hijos y de la pareja también tenemos que preocuparnos por nosotras, reflexionó.

En Cali, con 2,2 millones de habitantes, la proporción de mujeres infectadas es de una por cada tres hombres, superior al promedio nacional. De 6.500 casos registrados, unos 1.575 corresponden a mujeres, según datos oficiales.

La mayoría de las mujeres contagiadas tienen entre 15 y 26 años, y son amas de casa, dijo Torres.

De acuerdo a información del gubernamental Instituto Nacional de Salud, en los 19 años transcurridos desde los primeros casos colombianos detectados (un hombre y una mujer) hasta junio, el país registró 27.965 personas con VIH, 4.485 de las cuales son mujeres.

Pero las cifras apenas son un indicador, tanto en Cali como en el resto del país.

Un comunicado del Ministerio de Salud afirmaba en mayo que a causa ”del subregistro que existe en la notificación epidemiológica” y según las proyecciones estadísticas ”es dado suponer que en Colombia existe un acumulado de 172.855 casos” de VIH, en una población de 40 millones de personas.

El problema es vasto, y se requieren muchos recursos para cubrir vacíos de información, la demanda de acompañamiento y las necesidades organizativas de los pacientes y sus familias.

El testimonio vital de Elizabeth prueba que vincularse a una organización que se ocupa de sus problemas particulares es tener la mitad de la batalla ganada.

”Es muy gratificante saber que tengo muchas potencialidades. He aprendido a valorarme más como persona y como mujer”, sostuvo.

Pero, para enfrentar el diagnóstico personal y el de su entorno, como para abordar diariamente el trabajo de apoyo y acompañamiento a otros ”se necesita temple”, aclaró Torres.

Hay que sortear muchas dificultades y pasar por trances como ”la sensación de impotencia cuando vemos que algún compañero anda mal y una se proyecta, inevitablemente”.

También se debe superar el desánimo, ”cuando vemos que no hay recursos ni voluntad política y que las peleas son infinitas” para acceder a servicios y conseguir que se reconozca ”nuestro derecho a la salud”.

”Hay momentos muy frustrantes, como cuando por fin sale un fallo (judicial a favor de un recurso de amparo) y el paciente ya ha muerto”, relató.

”Como el VIH está rodeado de tantos miedos, no hay como la unión de todos los que vivimos con él”, aunque las campañas, la organización y la atención deben ceñirse a las particularidades de los distintos grupos de población, explicó Torrres.

La mayoría de programas y estudios clínicos ponen énfasis en los hombres, afirmó. ”Los compañeros homosexuales tienen problemas específicos y trabajan más en asumir su sexualidad”, estimó.

En cuanto a los hombres heterosexuales con VIH, ”la mayoría no están organizados y en ellos pesa la connotación machista latinoamericana, el consumo de licor, de estar con una y otra mujer”, sostuvo la activista.

”En cuanto a nosotras, estamos más expuestas porque somos receptoras, tenemos más riesgos, no exigimos protección y tampoco nos protegemos”, afirmó.

Para mujeres como Torres, el tránsito de un año a otro tiene un significado que va más allá de lo ritual, pues cada nuevo día merece celebrarse.

En la cena de este fin de año, por ejemplo, Elizabeth y su familia pondrán a la mesa un pollo engordado en una granja, que tendrá un sentido particular.

”Mira, yo puse a engordar un pollito y te lo traje para el 31” de diciembre, le dijo una joven campesina a la que ayudó a presentar un recurso de amparo para que ella y su esposo accedieran a servicios de salud y a tratamiento especializado. (FIN/IPS/mig/dcl/he/hd/02)

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